El narco mexicano-estadounidense

“El problema del consumo masivo de estupefacientes está en EE UU, y México pone los muertos. En su mayoría –un 83%– son hombres jóvenes, entre 17 y 23 años. Buena parte de una generación sobre la que tendría que estar construyéndose el futuro de México".

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Narco

El régimen del PRI, recuerdan Wallace y Boullosa, gestionó durante siete décadas la producción y tráfico de drogas como si se tratase de un sector más de la economía

Por Lino González Veiguela

Hace unos meses, la escritora mexicana Carmen Boullosa y su marido, el historiador estadounidense Mike Wallace, galardonado con el premio Pulitzer, publicaron el libro A Narco History: How the United States and Mexico jointly created the “Mexican drug war” (OR Books, 2015). A diferencia de otras obras, que se concentran casi exclusivamente en el lado mexicano de la frontera, Boullosa y Wallace ofrecen el contrapunto del lado estadounidense. Para los autores, resulta imposible comprender qué está pasando en México sin prestar atención a los intercambios comerciales y políticos que se han producido entre ambos países durante el último siglo. esglobal ha charlado con la autora aprovechando su paso por Madrid para participar en el festival literario Eñe.

Ayotzinapa como símbolo

“Dedicamos las páginas iniciales del libro a la desaparición forzada de 43 estudiantes en Ayotzinapa porque el caso concentra muchos de los males del país. Ha servido, además, para que se hable de los desaparecidos. ¿Cuántos desaparecidos van en México? No lo sabemos. Las autoridades afirmaron hace un tiempo que se contaban 28.000 desaparecidos. Después redujeron la cifra hasta los 24.000. Pero fuentes no oficiales hablan de, al menos, 40.000 desaparecidos. Así que no lo sabemos. Y es algo insoportable”. Boullosa critica al Gobierno por su escaso compromiso a la hora de dar respuestas a los familiares de los desaparecidos. Se ha anunciado la promulgación de una ley sobre desapariciones forzadas en los próximos meses. “Soy pesimista sobre el compromiso de las autoridades para implementar una ley efectiva al respecto. No hay más que ver todas los obstáculos que han puesto y siguen poniendo para que se aclare la desaparición de Ayotzinapa”.

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El vecino incómodo

Tras su relato de los sucesos de Ayotzinapa, Boullosa y Wallace dedican unos breves capítulos a comentar los hitos más importantes en la relación entre México y Estados Unidos, tanto a nivel económico como, sobre todo, en relación a las políticas prohibicionistas a ambos lados de la frontera. “Aunque la mayor parte del libro está dedicada a los últimos diez años de la historia mexicana, creímos necesario ofrecer al lector una perspectiva histórica básica. Sin ella es imposible entender cómo hemos llegado a la situación que vive actualmente mi país”, dice Carmen Boullosa. En los últimos cien años no faltaron voces a ambos lados de la frontera que trataron de convencer a los gobernantes de que la lucha contra las drogas era una cuestión de salud pública y no un problema que se pudiera abordar sólo desde la represión. “Esas voces casi nunca fueron escuchadas en Estados Unidos ni en México. A su vez, desde Washington se ha tratado de imponer a los mexicanos, especialmente en los últimos años, una política de represión y enfrentamiento”, comenta Boullosa.

Los mercados y los muertos

“Vivo buena parte del año en Nueva York y mi impresión es que cada vez se informa menos de lo que ocurre al sur de la frontera. Cómo si la situación en México no estuviese relacionada con el gran consumo de narcóticos en EE UU ni con las armas estadounidenses que cruzan la frontera rumbo al sur. Mi única explicación para este relativo desinterés –y soy consciente de que no lo explica todo– es que hace años interesaba que se informase más para lograr un objetivo importante: vender armas”, explica Boullosa.

Según The Washington Post, el Ejecutivo de Peña Nieto ha comprado armas estadounidenses por un valor de 3.500 millones de dólares desde que inició su mandato en diciembre de 2012. Tanto a al Gobierno estadounidense como a contratistas armamentísticos privados. Además, 2014 fue el mejor año de venta de armas en México. Principalmente estadounidenses, pero también israelíes y de varios países europeos. A ello hay que sumar el auge de los servicios de seguridad privados: uno de los mercados más pujantes de México. “En el libro nos referimos al poder de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), capaz de impedir la extensión de un veto, que terminaba en 2004, sobre fabricación de armas semiautomáticas en EE UU. Una vez levantado el veto, comenzaron a multiplicarse las armas de ese tipo –los AK-47 (cuernos de chivo) y otros modelos– al sur de la frontera”. Su uso ya sería masivo a partir del 2006, cuando se desencadenó la llamada “guerra contra el narco”. Por lo general, armas compradas legalmente en armerías estadounidenses.

