«En un capítulo extraordinario “Estructura del Mal Gusto”, nos advierte del peligro en el que podemos caer al juzgar los productos de la industria cultural de masas. Uno de los más grandes riesgos es llegar a considerarlos obras de arte».
Para reencontrarme con el maestro abrí su libro “Apocalípticos e Integrados”, que alguna vez leí como estudiante de preparatoria, allá por la década de los setenta.
Lo que pretendía ser una revisión somera, se convirtió en una sumersión total. Porque fue impresionante darme cuenta que un libro escrito en 1964 seguía conservando su vigencia. De la fecha de la escritura a la muerte del autor, ese fenómeno que estudia, el andamiaje truculento de la cultura de masas, se había transformado radicalmente, pero lo vertido por el maestro seguía incólume. Cuando Eco escribió su libro, no había ni siquiera existido muchos de los medios que la cultura de masas ha conquistado en nuestros tiempos. Es evidente que estoy hablando del internet, pero también de otros mecanismos de difusión de mensajes como la televisión de pago por evento, el radio satelital, la propagación de contenidos por dispositivos móviles y la llamada televisión a la carta, como el caso de Netflix o Apple TV, donde el usuario confecciona su propio menú, eligiendo de una gran cantidad de diferentes ingredientes.
En este periodo de tiempo sucedió que la fotografía se estableció sólidamente como una disciplina de las bellas artes. También que un medio por el que el maestro abogó fervientemente, el cómic, alcanzó la categoría de noveno arte. Incluso hemos sido testigos del proceso de decadencia de las artes visuales, que se metieron en un callejón sin salida llamado arte conceptual, que ha significado una suerte de extrañamiento y destrucción del lenguaje con el que esta disciplina, había abrevado su propio prestigio.
Pero tal vez lo que más haya cambiado es uno de los planteamientos nodales del texto, la posición del hombre de masas frente al fenómeno industrializado de la cultura de masas, donde el maestro italiano aboga y propone la posición consciente y crítica frente a lo que inevitablemente se consume. Eco nos sumerge en la polémica entablada por aquellos años, donde una corriente sociologista, o más bien sociologizada, sostenía que los productos de la cultura de masas eran las peores calamidades que le sucedían a la humanidad. El poder te manipulaba. Reproducía, al depauperar el discurso, los patrones morales instrumentales con el propósito de dominarte. (Espero se entienda la exageración) Eco intervino en la discusión y con su libro trató de establecer una posición mesurada, en absoluto determinista, donde incluso reconsideró algunos productos de la cultura de masas y al dimensionarlos de otra manera, los revalorizó. Estoy pensando concretamente en el cómic, y los géneros de la novela negra y la de ciencia ficción.
Para que nosotros simples mortales, hombres de masas, nos defendiéramos dentro de la vorágine de mensajes y simulaciones que impone la industria cultural surgida de la cultura de masas, proponía que aguzáramos la crítica y la eleváramos a nivel de herramienta de sobrevivencia. Porque era la manera de defendernos. Estamos tan sobrestimulados por tantos mensajes, que es fácil que nos perdamos entre ellos. A fuerza de ser golpeados desde tantos puntos, se va minando nuestra resistencia y se va deformando nuestro gusto.
En un capítulo extraordinario “Estructura del Mal Gusto”, nos advierte del peligro en el que podemos caer al juzgar los productos de la industria cultural de masas. Uno de los más grandes riesgos es llegar a considerarlos obras de arte. Para reconocerlos, Eco nos propone reafirmar nuestra noción de lo que es el mal gusto y para identificarlo nos propone una definición sencilla e iluminadora: “… definición del mal gusto, en arte, como prefabricación e imposición del efecto.” (Op. Cit. p 84) Y en el momento que leí esa frase, pude aclarar mi mente y ver lo que me pareció la película del momento “The Revenant”. Donde se ha confundido un producto de la industria cultural de masas, con una gran obra del arte cinematográfico. La película es excelsa técnicamente, de hecho está consagrada a la técnica, pero esa es otra discusión. En el todo hay esa terca intención del director de imponerte el efecto, la sensación, la emoción. El frío, el dolor, el oso que ataca tres veces, los sufrimientos al extremo, lo inverosímil al extremo. No los avala ni una idea, ni una reivindicación. No hay sutileza ni excelsitud narrativa, un artista nos hubiera evitado soportar tanta obviedad. Y ese tremendismo, si me permite la expresión, depaupera la ejecución y la convierte, según la definición de Eco, en un monumento al mal gusto. Claro que los óscares y tantos premios solo ponen en evidencia que hay que regresar a don Umberto y sus recomendaciones. Hay que revisar sus textos y armarnos con ellos. Esgrimirlos como coraza, como armadura, contra la industria del mal gusto y la ausencia de crítica. Un fantasma inunda el mundo, es el fantasma de Hollywood. Los suyo es fábrica de sueños chafas, de imposiciones del efecto, no de altos vuelos artísticos.
Y es obvio que debo de terminar imponiendo el efecto, diciendo que extrañaremos al maestro Eco y su lúcido diálogo con el tiempo que le tocó vivir. Descanse en paz.
Jaime Casillas-Ugarte es colaborador de Entre Noticias:
Aspirante de escritor, dibujante, pintor, cineasta, guionista, fotógrafo, ciclista, beisbolista, corredor, futbolista, crítico de cine, crítico de arte, melómano, gourmet y sommelier. Trato de entender este desastre y darle un sentido. Y para eso escribo.