¿Democracia? ¿por qué los pueblos de México, Estados Unidos y Canada no están siendo informados sobre las nuevas negociaciones del TLCAN?
A pesar de las promesas hechas en marzo por el Representante de Comercio de los Estados Unidos, Robert Lighthizer (USTR) de que las negociaciones serían transparentes, el USTR ahora considera que los documentos y negociaciones son información «clasificada» y permanecerán en secreto.
Sin embargo los grupos de presión corporativos (lobbyists), sí tienen acceso y están por todas partes.
La Electronic Frontier Foundation (EFF) lo ha expresado de la siguiente forma:
Durante una audiencia de confirmación en marzo pasado, Lighthizer había prometido hacer transparentes las negociaciones y escuchar a más actores y al público interesado. La EFF informó en ese momento que, en respuesta a la pregunta del senador Ron Wyden sobre qué medidas concretas tomará para mejorar la transparencia y las consultas públicas, Lighthizer respondió que se aseguraría de que «se tengan en cuenta las opiniones de una amplia muestra de interesados, incluyendo organizaciones laborales, ambientales y de salud pública, durante el curso de cualquier negociación comercial».
La Senadora Maria Cantwell cuestionó a Lighthizer:
«¿Está usted de acuerdo en que es problemático que un selecto grupo de élites corporativas tengan acceso especial para dar forma a las propuestas de comercio de Estados Unidos que generalmente no están disponibles para los trabajadores estadounidenses y aquellos afectados por nuestros defectuosos tratos comerciales?
Lo cierto es que se ha privilegiado una vez más la falta de transparencia en torno a estas negociaciones, a pesar de que más de dos docenas de grupos interesados en obtener información enviaron una carta compartida expresando sus preocupaciones y su convicción de que ha sido vergonzoso el ser excluidos de algo que supuestamente se negocia en el nombre de la sociedad estadounidense.
Desde el lado mexicano, la revista mexicana Contralinea dijo en junio pasado:
Hoy como ayer, dice la publicación de Contralinea, no se toma en cuenta a la sociedad ni se hace un balance objetivo para enterar a la nación del porqué no se cumplieron las expectativas. Los tecnócratas insisten en mantener un acuerdo comercial preparándose para ceder en lo que sea necesario con tal de no cancelarlo. La opinión de los directamente afectados no cuenta, pese a que la razón les asiste. Como ayer, los actores de los sectores productivos relacionados en el tema no estarán presentes en la mesa de las negociaciones.
En poco más de dos décadas de la entrada en vigor del acuerdo comercial el agro está en quiebra y no queda huella alguna de las instituciones que en décadas pasadas apoyaban a los productores de granos, café, cítricos y otros productos, con créditos, capacitación y entrega de fertilizantes y semillas mejoradas. Las trasnacionales como Bayer, Monsanto y Cargill desplazaron las funciones de entidades como Fertimex, la Productora Nacional de Semillas (Pronase) y Conasupo.
Pero además de la pérdida de fuentes de empleo en el agro, el tratado condujo a México a aniquilar su soberanía alimentaria. Tan sólo en 2015 y 2016 el país importó de Estados Unidos 17 mil 700 millones de dólares en productos agroalimentarios. Cabe citar que el 47 por ciento de los alimentos que consumimos no es producido por nuestros agricultores, como el caso del 80 por ciento del arroz, el 40 por ciento del trigo y el 50 por ciento de la soya.
De hecho, para cubrir nuestro consumo interno de maíz importamos anualmente de Estados Unidos unas 12 millones de toneladas del grano. Está demostrado que el acuerdo encareció los productos de la canasta básica. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) informa en este sentido que de los 55.3 millones de mexicanos en pobreza, 28 millones presentan carencia alimentaria.
Reflexión Entre Noticias
En la trama de lo que se negocia de espaldas a la gente, impera el paradigma de que todo está a la venta o todo está destinado a ser saqueado por motivaciones de lucro, proporcionándole a las corporaciones la más absoluta libertad para el cumplimiento de sus propósitos, en un espacio social dominado por el mercado, donde el concepto de «ciudadanía» tiene que ver cada vez más con presiones para zambullirse frenéticamente en el consumo, y cada vez menos con entidades de pertenencia al esfuerzo conjunto de aspirar a los mejores actos y realizaciones de la experiencia humana.
Dentro de este paradigma, el de la «soberanía neoliberal, existe un discurso carente de vocabulario autocrítico que, cuenta entre sus palabras predilectas, con aquella de «competitividad«. Discurso que suele definir las miserias humanas como el resultado de opciones personales. Miserias y desgracias humanas que, con ceguera moral, son asumidas como la base de la criminalización de los problemas sociales.
Como bien ha señalado Henry A. GIroux, «la sociedad he dejado de definirse como el espacio en el cual nutrir de los valores más esenciales y de las relaciones necesarias para una democracia. Al contrario, ha sido definida ahora como una esfera político-ideológica en la que se funden el fundamentalismo religioso y el fundamentalismo del mercado, creando la ideología globalizada de la supremacía estadounidense».
Redacción/Entre Noticias