Por Rubén Luengas
En el peor de los escenarios para lo ocurrido, el de la Feria del Libro de Guadalajara de 2011, un periodista español le preguntó a Enrique Peña Nieto sobre tres libros que habrían marcado su vida. El entonces candidato a la presidencia de México hizo lo contrario a lo sugerido por este proverbio hindú: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejor que el silencio”.
Enrique Peña Nieto respondió tragando saliva y con balbuceos buscando que sus asesores lo rescataran del atolladero: “Pues he leído varios, desde novelas, que me gustaron en lo particular. Aunque difícilmente me acuerdo del título de los libros. La Biblia es uno, pero no la leí entera”.
¿Se habrá saltado Peña Nieto muchos capítulos y versículos esenciales de la Biblia si es que alguna vez la abrió con genuina intención de leer y tratar de comprender algunas de sus enseñanzas. Como aquella del libro del Eclesiástico 20:26 donde se refiere a la mentira?: “ El hábito de la mentira es despreciable, la vergüenza lo acompaña siempre”.
El pasado domingo, un estudio elaborado por un grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) rechazó la versión oficial del gobierno de Peña Nieto sobre la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, afirmando que estos “no fueron incinerados en el basurero municipal de Cocula”, tal como lo afirmó en enero de 2015 la fiscalía mexicana.
El informe presentado por los expertos de la OEA, parece enviar por un lado al despeñadero la llamada “verdad histórica” defendida por las autoridades y por otro, extrae la posibilidad de intentos de encubrimiento por parte de las mismas.
Muy oportunamente, María Rivera en su cuenta de Twitter ( @mariarri_) publicaba el domingo esta reflexión: “Si no los incineraron allí (basurero de Cocula) ¿Cómo llegaron los restos de Alexander Mora al basurero? Funcionarios cómplices de ese crimen”.
Recordemos que en diciembre de 2014, los peritos argentinos responsables de analizar los restos que las autoridades mexicanas les dijeron fueron encontrados en el basurero de Cocula, Guerrero, confirmaron a los familiares de Alexander Mora Venancio, uno de los 43 normalistas desaparecidos, que algunas de las partes de restos analizadas por ellos correspondían efectivamente al joven Mora. Aunque los peritos argentinos aclararon que a ellos no les constaba que dichos restos hubiesen sido hallados en el mencionado basurero.
Si no fuera por la admirable persistencia de los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, el gobierno de Peña Nieto, con la complicidad de muchos medios de comunicación, habría logrado sepultar en su basurero de enredos y contradicciones la investigación sobre la desaparición forzada de los estudiantes, tal como lo intentó desesperadamente, hasta que se cansó, el entonces procurador general de la República, Jesús Murillo Karam. Digo que con la complicidad de muchos medios de comunicación porque varias de sus voces y figuras más reconocidas insinuaban o invitaban con cinismo explícito a la “resignación”, a la “aceptación de la realidad” que el gobierno había comunicado ya a los familiares de las víctimas y a toda la sociedad. De hecho un conductor de televisión, René Franco, llegó al extremo de pedir la deportación de René Pérez “Residente”, vocalista de Calle 13 por declaraciones vertidas en México sobre el caso Ayotzinapa.
El punto fundamental de la “verdad histórica” presuntamente manufacturada por el gobierno, que “los estudiantes normalistas fueron incinerados en Cocula”, ha resultado ser una “histérica mentira”, según se desprende del informe de los expertos de la OEA, por parte de un gobierno que percibe la mera búsqueda de la verdad como un acto de insurrección o de insurgencia. Sin embargo, el gobierno mexicano se ha aferrado a su “verdad histórica”.
Tomás Zerón, director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de la Procuraduría General de la República (PGR) afirmó este lunes en entrevista radiofónica que los estudiantes sí fueron incinerados en el basurero de Cocula y posteriormente trasladados a un río: “Lo tenemos bien sustentado, los peritajes realizados por los expertos de la PGR, que obran en los expedientes, son contundentes y no dejan lugar a dudas de que en el basurero de Cocula fueron quemados un gran número de personas en la noche del 26 de septiembre”, dijo Zerón.
Por lo pronto, lo señalado por los expertos internacionales ha hecho que la procuradora Arely Gómez González, salga a hacer el anuncio de un nuevo peritaje sobre la supuesta incineración de de los estudiantes. ¿Nuevo peritaje? ¿Quién en su sano juicio puede esperar que el gobierno mexicano investigue e informe contra sí mismo?
Aún resuena con fuerza el caso de la llamada “Casa Blanca” en el que, ante monumental conflicto de intereses, resultó que el presidente Peña Nieto, aún habiendo leído parte de la Biblia, le dio empleo a la persona que “lo investigó” y lo exoneró de cualquier tipo de responsabilidad legal.
En México, como en muchas otras partes del mundo, no se investiga nunca hacia arriba, hacia las esferas de poder donde se tejen las colusiones de niveles superiores, salvo cuando por venganza o traición de las lealtades propias del sistema pudiera llegar a tratarse.
El informe de la CIDH no hará que el poder corrupto que mal gobierna México actúe contra su naturaleza, pero sí ofrece un gran soporte a los padres y familiares de los 43 de Ayotzinapa que han demostrado, aunque muchos en el país reciban esto con desdén, ser parte sustancial de la reserva moral de resistencia del país, ante el desfile interminable de una caterva de saqueadores y facinerosos que desde diferentes ámbitos y desde lo político, con diferentes siglas y colores partidistas, se han instalado desde hace décadas en el poder chupándole la sangre a México como sanguijuelas.
Por si esta parte de la Biblia es una de las que omitió leer Enrique Peña Nieto, me permito desde aquí invitarle a que la lea: “A los justos los guía su integridad; a los falsos los destruirá su hipocresía”.
Desde Los Ángeles California: nos faltan 43.