Lo que no se dice en EE.UU. sobre los «expertos» de la guerra – por Rubén Luengas

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Expertos de Guerra

Los «expertos» que apremian en televisión medidas más «audaces» por parte de Obama para enfrentar a la «rebautizada» amenaza terrorista, están sin duda involucrados en el millonario negocio de la guerra. Argumentar lo contrario equivaldría a decir que Mickey Mouse no está involucrado en Disneylandia.

Por Rubén Luengas

Tras el anuncio del plan del presidente Obama el pasado 10 de septiembre para «disminuir y finalmente destruir» a la organización terrorista del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, empezó en Estados Unidos la procesión mediática de «expertos» dando sus recomendaciones sobre las mejores tácticas y estrategias militares que según ellos debiera seguir la Casa Blanca para asegurar el éxito de la nueva cruzada del «bien contra el mal». Pero lo que callan los medios de comunicación, en particular la televisión estadounidense, es que los «analistas» que andan circulando ante sus cámaras diciendo que el gobierno de Obama debe intensificar la ofensiva contra el EI, están estrechamente vinculados con la industria militar: «Son directores y asesores rentados por algunos de los contratistas militares más grandes del mundo», señala Lee Fang, autor del reportaje publicado en la revista The Nation: «Who’s Paying the Pro- War Pundits?» (¿Quién le paga a los expertos pro-guerra?).

El general retirado Jack Keane ha aparecido al menos 9 veces en Fox News en un lapso de 2 meses, opinando sobre la estrategia que se debe llevar a cabo en el Medio Oriente, pero sin que los presentadores televisivos le informen a la audiencia que el general retirado es asesor especial de Academi, empresa privada «proveedora de servicios de élite de seguridad a nivel global», antes conocida como Blackwater, y miembro del comité de la compañía aerospacial y de defensa, General Dynamics, que ofrece «un amplio portafolio de productos y servicios en negocios de aviación, vehículos de combate, sistemas de armas y municiones, construcción naval y sistemas de tecnología de la comunicación».

Jack Keane es también socio de la empresa CPS Partners, firma de inversiones que trabaja con contratistas de defensa y supervisor del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) (http://www.understandingwar.org/), mismo que proporcionó la información sobre el EI que utilizan diariamente medios como The New York Times o la BBC, que encabezó las acciones para armar a los grupos opositores sirios para derrocar al gobierno de Bashar Al Assad y cuya directora, Jessica Lewis, dijo el pasado 3 de septiembre a la cadena MSNBC que el «Estado Islámico podría muy pronto poner su mirada sobre los Estados Unidos».

Los «expertos» que apremian en televisión medidas más «audaces» por parte de Obama para enfrentar a la «rebautizada» amenaza terrorista, están sin duda involucrados en el millonario negocio de la guerra. Argumentar lo contrario equivaldría a decir que Mickey Mouse no está involucrado en Disneylandia.

El periodista de investigación Tim Shorrock autor de Spies for Hire: The Secret World of Intelligence Outsourcing (Espías por contrato: el mundo secreto de la subcontratación de los servicios de inteligencia), dijo en julio de 2010 al programa Democracy Now: «Cualquiera que haya cubierto información sobre inteligencia o seguridad nacional en Washington, sabe que los servicios de inteligencia se han privatizado a un nivel increíble». Esto en relación a la serie de artículos de investigación publicados por el Washington Post el 19 de julio de 2010 por los ganadores del Premio Pulitzer, Dana Priest y William Arkin, quienes pusieron al descubierto que las agencias de seguridad, contraterrorista y espionaje de Estados Unidos, sostienen negocios con más de 1.900 compañías privadas. Negocios que están asociados o son parte de lo que se conoce como el «complejo militar industrial» (CMI).

Lo que el presidente Dwight Eisenhower denominó en su discurso del 17 de enero de 1961 como CMI, advirtiendo que el país no debía fallar en comprender las graves implicaciones de la creación de una industria permanente de armamento de vastas proporciones y que había que cuidarse de la influencia injustificada de dicho «complejo militar industrial» que pudiera «poner en peligro las libertades civiles y la democracia», es hoy un engendro privado descomunal que tiene una tremenda influencia en la sociedad norteamericana y ante el que han abdicado importantísimas y diversas responsabilidades gubernamentales, como la seguridad o los servicios de inteligencia, socavando con ello la democracia y dejando a los estadounidenses con la extendida creencia de que el gobierno no es capaz de realizar las funciones que le han sido encomendadas por la democracia misma.

