Si Obama y Peña Nieto leyeran un libro que Francisco regaló a Castro

El libro “Evangelios Molestos”, sería también un excelente regalo para Barack Obama y, si en verdad lo leyera, desde luego algo muy valioso para el presidente de México Enrique Peña Nieto, aunque con las limitaciones de lectura que en el caso del mexicano son tristemente célebres.

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Papa Francisco visitó en su casa de La Habana a Fidel Castro y le regaló entre otros el libro «Evangelios Molestos» de Alessandro Pronzato

por Rubén Luengas

“Evangelios Molestos”, de Alessandro Pronzato, es uno de los libros que el Papa Francisco obsequió a Fidel Castro al visitarlo en su casa de La Habana. Me lo recomendó hace muchos años un sacerdote católico mexicano a quien conocí celebrando misa en un templo del sur de la Ciudad de México, sin poder creer que lo que escuchaban mis oídos estaba verdaderamente siendo dicho por un cura, aparentemente sin temor a enfrentar las consecuencias por el contenido “provocador” de su homilía, tal como provocadores y “molestos” son los evangelios, ya sea uno creyente o no.

“No crean que Jesús quería fundar una religión ni una iglesia como esta, en la que nadie realmente se conoce ni se ayudan entre sí. Ignorantes por completo de la carga, los problemas y las necesidades que puedan tener las personas junto a las que están sentadas ahora mismo», dijo el sacerdote. Luego agregó: “Tampoco crean que Jesús quiso fundar una iglesia jerárquica como la nuestra, prostituta que tantas veces se ha acostado con el poder”.

Pude ver como algunos de los parroquianos cruzaban miradas de estupor. Tampoco podían creer lo que escuchaban, pero en sentido opuesto a mi propia incredulidad. Algunos de ellos abandonaron el templo con gesto adusto delineado en sus semblantes.

No paso mucho tiempo antes de que removieran de esa parroquia al sacerdote y lo trasladaran a una “comunidad de fieles” más discreta. Omito el nombre del sacerdote, porque no vaya a ocurrir que lea esto el cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, y la tome reiteradamente contra él, pues en diferentes casos y ocasiones, Rivera ha dado muestras de molestia ante personajes de la iglesia que optan por tratar de ser fieles a esos “evangelios molestos”, antes que a la obediencia ciega y sumisa de las estructuras terrenales de poder político-religioso.

Independientemente de las inagotables pasiones que la figura de Fidel Castro provoca, a favor y en contra, entre quienes le quieren y le odian, nadie pone en duda que estamos hablando de un personaje que bien podría enumerar varios títulos de lecturas que influyeron en su vida. Ignoro si sus 89 años cumplidos en agosto pasado, le permiten al líder de la Revolución Cubana, uno de los políticos que más han esquivado la muerte con 638 intentos de asesinato, conservar el ritmo vital de lectura y la capacidad de asimilación que se le reconoce, siendo José Martí “su autor de cabecera”, según escribió alguna vez Gabriel García Márquez.

El caso es que “Evangelios Molestos”, uno de los libros que Francisco puso en manos de Castro , encierra un mensaje molesto para cualquiera y, desde luego, para aquellos que entiendan la vida como instinto de supervivencia basado en acumulación de fuerzas de poder, sin distinción de ideología, porque tal como dijera en la Plaza de la Revolución el papa argentino: “Nunca el servicio es ideológico, se sirve a las personas, no a las ideas”.

Lo anterior es completamente válido para la propia estructura jerárquica de la iglesia católica que, a nivel local y mundial, “tantas veces se ha prostituido acostándose con el poder”. Válido igualmente para quienes nos decimos cristianos en general y, sin duda alguna, para quienes dirigen los destinos de millones de seres humanos desde los gobiernos de países pequeños o gigantes como en el que se encuentra ahora el Papa Francisco: Estados Unidos.

