Hoy presenciamos la masificación del llamado “maíz transgénico”, especie a la cual se le introducen artificialmente características biológicas nuevas, provenientes de otras especies de plantas, animales o bacterias
El desarrollo de cultivos transgénicos de maíz en México conlleva un alto riesgo para las especies endémicas y la economía agrícola del país.
Maíz, palabra de origen indio caribeño, significa literalmente “lo que sustenta la vida”. Su cultivo se desarrolla desde hace 7 mil años, y es quizás la planta con mayor diversidad de usos y aplicaciones, alimento primordial desde las primeras civilizaciones mayas y aztecas, con un importante papel en sus creencias religiosas, sin contar sus múltiples propiedades nutritivas.
Es precisamente la “evolución” de este legado la que actualmente nos pone en alerta.
Hoy presenciamos la masificación del llamado “maíz transgénico”, especie a la cual se le introducen artificialmente características biológicas nuevas, provenientes de otras especies de plantas, animales o bacterias. De esta manera adquiere capacidades inusitadas, como la resistencia a herbicidas, propiedades de defensa contra insectos, o que sus semillas pierdan la capacidad de reproducirse naturalmente.
Sin embargo, los nuevos organismos transgénicos han estado provocando reacciones indeseadas, tanto para los consumidores (como la producción de alergias o la resistencia de antibióticos), como para otras especies de su medio ambiente (provocando la muerte de insectos no deseados o contaminación por polinización de otras especies nativas de maíz). Estos daños, unidos a una desestructuración económica del trabajo agrario, son muchas veces acallados por las empresas transnacionales que lideran las iniciativas transgénicas, con motivo de no afectar la enorme fortuna que hoy están amasando con este tipo de cultivos.
Puede revisar más información sobre los daños que generan los cultivos transgénicos en esta columna de revista El Fracaso.
El campo mexicano en jaque
El pasado 14 de febrero, Carmen Aristegui entrevistó a Bill Gates, quien visitara en su momento la capital mexicana para el lanzamiento de su misión filantrópica compartida con Carlos Slim: la inauguración de un centro de investigación para la tecnología relacionada con el maíz y el trigo, para continuar con la cruzada de alimentar al mundo hambriento.
La fundación CIMMYT (Centro de Investigación para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo) cuenta con la participación de los dos hombres más ricos del mundo, y centra su atención en las carencias alimentarias de países como Brasil, China, India, Pakistán y otros. Aristegui le preguntó al magnate estadounidense si los granos utilizados para sembrar estos cereales eran los tan polémicos granos transgénicos. Gates respondió afirmativamente.
Le preguntaron entonces si el maíz transgénico podía convertirse en una plaga que afectara las especies locales. “El maíz autóctono puede seguir sembrándose por quien así lo desee”, respondió Gates. Sin embargo, la significativa diferencia productiva de ambas especies (la siembra del grano molecularmente reestructurado produce triple cantidad de alimento) amenaza el desplazamiento de la semilla nativa, ya que será muy difícil para los campesinos competir con tan prometedores resultados.
“El mundo necesita producir más alimentos, no queremos utilizar la tierra que no es apropiada para la agricultura. Manejar este tipo de semillas nos permitirá alimentar a los más pobres del mundo, 70 por ciento son pequeños agricultores”, dice Gates, agregando que “de ninguna manera estamos diciendo que todo el país tiene que estar haciendo lo mismo, de manera particular en algunas áreas, sin embargo, hay que tener cuidado y estos son los científicos que entienden que es lo mejor”.
¿Qué piensan ustedes? ¿Confiamos en los científicos de Gates o en la semilla autóctona que nos ha sido fiel durante miles de años?
Fabiola Cortéz / Redacción «Entre Noticias»
Crédito foto: pijamasurf.com