“Cuando llegamos a la clínica, Neruda estaba muy afiebrado y rojizo. Dijo que lo habían pinchado en la guata (el estómago) y que ignoraba lo que le habían inyectado. Entonces le vemos la guata y tenía un manchón rojo.
Peritos forenses intentan dilucidar la verdadera causa de su muerte, luego de que su chofer y asesor culpara a la Junta Militar chilena de haberlo asesinado.
Los últimos días del poeta Pablo Neruda fueron confusos y sombríos. Había estallado el golpe militar y el gobierno de Salvador Allende había sido derrocado con violencia; el ganador del premio Nobel de Literatura se mantuvo confinado en su casa de Isla Negra, un poblado en la costa central, con su propiedad asediada por los militares.
Estuvo todo el tiempo acompañado de su mujer, Matilde Urrutia, y de su chofer y asesor personal, Manuel Araya, cuya versión de los hechos es la que ha desencadenado el proceso forense que se está llevando a cabo en este momento en Chile, cuando su cuerpo ha sido exhumado por orden judicial, buscando establecer las verdaderas causas de su deceso el 23 de septiembre de 1973.
Hasta ahora, la versión oficial ha sido el cáncer prostático que afectaba a Neruda, quien falleció en la Clínica Santa María en la capital. Efectivamente, el poeta fue trasladado al recinto hospitalario de Santiago, en la espera de un avión que lo llevaría al exilio en México, enviado especialmente por el entonces presidente Luis Echeverría.
Manuel Araya arrendó una ambulancia y en ellas trasladó a Neruda y su mujer. “El viaje fue triste, caótico y terrible. Nos controlaban cada cuatro o cinco kilómetros”, dijo Araya en entrevista con revista Proceso, agregando que “en Melipilla fue el control más maldito(…) Los militares lo bajaron de la ambulancia y le registraron el cuerpo y la ropa. Decían que buscaban armas. Él pedía clemencia, decía que era un poeta, un premio Nobel, que había dado todo por su país y que merecía respeto. Para ablandar sus corazones les decía que iba muy enfermo, pero las humillaciones continuaban. En un momento lloramos los tres tomados de la mano porque creíamos que así iba a ser nuestro fin”.
Los primeros días transcurrieron sin problemas. Entonces el embajador mexicano les avisó que el vuelo estaba listo para salir el día 24 de septiembre y que el régimen militar había dado la autorización. Por pedido del propio Neruda, Araya y su esposa dejaron al poeta para ir a recoger sus pertenencias más valiosas en su casa de Isla Negra, y cuando volvieron a la clínica lo encontraron en grave estado.
“Cuando llegamos a la clínica, Neruda estaba muy afiebrado y rojizo. Dijo que lo habían pinchado en la guata (el estómago) y que ignoraba lo que le habían inyectado. Entonces le vemos la guata y tenía un manchón rojo”, cuenta Araya, quien fue alertado por un doctor que el poeta necesitaba un remedio urgente. Al salir de la clínica, Araya fue detenido y golpeado por los militares, quienes luego lo mandaron al Estadio Nacional, donde estaban siendo torturados miles de chilenos.
Neruda falleció ese mismo día a las 10 de la noche.
Según Araya, Matilde Urrutia no quiso acudir a la justicia por miedo a que sus bienes fueran confiscados. Tanto la Fundación Neruda como algunos familiares también se han desentendido de esta versión y han rechazado la exhumación del cuerpo del poeta, que ha sido ordenada judicialmente luego de una querella hecha por el Partido Comunista de Chile, que Neruda militaba.
Mientras algunos medios hablan de la dificultad que tendría el Servicio Médico Legal chileno para realizar un efectivo examen toxicológico, la revista Proceso indica cierta preocupación de la parte querellante con respecto a los forenses encargados del procedimiento, ya que algunos ya habrían dado opiniones respecto de este caso.
Hugo Espinoza / Redacción “Entre Noticias”
Entrevista a Pablo Neruda en 1972, en Francia:
