Se cae a pedazos el mito de que EU es una «sociedad post-racial»

Howard Zinn, historiador estadounidense, dice en su famoso libro "La otra historia de los Estados Unidos": "No hay un país en la historia mundial en el que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en los Estados Unidos".

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“Hoy todos somos negros en potencia”.
(Achille Mbembe- Camerún, 1957)

Aunque sin ponerlas en contexto, sin ofrecer análisis que permita a las audiencias identificar y comprender causas históricas y hasta complicidades inconfesables de occidente, los medios de información han dedicado vastas coberturas de la actividad terrorista islámica, pero pasando por alto, en gran medida, las manifestaciones cada vez más descaradas y la violencia generada por la extrema derecha dentro de Estados Unidos. Durante 2015 y 2016, el nivel de violencia ha aumentado de manera dramática, siendo ahora cuando muchos corroboran su impresionante avance.

El 7 de julio de 2016, el bloguero de derecha, partidario de Donald Trump, Michael Strickland, quien grabó a manifestantes de tendencia progresista poniendo sus imágenes en internet, fue arrestado tras agitar un arma durante una manifestación pacífica del movimiento Black Lives Matter en Portland.

Su justificación para empuñar y blandir el arma fue que «temía por su vida» porque alguien presuntamente lo había empujado cuando grababa la manifestación.

Michael Strickland es señalado por tomar fotografías y video de hombres y mujeres de minorías, publicándolas en internet con sus nombres y direcciones: «los acecha y los acosa«.

En otro escenario de la tensión racial que se vive en Estados Unidos, después de una confrontación a finales de junio con fascistas que habían obtenido un permiso para manifestarse ante el tribunal del estado de California, en Sacramento, nueve contra-manifestantes fueron hospitalizados, cinco de ellos fueron apuñalados. Los fascistas, que operaban bajo la bandera del Traditionalist Worker Party (pero compuesto en su mayoría por miembros de los Skinheads del Estado Dorado neonazi), huyeron después del enfrentamiento con los manifestantes. Una pistola cargada se dejó en la escena, que los antifascistas afirmaron que los neonazis habían tirado mientras se escapaban.

Cuatro meses antes, el 28 de febrero, tres activistas antirracistas fueron apuñalados mientras enfrentaban a los miembros de Ku Klux Klan que intentaban reunirse en Anaheim, California.

En el mes de enero, paramilitares del Movimiento Patriot se apoderaron de un refugio de vida silvestre de Oregon durante 41 días, su cuarto campamento armado en dos años.

Y todo esto ocurría apenas un año después de que el supremacista blanco Dylann Roof, de 21 años de edad, acudiera a una sesión de estudio bíblico en Charleston, la histórica iglesia Emanuel AME de Carolina del Sur, y matar luego a nueve fieles negros .

«Apretó el gatillo de su (pistola) Glock .45 más de 70 veces esa noche. En más de 60 veces impactó a los feligreses». (Fiscal Jay Richardson).

 
Richardson explicó entonces que Roof engañó a los feligreses, que creyeron que había acudido a rezar y que era «inofensivo». «No tenían ni idea del corazón frío y lleno de odio que tenía», apuntó.

Son estos sólo unos cuantos ejemplos de una violencia que debiera servir como urgente llamada de atención. No es que los medios escondan estos hechos, pero desafortunadamente son presentados de manera aislada, inconexa, y sin análisis serios y a fondo sobre lo que todo esto revela para la evaluación de la jerarquía imperante de valores en la sociedad estadounidense.

Existen pensadores y escritores estadounidenses, como Morris Berman, que han estado señalando lo que califican como la «decadencia cultural de Estados Unidos», proyectada en una degeneración de valores que amenaza cada vez más con “infectar” al mundo: individualismo exacerbado, agresiva competitividad, ignorancia, soberbia y nula capacidad de autocrítica.

Según el Southern Poverty Law Center (SPLC), una asociación de derechos civiles, durante 2016 surgieron 25 nuevos grupos de odio, crecimiento que en parte atribuyen a una campaña presidencial de Donald Trump caracterizada por la emisión de mensajes discriminatorios y racistas.

En total, el Southern Poverty Law Center contabilizó 917 grupos operando en territorio estadounidense, entre los que se incluyen asociaciones de supremacistas blancos contrarios a los inmigrantes indocumentados.

Desde 2010, las agencias policiales han reportado un promedio de unos 6.000 incidentes de crimen de odio por año al FBI. Pero los estudios del gobierno demuestran que el número real es mucho más alto – unos 260.000 por año. Muchos crímenes de odio nunca son denunciados, en gran parte porque las víctimas son renuentes a ir a la policía. Southern Poverty Law Center

 
¿Neonazis en los departamentos de policía de Estados Unidos?

