¿Cambió con Obama la vieja ideología del “excepcionalismo estadounidense”? – por Rubén Luengas

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Obama-Maduro

Por Rubén Luengas

“Los mexicanos son un pueblo miserable; miserable en su origen, historia y carácter, quienes deben eventualmente hacerse a un lado como hicieron los indios … Estados Unidos debe expandirse no por la guerra, sino por el poder de sus ideas, por el avance firme de una raza superior, con ideas superiores y una mejor civilización. Por ser mejor que México, más sabio, más humano, más libre y viril”

Lo anterior fue dicho por el reverendo Theodore Parker, en 1846, justo cuando Estados Unidos veía a México como un territorio de oportunidad para expandir su poder y año en el que inicio uno de los episodios más trágicos de la historia del México “independiente”, conocido como la “Intervención Estadounidense en México”, conflicto bélico que enfrentó a los dos países, en el que los soldados estadounidenses entraron hasta la Ciudad de México en 1847 encabezados por el General Winflield Scott , hasta que EE.UU. adquirió el 2 de febrero de 1848 con la firma de la Paz y el Tratado Guadalupe Hidalgo, más de un millón 200 mil kilómetros cuadrados del territorio mexicano que incluían la Alta California, así como lo que ahora son los estados de Nuevo México y Arizona.

Otra sorprendente referencia de la época hacia los mexicanos es la del explorador, abogado y viajero Thomas Jefferson Farnham: “ Los mexicanos son una raza de hombres pusilánimes y no es apta para controlar los destinos de ese hermoso país”.

Una más del estilo en 1846, el editorial del Richmond Times: “¿Estamos preparados para poner en igualdad social y política con nosotros, la mitad de las especies y razas mestizas de México? La idea es repugnante”.

Podrían llenarse muchas páginas con citas similares que revelan la peligrosa y mitológica idea del llamado “excepcionalismo norteamericano”. Doctrina que defiende muchos hasta la fecha, incluido el presidente Barack Obama quien ha sostenido que los ideales y principios de EE.UU. hacen al país “diferente y excepcional”. De hecho, todos los políticos norteamericanos declaran esto como si fuera dogma de fe, aunque algunos no lo crean, porque de lo contrarió dejarían de ser electoralmente viables.

Siendo Secretaria de Estado bajo la presidencia de Bill Clinton, la señora Madeleine Albright se refirió alguna vez a su país como “la nación indispensable”.

El escritor estadounidense Morris Berman, describe en su libro “Cuestión de Valores”, como esto tiene que ver con una noción histórica que los norteamericanos tienen de ser “pueblo elegido”, remontándose a quien sería futuro gobernador de la Colonia de Massachusetts Bay, John Winthrop, cuando viajaba de Inglaterra hacia América en el Arabella, en 1630: “Nos daremos cuenta de que el Dios de Israel está entre nosotros … Nos llenará de alabanza y de gloria …Pues hemos de considerar que seremos como una Ciudad en una Colina. Todos los ojos estarán puestos en nosotros”.

Explica Berman que “los puritanos tomaron a los judíos del Viejo Testamento como su modelo, en donde el éxodo de Egipto y la invasión de Canaan fueron vistos como el paradigma para el establecimiento de las colonias. La noción de que la historia de Estados Unidos es la principal manifestación de la voluntad de Dios en la tierra, conserva un gran arraigo en la psique norteamericana”.

En este contexto, gran revuelo causó un artículo de opinión del presidente ruso Vladimir Putin publicado el 11 de septiembre de 2013 en The New York Times en el que se refiere al “excepcionalismo estadounidense”. Putin escribió: “Es extremadamente peligroso animar a la gente a verse así misma como un caso excepcional, sea cual sea el motivo. Hay países grandes y pequeños, pobres y ricos, países con tradiciones democráticas seculares y otros que están recorriendo el camino hacia la democracia. Sus políticas también son diferentes. Todos somos diferentes, pero cuando pedimos que Dios nos bendiga, no debemos olvidar que Dios creó a todos iguales”.

El problema de las identidades religioso-nacionalistas en cualquier parte del mundo, es que terminan impidiendo verse a sí mismas como lo que en realidad son, caracterizándose por esconder en el patriotismo mal entendido, lo que muchas veces no es más que intolerancia al desacuerdo y a la disidencia. Por eso aquello que le ha hecho tanto daño a muchos naciones en el mundo en el sentido antidemocrático de que “un verdadero patriota no critica a su país y menos en tiempos de guerra”.

Para el periodista ganador del Premio Pulitzer Chris Hedges, no sólo son tiempos para el ejercicio de la crítica, como debiera garantizarse cabalmente en países democráticos, sino hasta para demandar al gobierno, tal como Hedges lo hiciera en enero de 2012 para impugnar la legalidad de la Ley de Autorización de Defensa Nacional, que incluye disposiciones controvertidas que autorizan al ejercito a encarcelar indefinidamente a cualquier persona que se considere “sospechosa” de terrorismo en cualquier parte del mundo, sin presentar cargos y sin iniciarse un juicio. Los críticos de la ley aseguran que está redactada de una manera tan general y ambigua, que su aplicación podría abarcar a los periodistas que informan críticamente sobre cuestiones relacionadas con el terrorismo, como el propio Hedges quien asegura: “La ley es claramente inconstitucional y significa un ataque enorme y atroz contra nuestra democracia, al anular más de 200 años de legislación que ha mantenido al Ejército fuera de los asuntos políticos internos”.

Excelente ejemplo para identificar el peligro de que corra en el ADN de la identidad de cualquier pueblo, de cualquier país, la idea de la “excepcionalidad” y más aún cuando dicha “excepcionalidad” se concibe como “Derecho Manifiesto”, otorgado nada más y nada menos que por Dios, a una supuesta “raza superior”, para la realización de una misión divina en la tierra, habiendo sido precisamente ese el pretexto utilizado por el presidente de Estados Unidos James Polk en 1846 para apropiarse de más de la mitad del territorio mexicano.

Recordemos por otro lado lo que aparecía grabado en la hebilla del cinturón del uniforme nazi: “Gott mit uns (literalmente en alemán, “Dios con nosotros”). De igual manera el grito de guerra del Imperio Romano y del Imperio Bizantino fue “Nobiscum deus”, (Dios con nosotros).

El alcance más profundo y significativo de los abominables ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, no se ubican hoy en el ataque mismo, sino en las respuestas de Estados Unidos y el advenimiento de un “nuevo orden mundial” definido por la llamada “guerra contra el terrorismo”, que se manipuló en la era Bush haciendo uso intencional del miedo con fines políticos internos, tal como lo confesara Tom Ridge, ex Secretario de Seguridad Interna de Bush y con la exaltación de un patriotismo frenético, basado precisamente en la noción de “excepcionalidad norteamericana”, lo que sin duda implicó un serio peligro para los valores propios del discurso democrático, pues en los últimos 14 años dichos valores, los de la verdad, los de los derechos humanos y el respeto al derecho y acuerdos internacionales fueron aniquilados por relaciones internacionales de poder que privilegian en primer lugar el uso de la fuerza.

Corren tiempos en Estados Unidos en los que ni la educación, incluida la instrucción que se imparte mayoritariamente en las universidades, ni la mayoría de diferentes iglesias con su nutrida oferta de variadas denominaciones religiosas, y por supuesto, ni los grandes medios de comunicación comprometidos esencialmente con el negocio del entretenimiento de pésima calidad, están favoreciendo lo que se antoja como cada vez más urgente en la sociedad estadounidense y mundial: la construcción de una identidad crítica que le permita verse a sí misma como verdaderamente es, además de ver críticamente lo que sus gobiernos hacen en su nombre, en el de la patria y hasta en el nombre de Dios, como cuando el presidente Harry Truman apeló a la divinidad sobre el uso de la bomba atómica: “Le pido a Dios su guía para usarla según sus designios”.

Casi 70 años después de esa plegaria presidencial escalofriante, se sigue asumiendo en Estados Unidos que el país representa la mayor fuerza del bien en el mundo y que por eso el uso de su fuerza bélica puede ser ilimitada, porque es “profundamente moral”.

La proclamación de ese acto de fe arraigado históricamente en la creencia del ya varias veces referido “excepcionalismo norteamericano”, ha condicionado como una muy pesada carga, la ejecución realista, convincente y efectiva de la política exterior estadounidense en este tiempo tan delicado y peligroso de encrucijada y desconcierto global.

Cuando Barack Obama ganó la elección presidencial en noviembre de 2008 tras los ocho años desastrosos de George W Bush en la Casa Blanca, se empezó a hablar del retorno de Estados Unidos a su verdadera esencia de “nación de nobles ideales”. En el San Francisco Chronicle el columnista Mark Morford escribió que “las personas con alta moral consideran a Obama como un ‘portador de luz’ que podría ayudar a marcar el comienzo de una nueva existencia en el planeta”.

Cada quien tendrá su opinión sobre las expectativas que generó el arribo a la presidencia de Barack Obama y los resultados que se tienen tras más de seis años de gestión, pero un hecho verificable en los hechos, es que la política exterior de su administración continuó reflejando la noción de esa identidad de pretendida excepcionaldad que desde una “Ciudad en la Colina” determina verticalmente quiénes son los “buenos” y quienes son los “malos”. El ejemplo más reciente es el lenguaje utilizado por la Acción Ejecutiva de Obama para declarar “emergencia nacional” por la situación política de Venezuela y su declaración de que ese país sudamericano constituye “una amenaza a la seguridad nacional” de Estados Unidos. Muchos en el mundo se preguntan: ¿Es este lenguaje el anuncio de posibles acciones de fuerza contra Venezuela?

¿Tienes alguna opinión?. Escríbela a continuación, siempre estamos atentos a tus comentarios.

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8 Comentarios

  1. Ese es el pretexto de Obama para lanzarse contra Venezuela. Todos sabemos que lo dicho por Obama es una mentira, y para los sionazis, mentir es su característica fundamental. Los que sufrirían son los Venezolanos y toda suramérica, y nosotros también.; lo bueno es que no creo que se lancen; están solos, compadre.

  2. SORRY esta es la continuacion de mi comentario. Grita alarma, alarma! Pero como es posible que no lo alarme la realidad mexicana? Asesinatos de mexicanos y de extranjeros, incluyendo ciudadanos americanos, la colusion del gobierno con la delincuencia, la corrupcion, la impunidad, las balaceras y los granadazos EN LA FRONTERA, eso no es preocupante para Obama. Y si lo es un gobierno que protege y defiende a su pais de vendepatrias y entreguistas. Ahora entaiendo por que a pena nieto le dan reconocimientaos a granel.

  3. Lastimosamente el Imperio Yanqui, los gringos no solo piensan así de México sino de todos los Latinoamericanos y los pueblos del Tercer mundo para justificar sus agresiones crímenes y despojo de los recursos naturales de estos países. Cuantas muertes asesinatos tienen en su cuenta, millones.
    quien es el verdadero peligro para la humanidad solamente hay que buscar quien ha invadido más páises, fomentado golpes de estado contra Gobiernos electos Democráticamente, Guerras injustas, muertes despojos.
    Tienen el Imperio puestos los ojos en Argentina, Brazil, Ecuador, Bolivia y los países que no aceptan Sus Principios de Excepcionalismo, Ojo con los Gringos.

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