La voz de los sin voz No. 3: Chico, el mecánico

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Chico, el mecanico

Por Rubén Luengas

Chico dejó el pueblo de Poncitlán, en el sureste del estado mexicano de Jalisco, para venirse a buscar a Estados Unidos una mejor vida.

Decía Jorge Luis Borges: “Los lugares se llevan, los lugares están en uno”. Han pasado 35 años desde que Chico dejó Poncitlán, pero el pueblo sigue estando en Chico quien pasa la vida rodeado de llantas y herramientas, ajustando las piezas de algunos de los vehículos que circulan sobre las calles y autopistas de la ciudad de Los Ángeles, en California.

Conocí a Chico hace unos seis o siete años. Me comentaba siempre las noticias que veía todos los días en un espacio desaparecido de televisión que tuve el honor de conducir, rechazando siempre ser parte de la imposición avasalladora del espectáculo frívolo, del entretenimiento insustancial, de la mercantilista colonización masiva del ocio, del pensamiento y de las conciencias por medio de lo que llaman en inglés: “Infotainment”, que es una mezcla difusa de información y entretenimiento alejada por completo de la información seria y de la creatividad fecunda, gozosa, reflexiva, que se nutra de las expresiones más genuinas, solidarias y sublimes de nuestra experiencia humana compartida.

Cuando Chico notó que mi programa ya no estaba al aire, me dijo una vez que le llevé mi vehículo una serie de conceptos sobre la ausencia de su contenido.

No regresé al taller donde trabaja Chico durante más de un año. Lo hice hace poco para que revisara mi vehículo “viejito” de 2001 que aún conservo en excelente estado. Antes de explicarle a Chico el motivo de mi visita y de que él me preguntara sobre el auto, me repitió su molestia por lo que, a su entender, les presentan en los espacios noticiosos de televisión.
Comparto el video que Chico me permitió grabar, ahí en el taller, entre llantas y herramientas.
La de Chico representa la “voz de los sin voz”. El sentir de muchísimas personas que en definitiva contradicen la hipocresía que encierra aquello de que “al púbico hay que darle lo que pide”.

El 27 de abril de 1961, el presidente John F Kennedy pronunció un discurso ante la Asociación Estadounidense de Editores de Periódicos, en el que se refirió a lo que debe ser la tarea del periodismo en una sociedad democrática: “Sin debate, sin crítica, ninguna administración y ningún país pueden tener éxito y ninguna república puede sobrevivir; es por ello que el legislador ateniense Solón decretó que es un crimen para la ciudadanía no enterarse de las controversias políticas, y por eso también nuestra libertad de prensa fue protegida expresamente por la Primera Enmienda. Es el único tipo de empresa expresamente protegida por la Constitución de los Estados Unidos, no para divertir ni entretener, no para acentuar lo trivial y lo sentimental, no simplemente para dar al público “lo que quiere”, sino para informar, alertar, recalcar nuestros peligros y nuestras oportunidades; para identificar nuestras crisis y nuestras opciones, para dirigir, moldear, educar y a veces incluso enojar a la opinión pública. Esto significa una amplitud en el análisis de las noticias internacionales. De esta manera el extranjero no estará ya lejos, sino a la mano y local y significará una atención más amplia y una mejor comprensión de las noticias”.

Chico, desde el taller donde trabaja, reclama justo lo que Kennedy expresó en esa ocasión, pero quienes verdaderamente mandan en el “mundo de la información”, quienes manipulan, diseñan, imponen y difunden lo que “el público quiere ver”, no tienen el más mínimo interés de escuchar voces tan nítidas y claras como la de este inmigrante mexicano de Poncitlán Jalisco.

 


 

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