Cuando escucho decir a alguien: “yo no soy ni de izquierdas ni de derechas”, sé dónde situarlo. Ser de izquierdas sigue estando vigente. Es dar prioridad a las políticas en favor de los pobres, indignarse ante las situaciones de exclusión social, no consentir las injusticias sociales y, como decía Norberto Bobbio, considerar la desigualdad social como una aberración.
Soy de izquierdas, quiero la unidad de la izquierda política e ideológica y voy a intentar argumentarlo. Alguien podrá decir que estoy viejo y obsoleto y puede que tenga razón. Con suerte cumpliré los 67 años y desde los 14 formo parte de la clase trabajadora y su lucha por la libertad, la democracia, la justicia social, la igualdad y la solidaridad; por dignidad y con decencia. Espero seguir en el empeño.
Escuchamos hablar de pactos progresistas, acuerdos por la izquierda y “líneas rojas”. También de pactos entre el PP, PSOE y Ciudadanos, el preferido por Rajoy y su partido. Nosotros o el caos, dicen. Todo puede ocurrir y todo es posible. Algunos están dispuestos, no solo a traspasar las líneas rojas que se apresuraron a marcar, sino a trazar nuevas, si eso conviene a su formación; al interés general dicen algunos con cinismo. Y todos poniendo su perspectiva en unas posibles nuevas elecciones generales para la primavera. En Catalunya han llegado a un acuerdo que evita la convocatoria de nuevas elecciones y salva el proceso soberanista, pero seguirá gobernando la derecha. Me han defraudado la CUP y ERC. Todo parece que esta situación complica la situación en el ámbito nacional para el PSOE.
Los líderes y responsables del PP, siguiendo las consignas marcadas, se desgañitan en decir que no se entendería que no gobernara el partido más votado. Descalificando otras posibilidades, tachan de radicales y desestabilizadores a todos cuantos, legítimamente, pretenden formar un gobierno de izquierdas. Quieren confundir al pueblo. En un Sistema Parlamentario como es el español, no gobierna el partido más votado, sino el que obtiene mayores apoyos en el Congreso de los Diputados. Parece que nadie mueve ficha, incluso el presidente en funciones, dice que lo que tenga que decir lo dirá en la sesión de investidura cuando toque. ¡Poca cintura política tienes Mariano! o es la gandulería la que le paraliza.
El pasado 20D hemos votado izquierdas. Si hubiera habido mayor altura de miras al conformar las candidaturas, se habría conseguido mayoría absoluta y la derecha se hubiera ido a casa si contemplaciones. No nos engañemos; en España el PP representa el 20,84%, con sus 7.215.752 votos, sobre los 34.631.086 de votantes más la abstención (28,73% sobre el voto emitido y 35,14% sobre los diputados asignados). Si incluimos a Ciudadanos, la derecha alcanzaría el 30,95%, más algunos de los nacionalistas. En frente están los votantes del PSOE, Podemos con sus alianzas, Izquierda Unida-Unidad Popular o Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu. Suman más votos y hubieran sido muchos más diputados. Lo que ha de cambiarse es la ley electoral, que prima escandalosamente a los partidos más votados, en detrimento de los que menos.
Retomemos la idea de la izquierda. Se habla de pactos por la izquierda, de forma tan generalizada, imprecisa o confusa, que al final no sabemos bien a que se refieren. Dialécticamente o retóricamente, marcan tantas diferencias, que confunden al entendimiento, para mal de la causa. Se habla de cambio sin decir hacia dónde. No se ha hecho suficiente autocrítica de la situación creada tras las elecciones, por lo que se desconoce la dimensión del cambio que se propone. El cambio necesario es hacer políticas que favorezcan el bienestar general, sí, pero políticas al servicio de las clases populares, hacia la clase trabajadora, que ha sido la gran sufridora de las consecuencias de la crisis y en ello sigue. El régimen capitalista y la monarquía a su servicio, siguen siendo los enemigos a los que hay que combatir políticamente.
El movimiento obrero, sufridor de todos los males, no está teniendo la mejor defensa posible por las centrales sindicales mayoritarias, que en algunos momentos parecen desaparecidas. El cambio necesario ha de pasar por la superación del conflicto entre los derechos del capital y los del trabajo, en beneficio de éste, defendiendo las libertades, los derechos sociales, civiles y democráticos. Poco se está notando la cacareada salida de la crisis para la clase trabajadora (trabajadores por cuenta propia y ajena). El 60,7% de la población declara contar con menos de 1.200 euros de ingresos al mes y el 47,3% menos de 900, según Barómetro diciembre del CIS. La crisis llegó para quedarse.
La derecha en España no ha dejado de estar en el poder desde tiempo inmemorial. Controló la Transición, se mantuvo en el poder económico durante los gobiernos socialistas y ahora, sin complejos, lo domina todo. Frente a la unidad que presenta la derecha, defendiendo sus intereses patrimoniales e ideológicos, la izquierda se ha caracterizado por marcar sus diferencias dividida. Por si mismo no es negativo. El debate para encontrar las mejores ideas, mediante la razón, que lleve a la acción para superar la injusticia, es positiva. Pero pocos debates se conocen de esas características y a la razón no se la ve brillar. La derecha unida y la izquierda dividida y en el peor de los casos enfrentados, incluso en el interior de las propias formaciones, aparentemente despreocupados de las consecuencias que provocan. ¡Aprendamos, aprendan, please!
