Unas semanas antes del fatal incidente, Austin y Geoghegan escribieron que planeaban seguir pedaleando durante un año más o tal vez dos o tres. “Pero solo si lo disfrutamos“, acotaron.
Ambos decidieron renunciar a sus respectivos trabajos para cumplir su sueño lanzarse a conocer el mundo en bicicleta. Durante su periplo por el mundo conocieron a un gran número de personas diversas del planeta, llegando a la conclusión de que en
Con la convicción de que los seres humanos son buenos por naturaleza, la pareja fue documentando a través de un blog sus encuentros, aventuras y desventuras.
Según reflejaron en sus relatos en la web, en ocasiones confirmaron su visión sobre la bondad humana y en otras tuvieron que sortear malas intenciones.
“La maldad existe, cierto, pero incluso eso es poco común”, comentó Austin durante su tour por Marruecos.
“En general, los humanos son buenos. Egoístas a veces, miopes en otras, pero buenos.
“Generosos, maravillosos y buenos. No tenemos mayor revelación que esta en nuestro viaje”, expresó.
Antes de lanzarse en su travesía intercontinental, Austin, exalumno de la Universidad de Georgetown, trabajaba para el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos.
Tras adoptar un estilo de vida minimalista, Austin quiso ampliar su visión del mundo y, según lo que escribió sobre sí mismo en el blog symplycycling.org, se aventuró a conocer el norte de Estados Unidos sobre su scooter.
Su amor por el turismo sobre ruedas cruzó las fronteras con un recorrido por Marruecos.
Por su parte, inspirada por los viajes de Austin, Geoghegan inició un romance con el ciclismo en sus trayectos al trabajo.
Y en 2016 fue cuando la oriunda del sur de California contempló la idea de dejar su trabajo para pedalear por el mundo, según explica el diario The New York Times.
En junio de 2017, Austin compartió la historia de cómo él y su pareja renunciaron a sus trabajos para realizar sus sueños.
“Dejé mi trabajo hoy”, escribió el estadounidense un mes antes de partir.
“Estoy cansado de pasar las mejores horas de mi vida frente a un rectángulo que brilla (la pantalla del computador), de pintar los mejores años de mi vida en tonos grises y beige.
“Me he perdido demasiados atardeceres mientras tenía la espalda volteada. Demasiadas tormentas pasaron sin ser vistas, demasiadas brisas sin ser apreciadas”.
Unas semanas antes del fatal incidente, Austin y Geoghegan escribieron que planeaban seguir pedaleando durante un año más o tal vez dos o tres. “Pero solo si lo disfrutamos“, acotaron.
Sin embargo, el tiempo se les quedó corto.
Después de pedalear por África y Europa, llegaron a Tayikistán, una exrepública soviética en el centro de Asia que limita con Afganistán, China, Kirguistán y Uzbekistán.
Allí se unieron a un grupo de ciclistas extranjeros.
En una parte del trayecto, el grupo fue arrollado deliberadamente por un vehículo en el que viajaban varios jóvenes que se declararon afines a Estado Islámico. Tras el atropello, los conductores del vehículo apuñalaron a sus víctimas.
Además de la pareja estadounidense, en el ataque murieron un turista holandés y uno suizo, y varios ciclistas más resultaron heridos.
Dos días después del suceso, Estado Islámico publicó un video en el que cinco hombres prometen matar a los “infieles”. La identidad de los hombres no ha sido confirmada.
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