Los adictos a la guerra rechazan ser rehabilitados. Buscan desesperados la droga maligna que arranca a los niños de sus juegos y les obliga a salir huyendo de la amenaza perversa del negocio asesino de las armas; de las bombas que tanto enorgullecen a los amos del mundo adictos la guerra, en la que a donde quiera que se mire, puede verse la derrota de la humanidad entre ríos inagotables de sangre derramada. Armas que se fabrican no para guardarlas, sino para usarlas bajo cualquier excusa y fabricar compulsivamente así más armas, más tanques, más aviones de combate, más bombas que hagan volar en pedazos cuerpos de seres inocentes junto a cualquier intento de preservación de dignidad y de esperanza. Armas que benefician a corporaciones que lucran con el negocio de la muerte. Armas que se hacen acompañar de bombardeos de propaganda revestidos de programas noticiosos, especializados en la colonización metódica del pensamiento y las conciencias.
En el agonizante 2015, la mesa está puesta para una tercera conflagración mundial, en un planeta donde en los hechos, no ha dejado de haber guerra desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Los signos inequívocos del sacrificio humano infernal, propio del negocio perverso de la guerra, siguen quedando plasmados en rostros inocentes, mientras nuestros pasos nunca han dejado de darse entre los muertos, entre las siluetas de víctimas anónimas condenadas al silencio, sin medallas, sin honores, sin monumentos y sin el más mínimo asomo de justicia.
Los “amos del mundo”, los adictos a la guerra, los psicópatas enamorados de la muerte ajena, velan armas, armas de auténtica destrucción masiva, entre cálculos y estrategias perversas de dominación mundial. No quieren la paz, al contrario, les aterra tan sólo imaginar un mundo encaminado hacia esa dirección. Su adicción no tiene límites, mientras en su soberbia demencial creen sin reparos ser los dueños de la razón y que el fin justifica los medios, por abominables que sean.
Muchas son las cosas que los psicópatas, Jinetes del Apocalipsis, pueden imponernos en la era de la globalización del miedo al terrorismo, pero tal como lo describe el sobreviviente de los campos de concentración de la Alemania Nazi, Victor Frankl, en su maravilloso libro, “El hombre en busca de sentido”, los seres humanos aún tendremos la libertad de escoger cómo enfrentar la situación, cómo encontrar una razón digna por la cual vivir basada en la dimensión espiritual.
“Al cumplir un sentido, el hombre se realiza a sí mismo. Si cumplimos el sentido del sufrimiento, realizamos lo más humano del ser humano, maduramos, crecemos, crecemos más allá de nosotros mismos. Incluso cuando nos encontramos sin remedio y sin esperanza, enfrentados a situaciones que no podemos modificar, incluso entonces estamos llamados y se nos pide que cambiemos nosotros mismos”.
Hablé el pasado miércoles en mi programa de radio Contragolpe con el profesor e investigador canadiense Michel Chossudovsky sobre algunas de las preguntas e inquietudes que millones de personas tienen ahora mismo en nuestro mundo. Compartimos Entre Noticias el análisis de Chossudovsky.
Edición video: Pastor Delgado @pastordc3110