Peña Nieto, viajó a Chile con motivo del cambio presidencial donde expresó que “México está muy agradecido con los países latinoamericanos por todo el respaldo que nos han brindado en un sinnúmero de ocasiones”.
Respecto a los temas que trabajará con el nuevo presidente chileno, Sebastián Piñera, quien asume este domingo el poder, el mandatario mexicano comentó que, “durante los últimos años, México y Chile se han consolidado como amigos, aliados y socios estratégicos”.
Lo que Peña Nieto evita decir o parece no comprender
El presidente Peña Nieto parece no comprender, a juzgar por sus declaraciones, que Trump está inscrito en un sistema fijo de creencias, históricamente similar en esencia al del presidente James K. Polk, entre otras figuras de la vida pública estadounidense, quien creía con firmeza que “era la voluntad de Dios que las tierras más ricas de México, en especial la franja fértil a lo largo del Pacífico, pasaran de las manos de sus residentes a las de los blancos laboriosos que saben custodiar mejor sus recursos”.
Otro de tantos ejemplos que se pueden citar sobre el manantial ideológico o de creencias del cual bebe a su manera Donald Trump, es el del poeta estadounidense Walt Whitman, considerado el padre de la poesía moderna estadounidense quien apoyara con gran entusiasmo la guerra injusta de Estados Unidos contra México en 1846. Whitman propuso entonces el despliegue de 60 mil tropas estadounidenses hacia México con la intención de obligar a un cambio de régimen cuya «eficiencia y permanencia fuera garantizada por Estados Unidos», para abrirle el camino al comercio de sus manufacturas y a sus negocios en general. Whitman desplegó sus argumentos basándose en claras concepciones racistas:
Vivimos dentro de un capitalismo militarista en el que Estados Unidos ha venido imponiendo por las buenas o por las malas la sumisión a su autoridad, dicen Charles Derber y Yale R. Magrass, autores del libro Bully Nation, en cuyo prólogo hablan así de Trump:
Lo que Trump ha venido haciendo contra México y su gobierno desde su campaña es algo en lo que el mandatario estadounidense es todo un experto: bullying.
Recomendable para todos, pero muy especialmente para los mexicanos en este momento de la relación con Estados Unidos, es la lectura de Bully Nation: How the American Establishment Creates a Bullyng Society.
Los autores, Yale Magrass y Charles Derber, sostienen que el enfoque actual sobre el “bullying” en Estados Unidos, como también el de una gran parte de la discusión sobre la violencia de las armas, es visto en primera instancia como problemas psicológicos individuales, cuyas víctimas requieren de terapia, un mejor despliegue de capacidades para su adaptación social o en última instancia del castigo de las leyes. Sin embargo, no existe una discusión sobre las fuerzas culturales y sociales más extensas que prevalecen en el país, en sus instituciones y en sus líderes que practican el “bullying” sobre otros países o sobre sus propios ciudadanos en casa.
Magras y Derber sostienen que en Estados Unidos existe un “bullying” endémico institucionalizado propio del carácter del capitalismo hegemónico dominante al grado de «provocar como nación, muerte y sufrimiento a gran escala».
La de Donald Trump fue una campaña “bully”, basada en el fomento y la explotación del miedo hacia los “enemigos designados”. Campaña exitosamente agresiva en la medida que logró despertar sentimientos de naturaleza violenta entre sus seguidores, formados en la mítica idea del llamado excepcionalísimo estadounidense, que considera a Estados Unidos como la nación a la que Dios le proporcionó un “destino manifiesto” sobre el resto del mundo, razón por la que los seguidores de Trump le siguen gritando a su presidente: “Construye el muro, construye el muro”.
Una vez convertido en presidente, Trump ha desplegado con cinismo sus tácticas de bullying, al grado de hacer pública su conversación telefónica con Enrique Peña Nieto en la que le dijo: «¿Estás loco?», sobre la petición que le hizo el mandatario mexicano a Trump para que el estadounidense dijera públicamente que México no pagaría el muro.
Pero lo grave no es lo que Trump le diga a Peña Nieto, quien pronto dejará la presidencia habiendo rematado bienes de la nación en el contexto de un proyecto entreguista en el que participaron expresidentes como Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo y Carlos Salinas, sino el fortalecimiento de los inmigrantes mexicanos indocumentados como blanco de lo que Magras y Derber llaman «bullyin racial militarizado», a imagen y semejanza de las poblaciones nativas de Estados Unidos, forzándoles a prácticas brutales de humillación, separación de familias y deportación.
Rubén Luengas/Entre Noticias