Lo que se nos viene encima hará que muchos se lamenten por haber desaprovechado una oportunidad llamada Bernie Sanders
Gracias a la candidatura del senador Sanders, sosteniendo siempre que la desigualdad es el gran tema moral, económico y político del presente, hemos sido testigos de cómo se logró quebrar la simulación del debate democrático durante las elecciones primarias que culminarán el próximo martes con los comicios a desarrollarse en Washington D.C.
Imposible en este contexto, hablar de democracia en el sentido cabal de la palabra, sin la existencia de una sociedad realmente informada por medios decididos a poner al descubierto la verdadera cara del poder. Lo que hemos visto en su mayoría, son medios desplegando una intensa labor de manipulación y adulteración de la llamada opinión pública. Nadie pone en duda la gran proliferación de flujos informativos existentes hoy en día, con su fachada de aparente pluralidad ideológica, pero eso no significa que favorezcan verdaderamente visiones diversas o promuevan para la sociedad una verdadera comunicación, palabra ésta última que etimológicamente se refiere al hecho de “hacer en común”.
La campaña del senador Sanders ha molestado tanto a muchos porque además de ser eso, una campaña política en busca de una nominación presidencial, ha significado ser al mismo tiempo una campaña de contra-información que expone y exhibe una falsa democracia administrada para su conveniencia por la élite en el poder, buscando en su lugar “hacer en común” la verdadera y genuina democracia. Por eso recientemente en Santa Mónica, California, Bernie Sanders rechazó conceder su derrota ante la ex secretaria de Estado Hillary Clinton en el nombre de la pretendida “unidad” del Partido Demócrata para cerrar filas contra Donald Trump en las generales de noviembre.
Sanders ha externado una y otra vez su compromiso por evitar a toda costa el arribo de alguien tan peligroso como Trump a la Casa Blanca, pero buscando garantizar que la plataforma del Partido Demócrata tome distancia de las políticas que tanto han favorecido a los de arriba mientras al mismo tiempo, tanto han desdibujado para millones de estadounidenses el sentido del llamado “sueño americano”. Es decir, Sanders no es un “viejito terco” con ansias de poder que se aferra por protagonismo a seguir bajo los reflectores. Se trata más bien de un estadounidense consciente del rumbo equivocado hacía el que ha sido arrastrado su país por dirigentes, entre otras cosas, adictos a la guerra. Entre ellos la propia Hillary Clinton, quien así lo ha demostrado en los hechos ya sea como senadora, votando a favor de la guerra de Irak o como responsable de la política externa de la administración del presidente Obama, empujando muy fuerte por la destitución violenta del ex líder libio Muamar Gadafi, sin asumir responsabilidades ante el mundo, junto a su jefe, Barack Obama, de las nefastas consecuencias.
Vale la pena recordar lo que afirmara en ese sentido el fundador del portal WikiLeaks, Julian Assange en febrero de 2016, al considerar que la aspirante demócrata es partidaria, según sus propias palabras, de una «guerra estúpida y sin final».
La guerra de Libia «es el Irak» de Clinton, quien fue secretaria de Estado estadounidense entre 2009 y 2013.
«La guerra de Hillary ha avivado el terrorismo, ha matado a decenas de miles de civiles inocentes y ha hecho retroceder cientos de años los derechos de las mujeres en Oriente Medio», aseguró entonces Assange.
Pasará en verdad mucho, pero mucho tiempo, antes de que alguien con inusitada honestidad vuelva a buscar la presidencia de EU diciéndole a su pueblo verdades como esta:
Lo he dicho ya en alguna de mis columnas, no sólo quienes estamos convencidos del gran valor de la campaña de Bernie Sanders, debiéramos estar agradecidos con él, sino también sus detractores, ya sean de membrete demócrata o republicano, porque tal como lo señalará la mente lúcida del gran intelectual estadounidense Noam Chomsky, el Partido Demócrata ocupa hoy el espacio ideológico que antes era de los republicanos, mientras que estos, los republicanos, se han corrido hacia una derecha irracional quedando fuera del espectro y convertidos como partido en “candidatos a una de las organizaciones más peligrosas para la humanidad”.
Los resultados de estas cruciales elecciones primarias estadounidenses, por la grave peligrosidad del mundo en que vivimos, no deben ser vistos por la ciudadanía como si fueran sólo el resultado numérico y estadístico sobre quién ganó y quién perdió, al estilo del resultado final de un Super Bowl, para luego cada quien irse contento o triste de regreso a casa. Lo que el senador Sanders busca evitar con su tenacidad admirable es que asistamos una vez más al entierro “democrático” de la democracia y en cambio hacer lo que sería la tarea y la misión de medios de comunicación comprometidos con la gente, que es identificar, exponer y denunciar a los secuestradores de la democracia verdadera. Por eso Sanders sigue dando la batalla y muchos de nosotros lamentando que millones de estadounidenses no hayan tenido la lucidez para percatarse de que, como a los cometas en el cielo, pasará mucho tiempo antes de que veamos nuevamente en el horizonte político estadounidense a alguien tan sinceramente comprometido con la democracia como Bernie Sanders. Muchos entre quienes votaron contra él, lo hicieron contra sus propios intereses. Tal vez el tiempo y lo que se nos viene encima, les haga darse cuenta de la desacostumbrada oportunidad que dejaron escapar, pero entonces será ya demasiado tarde.
Es obligación moral del periodismo verdadero denunciar a los cerrados círculos de poder que marcan desde las sombras las vidas de millones de personas, sin embargo muchos «informadores» demostraron durante las primarias actuar como voceros o ser parte de esos círculos cerrados de poder, recreándose constantemente en el jugoso circo mediático ofrecido por protagonistas como Donald Trump, en lugar del análisis de fondo que exige la muy delicada situación del panorama nacional y mundial. Con su mensaje, Sanders logró «milagrosamente» dar una batalla inimaginable cuando lanzara su candidatura en abril de 2015: ¿Cómo es posible que el 1% más rico posea casi tanta riqueza como el 90% menos rico? preguntó entonces el senador por Vermont.
Sin alguien como Bernie Sanders en la elección general de noviembre, ¿Quién podrá representar los intereses reales de más del 90% de la población ante un panorama similar al descrito crudamente por el extraordinario comediante George Carlin con demoledoras palabras:
Quieren más para ellos y menos para el resto, pero te diré que es lo que no quieren. No quieren una población de ciudadanos con la capacidad de pensamiento crítico. Ellos no quieren cultura, o gente que sea capaz de un pensamiento independiente. No les interesa eso. No les beneficia en nada. Va contra todos sus intereses.
¿Saben que es lo que quieren? Quieren trabajadores obedientes. Sí, personas que sepan lo suficiente para manejar las máquinas y hacer el papeleo. Y lo suficientemente tarada como para aceptar pasivamente toda esa mierda de trabajos, con esa mierda de salarios, largas horas de trabajo, beneficios reducidos, y luego rogando por una pensión que desaparece al minuto que lo vayas a cobrar.
Ellos quieren el dinero de tu retiro. Lo necesitan para dárselos a esos criminales de las bolsas de valores. ¿Y sabes algo? Lo tendrán. Lo tendrán todo tarde o temprano porque son los que mandan en todo. Ellos son un club selecto y tú no eres parte de él. Tú y yo no somos parte del gran club. Por cierto, ellos utilizan a su maquinaria de propaganda para estar todo el día diciéndote que debes creer, que debes pensar y que debes comprar. Se llama el Sueño Americano, porque tienes que estar dormido para creerlo».
Rubén Luengas/Entre Noticias