Eso significa que los estadounidenses están perdiendo agua potable para siempre en muchas regiones semiáridas del país, al tiempo que se está produciendo más contaminación de carbono que a su vez está provocando sequías cada vez más graves en esas mismas regiones, tal como Anthony Fragraa, experto en fracking y profesor de la Universidad de Cornell, lo ha explicado a ThinkProgress.
El estudio de la Universidad de Duke descubrió que de 2011 a 2016, el uso de agua por pozo aumentó hasta un 770 por ciento y que además las aguas residuales tóxicas producidas en el primer año de producción aumentaron a un 1440 por ciento.
Estudios anteriores sugirieron que la fractura hidráulica no usaba significativamente más agua que otras fuentes de energía, pero resulta que esa afirmación se basó en datos recabados durante los primeros años del fracking, explicó Avner Vengosh, profesor de geoquímica y calidad del agua en Duke.
Think Progress cita a Anthony R Ingraffea, quien no participó en el estudio, afirmando que si bien los pozos de primera generación usaban de 3 a 5 millones de galones de agua, los pozos de tercera generación actuales usan de 10 a 30 millones de galones. Ingraffea, que trabajó en la industria de combustibles fósiles durante tres décadas y ha sido coeditor en jefe de la revista Engineering Fracture Mechanics desde 2005, señaló que el gobierno federal «pronostica un millón más de estos pozos en los próximos 20 años».
Por si lo anterior no fuera lo suficientemente alarmante, el estudio también señala que el mundo ha visto «una disminución acelerada de sus recursos hidráulicos debido al cambio climático».
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