El libro “Evangelios Molestos”, sería también un excelente regalo para Barack Obama y, si en verdad lo leyera, desde luego algo muy valioso para el presidente de México Enrique Peña Nieto, aunque con las limitaciones de lectura que en el caso del mexicano son tristemente célebres.

A Obama, presidente de un país donde, por citar sólo unos ejemplos, «el supremo placer de muchos consiste en apretar un gatillo» y país que tiene cerca de 800 bases militares a lo largo del mundo, cuyo mantenimiento cuesta unos 100.000 millones de dólares al año a los contribuyentes, le molestarían muchas partes del libro de Pronzato. Empezando por esa donde el autor cuestiona la hipocresía de los cristianos cuando de justificar guerras se trata:

“¿Es el hombre un gorila con fusil? Después de dos mil años de discusión continua abierta; aclaraciones, posturas ambiguas, vacilaciones, astucias diplomáticas, compromisos, continuamos balanceándonos como juguetes entre el concepto de guerra justa e injusta, entre agresión y defensa(…) pero suelen ser torpes cuando se trata de denunciar abiertamente el delito de Caín”.

Durante el vuelo de Cuba a Washington, el papa admitió ante los periodistas que pensó incluir una visita a México en su ruta a Estados Unidos, pero que su decisión cambió en diciembre tras el anuncio de la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana. Hubiera sido una visita muy significativa en tiempo y circunstancia. Justo cuando el delito de Caín es tan aterrador en la tierra a la que Juan Pablo II se refiriera con aquel: “México siempre fiel”. País donde, según un reciente informe de la ONU, “existe un patrón de impunidad generalizada” en el ámbito de la desaparición forzada de personas y donde un estudio elaborado por un grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) rechazara a principios de septiembre la llamada “verdad histórica” o versión oficial del gobierno mexicano sobre la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Imagino a Enrique Peña Nieto, con el libro de Pronzato entre las manos leyendo esa parte donde refiere que “Dios no acepta la injusticia” y que “los hombres, sordos por el rumor de su propia vida, aferrados al engranaje de sus propios asuntos” no sienten ni perciben el gemido del pobre: “Pasan al lado de la miseria sin verla. Se encuentran demasiado bien para comprenderla. Tienen demasiado que hacer para detenerse”. Agrega a continuación Pronzato: “Dios tiene los oídos sensibles para atender el lamento del pobre”.

En México, país predominantemente católico, hay ahora mismo profundos dolores y lamentos clavados en el pecho de quienes sufren la desaparición forzada de sus hijos y piden justicia. “¿Cuál es la manera justa para un cristiano de hacer justicia?” pregunta el libro “Evangelios Molestos”. ¿A ese hombre que no es sólo un estómago que llenar, un maniquí que vestir, un bolsillo en donde echar una limosna, sino una criatura con derecho a ser comprendida y amada? La respuesta es amplia pero empieza por señalar que “ la caridad no puede lavarse las manos frente a la justicia”.

Cierto, el Papa Francisco decidió esta vez no visitar México, pero el libro está ahí en las librerías o igual puede ser leído en internet para quienes gusten aproximarse a esta lectura que parece quemar las manos de muchos «creyentes».

Mientras tanto, estaremos atentos a las declaraciones en Estados Unidos de este Papa que en julio pasado, durante su visita a Bolivia, expresara que “el capital y el dinero son el diablo”, despertando la ira de no pocos trogloditas armados con sus críticas y calificativos. Críticas vertidas por fundamentalistas paranoicos de ultraderecha que acusaron a Francisco de ser “un Papa comunista”.

En el avión que le llevó a Estados Unidos, el Papa rechazó las acusaciones: “Todo aquello que he dicho está en la doctrina social de la Iglesia”.

Lo que ocurre en realidad es que los evangelios son ciertamente molestos y por eso, muchas veces, preferimos de una otra forma tergiversarlos, manipularlos y acomodarlos a nuestros propios criterios y mezquinos intereses.

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Rubén Luengas/Entre Noticias

 

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