Aquí vale la pena recordar que el FBI ha confirmado en este contexto que los departamentos de policía de los Estados Unidos han sido deliberadamente infiltrados durante años por organizaciones de supremacía blanca como el KKK, tal como publicaron diferentes medios en mayo de 2015.

Ya en octubre de 2006 el FBI había lanzado una advertencia sobre dicha infiltración, pero “cayó en oídos sordos”, hasta que en 2015 el reporte titulado en inglés “White supremacist infiltration of law enforcement”, empezó a ser revisado por expertos en la lucha contra grupos de odio y terrorismo doméstico.

El reporte señala, entre otros casos, que una corte federal determinó que miembros del Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles (LASD), habían organizado en su interior una pandilla de corte neonazi. Los oficiales involucrados, según el reporte, no mantenían sus ideas para sí mismos, sino que de manera habitual “aterrorizaban a la comunidad afroamericana”.

El FBI documentó igualmente el caso por el que el Departamento de Policía de Chicago tuvo que despedir a un detective tras descubrir que tenía muy estrechos vínculos con el Ku Klux Klan. A ese detective, Jon Burge, se le descubrió haber aplicado tácticas de tortura durante décadas a alrededor de 100 afroamericanos. Burge fue liberado después de haber pasado menos de cuatro años tras las rejas.

En un departamento del Sheriff en Texas, se descubrió que dos de sus oficiales, no sólo pertenecían al KKK, sino que cumplían funciones de reclutadores para los grupos de odio.

Entre los años de 2008 a 2014, el número de infiltraciones documentadas de los cuerpos policiales se elevó de 150 a 1000, pero lo peor de todo es que en la mayoría de los casos, los oficiales involucrados nunca fueron despedidos tras haberse sido descubierta su afiliación a grupos de odio.

¿Neonazis en el Ejército de Estados Unidos?

En un artículo para ‘The Guardian‘, el periodista Matt Kennard presenta los resultados de varios años de investigación sobre la presencia de miembros de grupos neonazis y de la supremacía blanca en el Ejército estadounidense. De acuerdo con el periodista, estas personas reciben muy poca presión por parte del Pentágono, que todos estos años estuvo muy «desesperado por mantener el suministro de tropas» a Medio Oriente.

«Como parte de mi investigación he hablado con veteranos que se habían convertido en supremacistas blancos antes del servicio y se unieron para tener acceso a las armas y la formación, así como con veteranos que se habían radicalizado después de regresar de la guerra». (Matt Kennard)

 
Según datos del FBI, hay cientos de supremacistas blancos infiltrados en el Ejército norteamericano o en la comunidad de veteranos.

Trump: «glorioso líder»

Qué decir sobre el prominente fascista Andrew Anglin quien llamó a Trump «el Glorioso Líder«. Cuando Trump ganó múltiples primarias en mayo, Anglin escribió en su sitio web Daily Stormer:

«Los hombres blancos en América y en todo el planeta están de fiesta después de la victoria decisiva de Trump sobre los enemigos malvados de nuestra raza».

 
Ahora, tras los acontecimientos fatales ocurridos en Charlottesville, el mismo Andrew Anglin celebró y aplaudió la primera respuesta de Donald Trump en la que omite condenar, y ni siquiera mencionar a los grupos supremacistas que protagonizaron dicha jornada de violencia.

«Los comentarios de Trump fueron buenos. No nos atacó. Sólo dijo que la nación debería unirse».

 
Después de haber recibido críticas a nivel mundial por su omisión de no llamar y condenar al racismo que genero la violencia en en Charlottesville (Virginia), finalmente el presidente Trump dijo de manera enérgica lo siguiente:

«El racismo es el mal. Y los que causan violencia en su nombre son criminales y matones, incluyendo el KKK, los neonazis, los supremacistas blancos y otros grupos de odio que son repugnantes a todo lo que queremos como estadounidenses».

 
Lo cierto es que que lo que ha venido ocurriendo en los últimos años en Estados Unidos, desde mucho antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, ha venido a hacer pedazos la idea de que Estados Unidos era ya una «sociedad post-racial».

Lo que escribiera en su maravilloso libro, «A People’s History of the United States», el gran historiador Howard Zinn, encierra un mensaje retador y vibrante para todo aquel que quiera entender las raíces de lo ocurrido en Charlottesville (Virginia):

“No hay un país en la historia mundial en el que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en los Estados Unidos. El problema de la «barrera racial» o «color line» todavía existe… ¿Cómo empezó? […] En las colonias inglesas la esclavitud pasó a ser rápidamente una institución estable, la relación laboral normal entre negros y blancos. Junto a ellas se desarrolló ese sentimiento racial especial –sea odio, menosprecio, piedad o paternalismo– que acompañaría la posición inferior de los negros en América durante los 350 años siguientes –esa combinación de rango inferior y pensamiento peyorativo que llamamos «racismo».

 

Redacción/Entre Noticias

 

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