«La manera más honesta de ser tomado en cuenta es siendo dueño de tu propia voz, de tu propia manera de pensar, de decir, de expresar.”
Por Jaime Casillas-Ugarte
A mi me gusta dibujar.
Hago cuadros, con mis dibujos, desde hace unos siete u ocho años. Como nunca recibí una formación como dibujante, como pintor, nunca he pensado en vivir del arte. Pero me afano, lo pienso y lo ejecuto con la seriedad suficiente para a veces cosechar un comentario elogioso. Mis amigos me han comprado cuadros, porque les gustan, porque algo les mueve mis garabatos. La más de las veces acabo un cuadro y lo guardo. He llegado a acumular montones de papeles con mi trabajo. He podido ver, analizándolo, que he mejorado montones. Pero nunca, salvo una ocasión, me he animado a exponerlo.
Hace poco un amigo vino a casa y vio mi trabajo. Me criticó, me hizo notar áreas donde debería poner más atención, donde podía mejorar mucho todavía. Pero lo más importante fue que me dijo una cosa que se me quedó grabada y la que ha estado dando vueltas insistentemente en mi cabeza. No recuerdo las palabras exactas, pero era algo más o menos así: “Cuando entras en el mercado del arte, lo más importante es ofrecer una voz única. Una manera muy tuya de interpretar el hecho plástico. Originalidad en el tema, originalidad en el estilo y tratamiento. No repetir lo que se dice en todos lados. La manera más honesta de ser tomado en cuenta es siendo dueño de tu propia voz, de tu propia manera de pensar, de decir, de expresar.”
Y como ya les dije que he tenido este concepto en la cabeza rondándome todo el tiempo, me he puesto a pensar en los grandes artistas, de la disciplina que sea y he corroborado que lo que me dijo mi amigo es muy cierto. Los grandes pintores que hay en los museos, los grandes músicos que se siguen interpretando, los directores que nos hacen ir a las salas de cines, son aquellos que imprimieron un sello personal y único a todo el cuerpo de su obra. No quiero abundar en ejemplos, pero al respecto servirían a la perfección, aquellos artistas, aquellos santos patronos del arte, que se mantuvieron fieles a sus principios estéticos y no claudicaron aunque enfrentaron todas las adversidades y los rechazos de los públicos, y buena parte de la crítica. Ya saben que viene a mi cabeza Van Gogh, Modigliani, Mahler en la música, Beckett en la literatura, Orson Welles en el cine, por ser los más radicales y extremos. Tuvieron que pasar años de anonimato, o lidiar con el velo del repudio, o ser apreciados sólo por unos cuantos. Finalmente, llegó su redención. En ocasiones ellos no se enteraron.
Y sobre estas cosas meditaba el otro día cuando me di cuenta de que eso que pasa en el mundo del arte, puede ser aplicable a muchas otras disciplinas y quehaceres. Abrimos un periódico, leemos las páginas virtuales. El acontecer del mundo nos deja ver un pedazo del proceso histórico. Hechos sueltos, bombazos, cadáveres, pronunciamientos, declaraciones. Para entender lo que está pasando recurrimos a las voces de los especialistas. De aquellos demiurgos que interpretan esos pedazos de información y les dan un orden. Como quien le diera orden un dibujo. En periodismo se llama “poner en contexto”. Yo le diría vincular, que es lo que hace el hombre desde que es hombre sobre esta tierra, como nos dijo Heidegger.
Parece ser que uno de los primeros “analista políticos” de la historia, y un poco el inventor de ese género periodístico, fue nada menos que Carlos Marx (1818-1883), que en sus colaboraciones para la “Gaceta Renana”, allá por 1842, desplegó todo su arsenal de conocimientos de filosofía, política, historia, sociología y economía, para analizar lo que pasaba en su entorno y emitir su punto de vista. Muy original debió de haber resultado la manera en la que Don Carlos vinculaba los hechos, que armó un revuelo monumental, que luego se prodigó en su obra de análisis de la economía y transformó muchos de los preceptos que se tenía sobre la materia y hasta puso de cabeza el mundo.
Los artículos periodísticos de Marx
En los tiempos que corren, émulos de Don Carlos abundan en los medios de comunicación. Brincan en la tele, en la radio, en los medios escritos. Todos diciendo su interpretación de los hechos, todos vinculando pedazos sueltos y ofreciendo su visión de las cosas. ¿Qué pasa con los conflictos del mundo, del país, de la ciudad, del barrio? Los opinólogos tienen la palabra. Y resulta que luego de leerlos, de analizarlos, de pensarlos y traerlos a cuento, todos dicen más o menos lo mismo. Hay bandos, corrientes, mareas en las que algunos coinciden y otros difieren, pero luego de identificar navegaciones y orientaciones, quedan muy pocas voces originales. Quedan muy pocas voces genuinas, que se han mantenido coherentes con una manera de ver las cosas. Cuántos hemos visto que eran virulentos y ahora se adhieren a las ideas más simples y conservadoras. Cuántos hemos leído que nunca han pasado de decir las mismas cosas que todos dicen.
Aquí podríamos aplicar una de las lecciones del arte, hagamos caso de las opiniones más originales, de las diferentes, posiblemente de las descabelladas. Y finalmente, después de escuchar y leer a los demás, hagámonos de nuestra propia opinión. De una voz única. De lo que nosotros pensamos. No andemos navegando de tema en tema repitiendo lo que dijeron los analistas, los opinólogos, la opinocracia, forjémonos un juicio propio.
¿Qué opinan de la posible legalización de la mariguana? No me vayan a contestar como dijeron en la tele, o en el radio. Quiero escuchar lo que dice cada quien. En este país llevamos 30 años estancados en temas fundamentales, escuchando a los mismo necios decir las mismas necedades, con los mismo dirigentes del barco, que no han escuchado absolutamente a nadie. Como los artistas que trascienden, encontremos nuestra propia voz y expresémoslo sin miedo.
Terminemos aquí.
Ya seguiremos hablando de las lecciones del arte, en otra ocasión.
Jaime Casillas-Ugarte es colaborador de Entre Noticias
Aspirante de escritor, dibujante, pintor, cineasta, guionista, fotógrafo, ciclista, beisbolista, corredor, futbolista, crítico de cine, crítico de arte, melómano, gourmet y sommelier. Trato de entender este desastre y darle un sentido. Y para eso escribo.