“El problema del consumo masivo de estupefacientes está en EE UU, y México pone los muertos. En su mayoría –un 83%– son hombres jóvenes, entre 17 y 23 años. Buena parte de una generación sobre la que tendría que estar construyéndose el futuro de México. Además, hay que tener en cuenta los miles de jóvenes que están trabajando para los grupos criminales, en la mayoría de los casos por falta de alternativas vitales”, explica Boullosa.

México fragmentado

El régimen del PRI, recuerdan Wallace y Boullosa, gestionó durante siete décadas la producción y tráfico de drogas como si se tratase de un sector más de la economía. “Se estableció el sistema de plazas. Los narcos pagaban a las autoridades a cambio de una amplia permisividad para realizar sus negocios. Periódicamente se producían operaciones para destruir cultivos o se detenía a narcotraficantes importantes si, por ejemplo, se recibían presiones de EE UU. La violencia, aunque existió siempre, tenía una incidencia infinitamente menor que en los últimos años”, explica Boullosa. El volumen de negocio del narco mexicano, vendiendo sus productos al por mayor al norte de la frontera, se estima en unos 30.000 millones de dólares. El negocio en Estados Unidos de esa misma mercancía ascendería a 120.000 millones.

¿Qué cambió entonces para que el país se sumergiese en un baño de sangre? Según los autores, se produjo una doble fragmentación. Por una parte, comenta Boullosa, la llegada al poder de nuevos partidos al escenario político mexicano rompió con el sistema de partido único que había construido el viejo sistema de las plazas. Los grupos criminales comenzaron a pactar –o a amedrentar– a autoridades de distinto signo político. “Los distintos poderes que tienen poder sobre un territorio –federal, estatal y local– pueden estar en manos de partidos políticos distintos. Igual puede decirse de las fuerzas del orden encargadas de velar por la seguridad y, que bien a cambio de dinero, bien por temor a recibir represalias si no colaboran con el crimen organizado, actúan en ocasiones como colaboradores necesarios de esos criminales enfrentadas a otros cuerpos policiales o militares”.

A esa fragmentación política, se sumó una estrategia de detenciones de importantes narcos que, además de no terminar con el tráfico de drogas, fragmentó las grandes organizaciones, sumando luchas por el poder a las luchas de poder que siempre han existido entre grupos criminales. “Cuando detienes al líder de un gran cártel, la organización no desaparece. Hemos visto que, por lo general, la organización se fragmenta generando más violencia entre grupos. Es como cuando tratas de cortar la cabeza a la Hidra: salen otras dos cabezas nuevas”. En lo que va de legislatura, añade la autora, se ha detenido a los jefes de cinco grandes cárteles –Zetas, Juárez, Bertrán, Leyva y Sinaloa (aunque el Chapo ya se ha fugado) –, “¿y qué se ha conseguido?”. Recientemente, Animal Político hablaba de la fragmentación progresiva del paisaje criminal en México. “Intenté seguir el árbol genealógico de esos pequeños grupos pero fui incapaz”, dice Boullosa.

“Los pequeños grupos criminales dirigen buen parte sus acciones contra estratos de la sociedad que antes no eran objetivos. Hablamos de pequeños grupos criminales dedicados, por ejemplo, a la extorsión y a los secuestros. Estos grupos se han multiplicado –en ocasiones con la participación de miembros de las fuerzas policiales– y eligen como víctimas a personas pertenecientes a los estratos medios y bajos de la sociedad. Consiguen menos dinero con cada delito, pero su negocio está en cometer muchos”. Muchos ciudadanos ni siquiera denuncian este tipo de delitos por miedo a que elementos policiales sean cómplices de los delincuentes. Además, saben que la impunidad es altísima, y no tienen ninguna confianza en que las fuerzas policiales y judiciales vayan a detener y juzgar a los responsables.

¿Y el futuro?

Boullosa afirma que era más optimista hace unos meses sobre el futuro de México que en estos momentos. “La caída del precio del petróleo se ha convertido en un grave problema. El bajo precio significará menos ingresos para las arcas mexicanas [además, la producción está bajando, Venezuela ya ha desplazado a México como tercer proveedor de crudo de Estados Unidos]. También hay que tener en cuenta que la confianza de los ciudadanos en el Gobierno es muy, muy baja. Dinero –para inversiones – y confianza son los dos pilares básicos que se necesitarían, en nuestra opinión, para construir un nuevo país. Está claro que la política de represión militar y policial no ha funcionado. Se debería reconstruir el tejido social, ofreciendo alternativas a los jóvenes. Si es necesario, México debería solicitar ayuda internacional para llevar a cabo un plan integral que comience a poner solución a la grave situación que se vive en el país. No veo factible que esto pueda llevarse a cabo a corto plazo”, dice Boullosa.

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