De izquierdas es defender la libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad y el progreso. Ideas que no envejecen y son aspiración de la buena voluntad como ideal ciudadano. Que todos en solidaridad vivamos dignamente en igualdad, sin explotadores ni explotados. Para Juan Carlos Monedero, ser de izquierdas exige no ser egoísta. No hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Diálogo entre la felicidad personal con la felicidad del grupo. Tener coraje para frenar quienes abusan de su posición. Buscar un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad con el colectivo. Dejar que cada persona sea libre para tomar sus propias decisiones, enseñar a que cada cual sea consecuente con sus actos y exigir responsabilidad.
De estas ideas emanan todas las demás, como “distintas ramas floridas que embellecen y fortalecen un mismo tronco. El socialismo, el ecologismo, el comunismo, el anarquismo, el feminismo, el pacifismo, el igualitarismo, el patriotismo progresista, que nos llevan a la defensa de las conquistas sociales, la lucha por una educación y una sanidad pública, la resistencia frente a los desahucios, la conciencia de género, el combate contra la austeridad o a la defensa de nuestra soberanía frente a los poderes financieros transnacionales”. La plataforma Somos Izquierda entiende toda esta diversidad, como elementos de enriquecimiento que se complementan, “porque por encima de todo, tenemos bien claro quién es el enemigo: la derecha“.
La izquierda tiene que ser multicolor como signo de fortaleza de su idea: rojo por el sindicalismo y la lucha de clases, verdes ecológicos y en defensa de la educación pública, morados por el feminismo y la república, amarillos por los derechos humanos y blancos por la sanidad pública y el derecho a la salud. Alberto Garzón, quiere tomar las riendas de un nuevo proyecto “anticapitalista, feminista y ecologista“, como signos de identidad para la refundación de Izquierda Unida.
El PSOE propone 8 grandes acuerdo para transformar. Un gran pacto por la recuperación justa, buenos empleos, un sistema fiscal justo que luche contra el fraude y garantice el Estado del Bienestar. Un pacto por la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un pacto por la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción. Un acuerdo contra la pobreza, reactivando la Ley de Dependencia y recuperar la universalidad del sistema de salud. Un pacto social, político e institucional contra la violencia de género. La reconstrucción del Pacto de Toledo para asegurar las pensiones. Renovar la Constitución, blindando los derechos sociales. Y un acuerdo para renovar el compromiso de España con Europa, avanzando hacia una Unión social, política, económica y una mejor gobernanza democrática de la zona euro. Nada que objetar.
Podemos propone la Ley 25 de Emergencia Social, basada en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. La propuesta incluye la paralización de los desalojos forzosos sin alternativa habitacional, acabar con los cortes energéticos y los copagos, y garantizar la alternativa habitacional a las mujeres víctimas de violencia machista. Según Rafael Mayoral, hasta ahora se ha rescatado a los “privilegiados” y es el momento “del rescate a la mayoría social”. Estoy con ellos. Hasta 23 puntos en común se detectan en los programas de PSOE y Podemos. Tres posiciones, las de IU, PSOE y Podemos que suman y no enfrentan, deben ser razones suficientes, para que se conforme un gobierno de unidad por la izquierda no disgregada.
Las fuerzas políticas que conforman Socialistas, situados entre la clase obrera integrada por precarios, becarios, paradas, multi-empleados pobres y autónomos expoliados; mujeres por sus derechos y jóvenes sin futuro; empleados y funcionarias; personas mayores con menos futuro todavía y republicanos; consideran que es necesario seguir trabajando por el socialismo democrático, contra la corrupción, por una nueva Constitución, mayores cotas de igualdad y justicia. También por una sociedad diferente y sin clases; con reparto, libertad e igualdad y propiedad social, colectiva y publica. Entienden que es hora de construir un socialismo ecosocialista, democrático, abierto y participativo; imbricados en el municipalismo, en la defensa a ultranza de la Paz, el sindicalismo reivindicativo y de clase junto con los nuevos movimientos sociales. Esto es ser de izquierdas y me apunto a ello. También por la República.
Soy de izquierdas. La idea me lleva desde la historia pasada al futuro inmediato, desde el PSOE a socialista sin partido. No entiendo la animadversión hacia Podemos y como desde las formaciones de la izquierda se cruzan descalificaciones e insultos. No está entre ellos el enemigo de clase. Tendrán sus motivos, pero es contrario a lo razonable.
Es necesario un gobierno de izquierdas, que tome el poder y derogue las leyes injustas, promovidas en estos últimos insufribles años y que se sitúe el debate en capital-trabajo, salario digno-empleo digno y renta básica; en defensa de la nacionalización de los sectores estratégicos, que deben ser del pueblo, del Estado, con control democrático. Juntos contra el enemigo de clase. “¡Trabajadores del mundo, uníos!”
(@caval100)