En la pasada Copa Confederaciones Brasil goleaba en las canchas pero era goleado en las calles por manifestantes que protestaban el alza del pasaje y exigían mejor educación e infraestructura para sus hospitales, en vez de gastar un promedio de 15 mil millones de dólares en la construcción y renovación de estadios de fútbol.
Dicen que al pueblo, pan y circo. Y parece que la FIFA se lo tomó en serio. Tan en serio que hasta exige comportamiento a un pueblo que no es el suyo y le pide al gobierno brasileño que no haya protestas durante el mundial 2014.
Blatter recientemente se reunió con la comisión organizadora del mundial y declaró: “No fue una reunión política pero sí enfatizamos el tema de la inestabilidad social que hubo durante la Copa Confederaciones. El Gobierno ya sabe que no debe haber disturbios en el Mundial del próximo año”.
No es nada nuevo que se use un balón de fútbol para maquillar los problemas sociopolíticos de un país. Uno de los ejemplos más dolorosos aún resuena en el recuerdo de muchos argentinos que hace unos meses vieron ese dolor refrescado con la muerte del dictador Jorge Videla.
En 1978 el entonces presidente de la organización Joao Havelange inauguraba el torneo de fútbol más importante del planeta diciendo “Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina” y siguiendo con el protocolo, Joseph Blatter al parecer no quiere quedarse atrás.
Los goles de Mario Kempes y Daniel Bertoni provocaron gritos de euforia en el partido final del campeonato mundial; más de tres décadas después, son muchos los que sienten vergüenza porque esos gritos se confundieron con los de quienes eran torturados durante la dictadura militar de Videla.
Osvaldo Ardiles uno de los referentes de esa selección argentina declaró varios años más tarde: “Duele saber que fuimos un elemento de distracción mientras se cometían atrocidades”. César Menotti, entrenador, declaró hace poco: “Fui usado, lo del poder que se aprovecha del deporte es tan viejo como la humanidad”. Pero tal vez la frase que más refleja esa época es la del jugador Ricardo Villa: “Nos usaron para tapar las 30 mil desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual: yo era un boludo que no veía más allá de la pelota”.
Tal parece que ahora el presidente de la FIFA 34 años después (Fecha en la que se inaugurará el mundial 2014), busca que los gritos que denuncian desigualdad social en las calles de Brasil sean ahogados nuevamente por un balón y por millones de gargantas que gritarán nuevos goles.
En la pasada Copa Confederaciones Brasil goleaba en las canchas pero era goleado en las calles por manifestantes que protestaban el alza del pasaje y exigían mejor educación e infraestructura para sus hospitales, en vez de gastar un promedio de 15 mil millones de dólares en la construcción y renovación de estadios de fútbol.
En medio de este clamor del pueblo brasileño llamó la atención que uno de los referentes más grandes de ese país futbolero, hiciera un llamado al olvido. Edson Dorantes do Nascimento “Pelé”, pedía a las miles de personas que buscaban justicia social en las calles, lo siguiente: “olvidemos toda esta conmoción que ocurre en Brasil, todas estas protestas y recordemos cómo el equipo brasileño es nuestro país y nuestra sangre”.
A los comentarios de Blatter el Ministerio del Deporte respondió que Brasil es un país democrático donde se le garantiza la libre expresión a sus ciudadanos, pero el suizo a juzgar por sus palabras, no quiere gritos de desigualdad sino silencio para tal vez repetir las palabras de Havelange en el 78 y decirle al mundo que ese Brasil silencioso y sumiso es el “verdadero” Brasil y que los gritos de miles de personas, no manchen “su copa”.
