El legado de Zygmunt Bauman: la “modernidad líquida”, un mal que lentamente diluye a la sociedad

“Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista". (Zygmunt Bauman)

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«Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota»

Zygmunt Bauman, fallecido el pasado domingo 9 de enero, fue uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y el creador del concepto de la “modernidad líquida”, que reflexiona, entre otros aspectos, sobre la debilidad de los nexos sociales y emocionales, la incertidumbre sobre el futuro y los cambios que ha traído la globalización al poder del Estado-nación.

Testigo de primera mano de las transformaciones que experimentó la sociedad europea, Zygmunt Bauman no dejó descansar su brazo y su cerebro y continuó escribiendo y reflexionando sobre la realidad sociopolítica mundial hasta su último día de vida. Su trabajo fue reconocido en 2010 con el Premio Príncipe de Asturias, que compartió con Alain Touraine.

De acuerdo a Bauman, en la condición actual del mundo, todo punto de referencia se ha desvanecido o «licuado» producto de la exacerbada acción individual. Esto mismo ha configurado un mundo inseguro y pleno de vacíos, donde lo momentáneo y lo transitorio dan curso a la fugacidad de la vida actual gobernada por los hechos impredecibles.

«La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir».

 

En este paso de la modernidad «sólida» a la «líquida», se ha creado un escenario sin precedentes para la práctica de la vida individual, por lo que las formas sociales se han diluido y no sirven como marco de referencia para las acciones humanas. Los individuos empalman una serie interminable de proyectos de corto plazo que no tienen una secuencia significativa y estas vidas fragmentadas requieren que las personas estén constantemente preparadas y dispuestas a cambiar de táctica, abandonar compromisos y lealtades sin arrepentimiento y buscar oportunidades en función de su disponibilidad actual.

Para Bauman, en la modernidad líquida el individuo debe actuar, planificar acciones y calcular las ganancias y las pérdidas probables en condiciones de incertidumbre endémica, pero siempre en sentido individual. Esto es lo que ha ocurrido con el mundo de las altas finanzas y el síndrome de la codicia de Wall Street, que no es más que una puerta abierta al desastre y al total derrumbe del mérito de la acción colectiva.

«¿Es el sentido del privilegio lo que hace felices a los ricos y poderosos? El progreso hacia la felicidad ¿se mide por número cada vez más reducido de compañeros de viaje?»

 

La consolidación de la xenofobia, el racismo y el rechazo a los refugiados son problemas que inquietaron a Bauman de forma intensa, sobre lo que ofreció conferencias por diversas universidades del mundo, especialmente las europeas para tratar de promover un ideario de respeto a la diferencia, así como promoviendo en los jóvenes una conciencia política sobre los problemas ambientales.

Su último libro “Extraños llamando a la puerta” evidencia como los sectores más conservadores de la sociedad europea se han venido favoreciendo del miedo y temor a los refugiados, criticando enfáticamente la construcción de barreras físicas y el tratamiento de las migraciones desde una perspectiva punitiva.

El amor fue también uno de los temas analizados por el científico social. Su libro “Amor Líquido», acerca de la fragilidad de los vínculos humanos en la «modernidad liquida» indaga cómo el amor y las formas de amar tomaron formas materiales mucho más inestables que las conocidas en el siglo XX. Si en las décadas pasadas se creía que las relaciones y el trabajo en equipo eran un sustento para el fortalecimiento de la sociedad, en las sociedades contemporáneas se privilegia el hedonismo y la búsqueda del bienestar emocional individual.

Con nuestro “culto a la satisfacción inmediata”, muchos de nosotros “hemos perdido la capacidad de esperar”.

 

Probablemente su mayor contribución en el campo sociológico sea precisamente el concepto de «modernidad líquida» con el que designa el proceso de integración del individuo a un nuevo tipo de sociedad, global, pero sin identidades fijas, por lo cual se ve obligado a adoptar diferentes máscaras para encontrar su lugar en ella.

Bauman exploró también la influencia de las redes sociales y la relación del hombre y el trabajo. «El viejo límite sagrado entre el horario laboral y el tiempo personal ha desaparecido. Estamos permanentemente disponibles, siempre en el puesto de trabajo».

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“Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón».

 

Zigmunt Bauman – el miedo y el mundo líquido

“El progreso, en resumen, ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal».

 

Ojalá esta breve nota motivada por la reciente muerte de Bauman, nos motive a ir a las librerías a adquirir alguno de sus libros. Todos importantes y de gran ayuda para tratar de entender la incertidumbre mundial que parece gobernarnos. El título de uno en particular, describe en sí mismo la tragedia humana que parece caracterizarnos: Ceguera moral

El mal no se limita a la guerra ni a las circunstancias en que las personas actúan bajo una presión extrema. Cada vez con más frecuencia, el mal se revela en la cotidiana insensibilidad hacia el sufrimiento de los demás, en la incapacidad y el rechazo a comprenderlos y en el eventual desplazamiento de la propia mirada ética. El mal y la ceguera moral acechan en la trivialidad y la banalidad de la vida cotidiana, y no solo en los casos anormales y excepcionales. La ceguera moral que define a nuestras sociedades la analizan brillantemente Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis a partir del concepto de adiáfora: el acto de situar ciertos actos o categorías de los seres humanos fuera del universo de evaluaciones y obligaciones morales. La adiáfora implica una actitud de indiferencia hacia lo que acontece en el mundo; un entumecimiento moral. En una vida cuyos ritmos están dictados por guerras de audiencias e ingresos de taquilla, donde la gente está absorta ante sus aparatos tecnológicos y al pendiente de sus redes sociales; en nuestra vida apresurada en la cual rara vez hay tiempo para detenernos y prestar atención a temas de importancia, corremos el grave riesgo de perder la sensibilidad ante los problemas de los demás. Salvo las celebridades y las estrellas mediáticas, nadie puede esperar ser tomado en cuenta en una sociedad extenuada por la información sensacionalista y sin valor. He aquí una penetrante investigación sobre el destino de nuestra sensibilidad moral, dirigida a quienes se preocupan por los profundos cambios que silenciosamente configuran las vidas de todos en nuestro contemporáneo mundo líquido.

 

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