La nueva Constitución, de corte islamista, es el principal punto de choque entre la oposición (respaldada por los militares) y Mosri, apoyado por la Hermandad Musulmana, cuyos principales líderes han sido retenidos por los golpistas, cuya primea medida fue justamente abolir la Constitución (VER NOTA APARTE).
Por Hugo Espinoza Caut
El reconocido medio neoyorquino indica que el Ejército de Egipto, que realizó esta semana un golpe de Estado, debería implementar un sistema político-económico similar al dictador chileno.
En la editorial de este viernes 5 de Julio, el periódico Wall Street Journal dedicó su editorial a la seria crisis institucional que se vive en Egipto, donde el alto mando militar derrocó al presidente Mohammed Mosri, el primer mandatario democráticamente elegido del país, luego de varios días de multitudinarias protestas.
La nueva Constitución, de corte islamista, es el principal punto de choque entre la oposición (respaldada por los militares) y Mosri, apoyado por la Hermandad Musulmana, cuyos principales líderes han sido retenidos por los golpistas, cuya primea medida fue justamente abolir la Constitución (VER NOTA APARTE).
Para los editores del Wall Street Journal, la solución de la crisis es que el Ejército de Egipto mantenga sus fuertes cuotas de poder en el país, y en vez de entregar inmediatamente el Ejecutivo a los civiles (el mandatario interino es ahora el presidente de la Corte Suprema), realicen una serie de reformas políticas y económicas estructurales, siguiendo el ejemplo de nada más y nada menos que el dictador chileno Augusto Pinochet Ugarte.
“Los egipcios tendrían suerte si sus nuevos generales en el poder resultan ser del mismo molde que el chileno Augusto Pinochet, quien tomó el poder entre el caos social pero contrató reformistas libremercadistas y pavimentó la transición a la democracia”, dice el Wall Street Journal.
Es mi deber, como chileno y como creyente en la soberanía de los pueblos, hacer correcciones necesarias a lo expuesto por el conservador periódico de Nueva York.
En primer lugar, la dictadura militar en Chile dejó miles de fallecidos, desaparecidos, torturados y exiliados. No hubo negociación con la oposición, sino un genocidio masivo con agentes del Estado.
Pinochet jamás tuvo una vocación democrática ni tampoco “guió” al país hacia una transición. Hasta donde pudo, mantuvo firmemente el poder. Eliminó las leyes anteriores y estableció su propia Constitución (autoritaria, conservadora, neoliberal en lo económico) mediante un plebiscito fraudulento, que lo cobijó en el poder varios años más. El referéndum que lo sacó del Ejecutivo se realizó por presión internacional e interna. Aún así, no abandonó la cabeza del Ejército hasta 10 años después, cuando tomó el banquillo de senador vitalicio. Todo, sin haber ganado ninguna elección democrática.
Las reformas libremercadistas a las que hace mención Wall Street Journal, se refieren a la generación de economistas chilenos educados en Chicago, bajo las doctrinas neoliberales de Milton Friedman. Los llamados “Chicago Boys” desmantelaron una economía basada en la demanda interna, privatizaron la gran mayoría de empresas del Estado, recortaron al mínimo los impuestos que debía pagar la inversión extranjera, y crearon de Chile un suculento nicho de negocios que hoy, tres décadas después, ha probado su ineficacia para el desarrollo económico, pues ha retardado el progreso social y la equidad.
En Chile, con este sistema, han ganado los que eran muy ricos, los amigos del régimen que se beneficiaron de tales reformas, pero la gran mayoría de ciudadanos sigue viviendo con sueldos miserables. Mientras el 10 por ciento más rico de Chile gana más que el 10 por ciento más rico de Noruega, el 10 por ciento más pobre de chilenos está peor que sus pares de Costa de Marfil. Aparte, la gran mayoría de chilenos tiene remuneraciones más bajas que un país como Angola.
Por supuesto, los editores de Wall Street Journal han omitido estos datos duros, la demostración empírica que el neoliberalismo ha acrecentado la desigualdad en nuestros países, y no tienen vergüenza en citar a unos de los peores tiranos de nuestra historia reciente para manifestar su deseo de que, por sobre la libertad y la soberanía del pueblo egipcio para elegir, se aplique de forma unilateral por los militares un sistema económico-ideológico que es bueno para la inversión extranjera, pero no necesariamente para los egipcios. Vaya ejemplo de democracia.