Una milicia está lista para usar sus armas en el sur de Estados Unidos

“La persona típica en el movimiento de milicias es un blanco de clase trabajadora. No son pobres, pero tienen un empleo mal remunerado y son atraídos por Trump”, explica Carol Gallagher, profesora en la American University de Washington.

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¿Disneylandia? No, se trata de uno de los lados más oscuros de la realidad profunda de Estados Unidos

Cada mes, Chris Hill se reúne con sus amigos durante un fin de semana en un remoto bosque de Georgia, en el corazón profundo del sur de Estados Unidos.

¿El plan? Acampan, comen carne a la parrilla… y ensayan ataques con fusiles semiautomáticos, en caso de que el gobierno intente venir a arrebatarles sus armas.

Vestidos con uniforme y dotados de armamento militar, la veintena de milicianos de la Georgia Security Force, bajo un intenso calor, patrullan en equipo por el bosque y disparan municiones reales durante un asalto a una casa falsa.

“Yo estoy preparado para la guerra civil, conflictos civiles, un ataque nuclear de Corea del Norte, de Rusia, una invasión extranjera o de mi propio gobierno si opusiera sus armas contra el pueblo con el objetivo de desarmarlo”, cuenta Hill, de 42 años, que prefiere el mote de Bloodagent cuando lidera este grupo que creó en 2008.

La de Hill es una de un estimado de 165 milicias antigubernamentales armadas que operan en EE. UU.

No son un movimiento homogéneo, pero están unidos principalmente por un profundo recelo hacia el gobierno, un fuerte credo en las libertades individuales como el derecho a portar armas (inscrito en la Constitución) y, desde la última campaña presidencial, una afinidad con el mandatario Donald Trump. Las banderas confederadas de batalla, símbolos controvertidos asociados al racismo en el sur, adornan el campamento, al igual que las banderas negras.

Rooster e Yvette Di Maria, un matrimonio proveniente del vecino estado de Carolina del Sur, equipados con un carro remolque último modelo, hallaron en esta milicia una “familia” cuyo atractivo reside en “estar con mentes afines”.

Ambos estaban desilusionados de la política hasta que Trump anunció su candidatura, e Yvette dice que se sentía con frecuencia ridiculizada por sus pares que la acusaban de racista y homófoba.

“En vez de quedarme en casa y quejarme sin hacer nada, decidí unirme a un movimiento donde asumo abiertamente quién soy”, señala Yvette.

“Puedo expresar mi opinión. Estoy con personas que pueden identificarse conmigo. Soy una esposa, una madre, una patriota estadounidense, una cristiana, una emprendedora”, añade.

Las milicias, que regularmente “resguardan la seguridad” en manifestaciones, atendieron especialmente los mítines de Trump, armadas, para contrarrestar cualquier protesta de grupos “antifascistas”.

“La persona típica en el movimiento de milicias es un blanco de clase trabajadora. No son pobres, pero tienen un empleo mal remunerado y son atraídos por Trump”, explica Carol Gallagher, profesora en la American University de Washington.

“Si miras en la historia de Estados Unidos estas milicias armadas existen desde el inicio y se explica porque cuando la gente (los primeros europeos) llegó, no había fuerzas de policía o ejército establecidas, así que creó sus propias milicias para protegerse”, agrega.

Pero hoy en día son vistas como grupos extremistas por el FBI y por asociaciones civiles.

Según el Southern Poverty Law Center (SPLC), una organización de lucha contra el extremismo, unos 623 grupos antigubernamentales operaban en Estados Unidos en 2016.

La muerte en Charlottesville, Virginia, de una activista antirracista (que fue arrollada por un neonazi) en una manifestación de supremacistas blancos el 12 de agosto, puso de nuevo sobre el tapete este compendio muy diverso de grupos, en ocasiones armados y de ideología ultraconservadora, a veces xenófoba y racista.

Hill prefirió no decir si algún miembro de su milicia estaba presente en esa manifestación. Sin embargo, en el seno del clan, ideas que muchos considerarían un pensamiento extremo son abiertamente formuladas, en especial los ataques a los musulmanes.

A sus 22 años, Chandler Wolf, un exsoldado, describe al islam como una “pervertida enfermedad mental” que busca dominar Estados Unidos.

Esas ideas le valieron a la Georgia Security Force ser incluida en la categoría de organización extremista islamófoba por el SPLC.

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