Andrzej Wajda: El hombre de cine – por Jaime Casillas-Ugarte (@uva_canibal)

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Andrzej Wajda - Thumb

A la edad de 90 años falleció en su natal Polonia, el gran cineasta Andrzej Wajda. Su nombre puede ser que le diga poco a los cinéfilos contemporáneos, pero fue referencia obligada de cine excelso, desde mediados de los cincuenta hasta principios de los noventa. Claro que su obra se extendió hasta 2013, pero poco a poco fue relegada de nuestras pantallas. Los que la conocimos tuvimos que recurrir a las versiones en DVD y ocasionalmente a verlas en cinetecas y cineclubs.

Wadja quedará para la historia por su sobrio sentido narrativo. Su mirada sutil, pero muy incisiva, en todo lo que su cámara veía. Pero acaso su mayor contribución no fue aquilatada dentro del mundo del cine: Wadja fue uno de esos artistas que soñaron con cambiar al mundo y lo logró.

Siempre comprometido y pensante, hay un período muy claro en su producción cinematográfica, en que sus películas se preocuparon por retratar su entorno. La vida y la nación que le tocó vivir.

Polonia es un país que a lo largo de la historia ha existido a intervalos. Aparece y desaparece entre de los siglos, siendo su territorio, pasto de las invasiones. Después de la gran guerra (1914-1918) surge de las cenizas del imperio austrohúngaro y se establece como nación independiente. En 1939 es invadida por Alemania, en el primer acto beligerante por parte del Tercer Reich, comenzando por este hecho, ese periodo de la historia del siglo XX conocido como segunda guerra mundial (1939-1945). Al final del conflicto armado, quedó dentro del esquema que operó para los países del este europeo, bajo el universo de influencia del estado soviético.

Es en Polonia donde comienza, dicen los que saben, con la caída de una ficha de dominó, el gran movimiento social que culminará, en 1991, con la desaparición de la Unión Soviética, el nacimiento de un nuevo mapa geopolítico europeo y el fin de una historia llamada comunismo.

Claro que es pensar en Walesa y el sindicato Solidaridad, en la afrenta pequeña de unos obreros en los astilleros de Gdansk, pero también la gran contribución de un cineasta, precisamente Andrzej Wajda, que desde antes de que todo eso sucediera, ya soñaba en sus películas con otra Polonia.

Así definió alguna vez su obra: “Si yo pudiera encontrar un hilo conductor en mi obra, creo que éste sería la lucha del hombre por la conquista de la libertad. Pero esta tarea siempre es difícil y la mayoría de las veces esta lucha se paga con un fracaso.”

Wajda era un adolescente cuando comenzó la segunda guerra mundial. (Había nacido en 1926) A pesar de eso, se sumó al movimiento de resistencia. Terminado el conflicto ingresó a la Academia de Artes de Cracovia. Quería ser pintor. “Integraba un equipo que se consagraba al naturalismo”, recuerda en una entrevista que le realizó el periodista Jean Luc Douin, “ y poco a poco tuve la sensación de que nos encontrábamos en un callejón sin salida. No había ninguna presión oficial, pero estábamos en la linea del stalinismo. Me volví a encontrar en la orilla del Báltico por tres días. Llovía. Decidí que si continuaba lloviendo me lanzaría al cine. Al días siguiente llovió, e ingresé en la escuela de cine de Lodz.””

A diferencia de sus compañeros de generación, Polanski y Zulawski que emigraron de Polonia (acaso lo que antes de ellos había hecho Joseph Conrad), Wajda se quedó a pensar su país.

De esta reflexión proviene una obra que tiene siempre la obsesión de relatar la gran dificultad de ser polaco, de ser Polonia. Su cine habla de las épocas históricas, de la invasiones, de la perpetua resistencia práctica y simbólica, ante la amenaza de dejar de ser lo que se era. Puede irse en el tiempo de los imperios, como en la extraordinaria “La Tierra de la Gran Promesa” (1975), puede relatar los horrores de la segunda guerra mundial como: “Kanal” (1956), “Cenizas y Diamantes” (1958) y hasta una de sus últimas películas “Katyn” (2007), o puede hablar del opresivo socialismo real como: “El Hombre de Mármol” (1977), “Sin Anestesia” (1978), “El Director de Orquesta” (1980) y “El Hombre de Hierro” (1981).

En estas cintas los personajes de Wadja son atrapados por las espirales de la historia y su actuar estará tamizado por el devenir de su época. Lo importante de este cineasta es que encontró la dimensión humana, la desacralización de los mitos, la dimensión adecuada entre lo público y lo privado.

El cine de Wadja fue un cine crítico, que a veces de manera abierta, a veces buscando alegorías, siempre tuvo una posición definida y contribuyó definitivamente a propulsar el cambio que comenzó en la Polonia-satélite-soviético y terminó en la Polonia de la democracia parlamentaria. Nada mejor representa este cambio, que la misma elección del cineasta, que en 1989 se convirtió en senador, adherido a las listas de Solidaridad.
Andrzej Wajda un artista que soñó con el cambio y lo impulsó desde los territorios simbólicos, para coronarlo en los territorios prácticos.

 

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