En los hechos, al «complejo militar industrial» le estorba la democracia, pero se refugia en ella, simulando que actúa en su nombre, pervirtiendo el lenguaje de manera tal que tras sus palabras queden ocultas las verdaderas intenciones: «No es una guerra contra el Estado Islámico. Es una operación contra el terrorismo», dijo el Secretario de Estado John Kerry a la cadena CNN. Luego la Casa Blanca a través de su portavoz, Josh Earnest, acepto «estar en guerra contra el Estado Islámico contradiciendo al propio Kerry.

Ahora que han empezado los bombardeos de EE.UU. en Siria, además de las contradicciones, volvemos a escuchar la utilización del lenguaje orwelliano de la guerra en el que por ejemplo, el asesinato de mujeres y niños, nunca es asesinato de civiles, sino algo que se convierte en simple «daño colateral» y la tortura nunca es tortura sino el simple uso de «técnicas de interrogación». Muy al estilo de la «neolengua» plasmada por George Orwell en su novela 1984 y de las tres consignas del partido único descrito en la famosa obra por el escritor inglés: «La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, y la ignorancia es la fuerza».

En la «neolengua» de la novela de Orwell y en la de la realidad actual, donde la «neolengua» se trasladada miméticamente del gobierno estadounidense y el complejo militar industrial a los medios de comunicación, el lenguaje es utilizado para hacer creer a la gente que la guerra asegurará eventualmente la libertad, la seguridad y la democracia. Recordemos en ese sentido la repugnante respuesta de la Secretaria de Estado del Gobierno de Bill Clinton, Madeline Albright. a la periodista Lesley Stahl en el programa 60 Minutos cuando esta le pregunto sobre el asesinato de 500.000 niños en Irak por parte de las superpotencias occidentales durante el bloqueo al régimen de Sadam Husein: «Creo que es una opción muy dura, pero el precio, pensamos, el precio merece la pena» («I think that is a ver hard choice, but the price, we think , the price is woth it .»).

Sin haber interiorizado críticamente variadas declaraciones como la de Madeline Albright o las bien documentadas mentiras de las que anteriores gobiernos en EE.UU. han echado mano para justificar públicamente sus intervenciones militares, como las del presidente Woodrow Wilson (premio Nobel de la Paz) en 1917 cuando contrató al periodista y publicista George Creel para dirigir su oficina de propaganda. Matriz histórica de las técnicas psicológicas empleadas en campañas masivas de desinformación para provocar en la población la aceptación de algo originalmente no deseado.En el caso de Wilson, que Estados Unidos entrara a escena en la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los estadounidenses acepta hoy la «neolengua oficial» de los llamados «expertos», que hablan en el nombre de sus intereses, y los términos que les impone verticalmente el Estado. Términos como los que «justifican» hoy los nuevos bombardeos sobre Irak y Siria y que delimitan el espacio público tan reducido para lo que debiera ser una discusión necesaria e irrenunciable en sociedades genuinamente democráticas. Discusión que, dejando clara la condena inequívoca de los crímenes y las acciones abominables de los terroristas del llamado Estado Islámico, ahondara en sus causas, sus apoyos, su financiamiento y su presunto uso para fines geopolíticos inconfesables.

En este contexto, la verdad es un enorme vacío en el centro de la sociedad al que parece sumarse el deseo colectivo de no querer crecer, de huir de las responsabilidades de la edad adulta y seguir mejor destinando la energía emocional e intelectual, teledirigida de manera abrumadora hacia lo trivial. Permitiendo que sean los «expertos», los políticos y las «celebridades» del periodismo nacional quienes desde sus «púlpitos» mediáticos, pontifiquen y determinen sobre lo que se debe o no pensar de esta guerra sin fin en los tiempos del cólera terrorista.

¿Tienes alguna opinión?. Escríbela a continuación, siempre estamos atentos a tus comentarios.

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