«La gente continuó en la playa con su maravilloso día de verano» Javier Bauluz
El artículo de Shangay Lily es crítico en todas y cada una de sus lineas:
«Las culpas se pierden en un genérico ‘ellos’ que no se sabe muy bien a quién designa, pero que inmediatamente nos separa a nosotros, los buenos, los sensibles, los dueños de esa playa en la que el niño (y millones más que parecen ser de segunda) mueren cada mes intentando llegar al sueño capitalista. Las acusaciones se repiten con airado énfasis, pero nadie parece querer señalar exactamente al culpable y se contenta con el indefinido “ellos” (o incluso un hipócrita “todos somos culpables de esto”). Nadie parece muy dispuesto a ahondar en el tema o a investigar quién es el culpable de esa terrorífica estampa. No tienen tiempo, ni quieren, ensuciar su muro con textos demasiado largos o repetitivos. El siguiente estado debe ser un gatito jugando con un niño discapacitado o un niñato tirándose en patinete contra un muro animado por sus descerebrados colegas. Hay que diversificar y quedarse siempre en la superficie para garantizarse seguidores y amigos. Conceptos simples que permitan comentar solo con leer el titular.»
Shangay Lily recuerda en su artículo una impresionante fotografía sacada en el 2000 por Javier Bauluz: «La gente continuó en la playa con su maravilloso día de verano»
Bauluz explica que esa fotografía fue tomada en Tarifa, la playa de los alemanes, y acompaña a su publicación un texto igualmente duro como la crudeza de la realidad que estamos viviendo en este mundo globalizado de tragedias e injusticias. Shangay Lily se refiere así a la fotografía de Javier Bauluz:
«En ella se vea unos veraneantes plácidamente sentados bajo su sombrilla en la playa, con su nevera y sus cucas toallas, mientras unos metros más allá un cadáver de un inmigrante subsahariano ahogado con su patera yace en la arena, ignorado. Esa es la verdadera foto de Europa, de EEUU, de las grandes potencias que ondean la bandera de la libertad y la democracia frente a los monstruos islamistas (que lo son) que ellos mismos han creado».
«La gente continuó en la playa con su maravilloso día de verano, mientras unos metros más allá un cadáver de un inmigrante subsahariano ahogado con su patera yace en la arena, ignorado»
Fuerte crítica a los cómodos «activistas» de las redes sociales:
«Y, sobre todo, nadie hablará del capitalismo. De este corrupto capitalismo que está acabando con el planeta o transformándolo en un estercolero infernal. Porque todos quieren seguir disfrutando de la suerte de haber nacido unos kilómetros más allá de la frontera entre la vida y la muerte. Sólo cuando nos toca directamente y es inevitable salimos a protestar y pedimos solidaridad. La misma que nosotros no hemos tenido, que no tenemos, con esos extraños que se empeñan en ensuciar nuestras playas y nuestros (cada vez más precarios) veraneos.
«Y encima conseguimos un récord de “me gusta” en nuestro muro. Hora de hacerse un selfie y ponerlo de avatar para hacer rabiar a nuestro vecino feisbuquero o tuitero».