Luego de la película, tendrá lugar un panel con Roberta Grossman, Nancy Spielberg y el profesor Samuel Kassow, historiador estadounidense.
La Unesco anunció este sábado la proyección simultánea en 45 países del documental Quién escribirá nuestra historia, para conmemorar el 27 de enero el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Un comunicado detalló que ese filme será presentado en unos 300 cines, museos, oficinas de la Unesco y centros de información de la ONU, una iniciativa realizada de conjunto con el Memorial del Holocausto de Washington, el Museo de la Tolerancia de Los Ángeles y el Instituto Histórico Judío de Varsovia.
Dirigido por la cineasta estadounidense Roberta Grossman y producido por Nancy Spielberg, el material es el primer largometraje sobre el grupo clandestino Oneg Shabbat, formado en noviembre de 1940 en el gueto de Varsovia bajo la dirección del historiador Emanuel Ringelblum.
De 1940 a 1943, el grupo reunió numerosos archivos y testimonios que documentan la vida en el gueto y la destrucción de los judíos polacos, con lo cual se confeccionaron los ‘Archivos Ringelblum’, que fueron incluidos en el Registro Memoria del Mundo de la Unesco, en 1999.
En la sede parisina de la Unesco la proyección del filme estará precedida por un acto que se será inaugurado por la directora general de la organización, Audrey Azoulay, y el presidente del Memorial de la Shoah de Francia, Éric de Rothschild.
Luego de la película, tendrá lugar un panel con Roberta Grossman, Nancy Spielberg y el profesor Samuel Kassow, historiador estadounidense.
El 27 de enero se conmemora el aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi alemán de Auschwitz-Birkenau por las tropas soviéticas en 1945, indicó la Unesco.
En 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó oficialmente esta fecha como el Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.
El holocausto en el mundo
Se prevén distintos actos en todo el mundo en recuerdo de las víctimas del Holocausto. La ONU realizará el lunes, a las 11 (hora de Nueva York), la ceremonia oficial, que se desarrollará en el recinto de la Asamblea General y será presidida por la subsecretaria general de las Naciones Unidas para las Comunicaciones Globales, Alison Smale.
La resolución que establece el 27 de enero como el Día de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto fue ideada por Australia, EEUU, Israel, Canadá, Rusia y Ucrania, y elaborada junto con más de 90 Estados, fue aprobada por la Asamblea General de la ONU el 1 de noviembre de 2005.
El 27 de enero de 1945 tropas del Ejército Rojo ingresaron al campo de exterminio más importante que construyeron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz-Birkenau, destinado a ejecutar la “Solución Final” del pueblo judío.
Las Naciones Unidas, 60 años después establecieron, que el día 27 de enero de cada año sea designado como el “Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto”, mediante la Resolución 60/7 aprobada en la Asamblea General del año 2005, en la 42ª sesión plenaria del 1º de noviembre de dicho año.
Auschwitz-Birkenau, ubicado en territorio polaco, a 43 kilómetros al oeste de Cracovia, era un complejo integrado por tres grandes unidades principales y 39 campos subalternos.
Los campos principales eran Auschwitz I, el campo de concentración original que servía de centro administrativo para todo el complejo y en cuya entrada estaba colocado el cartel que decía “Arbeit macht frei (el trabajo hace libre)”; Auschwitz II, Birkenau; y Auschwitz III, Buna – Monowitz; estando su dirección en manos de las SS.
Fundado en mayo 1940 como campo de trabajo, por disposición de Heinrich Himmler, en septiembre de 1941 se realizaron en el Bloque 11 pruebas con el gas Zyklon B destinadas a perfeccionar el exterminio de prisioneros, las que al ser consideradas exitosas hicieron que se construya la una cámara de gas y un crematorio. Esta cámara de gas fue utilizada entre 1941 y 1942.
En Auschwitz II, Birkenau, ubicado a unos 3 km. de Auschwitz I, tenía como objetivo el exterminio de los judíos, para lo cual se instalaron cuatro cámaras de gas con sus correspondientes hornos crematorios, en los que fueron asesinados más de un millón de personas hasta mediados de enero de 1945.
En ese momento, cuando las tropas soviéticas estaban muy cerca de Auschwitz, las SS comenzaron a desmantelar el campo, completando la destrucción de muchas de sus instalaciones, tarea que habían comenzado a fines de noviembre de 1944, para ocultar las actividades que allí se realizaban.
También trasladaron, a pie, hacía territorio alemán a gran parte de los prisioneros, en lo que se conoce como la “marcha de la muerte”, por la cantidad de judíos que fueron asesinados o murieron durante su transcurso, en el crudo invierno europeo.
Cuando las fuerzas del Ejército Rojo ingresaron a Auschwitz, el 27 de enero de 1945, encontraron a unos 7.000 prisioneros, en su gran mayoría imposibilitados de caminar por su deteriorado estado físico, descubriendo una realidad que superaba todo lo imaginable.
El director de Auschwitz, el SS Obersturmbannführer Rudolf Höss, fue capturado por los británicos y enviado a Polonia, donde fue juzgado por sus crímenes contra la humanidad y condenado a muerte, al igual que varios oficiales de las SS y personal subalterno que prestaron servicios en Auschwitz, mientras que otros fueron condenados a cadena perpetua o largas penas de prisión efectiva, tanto por los tribunales soviéticos como los polacos.
La Resolución 60/7, está integrada por seis artículos que no sólo establecen la fecha de recordación sino que también rechaza la negación del Holocausto, reconoce que durante el mismo fue exterminado un tercio del pueblo judío, a la vez que se dirige a los estados miembros que componen las Naciones Unidas para que elaboren programas educativos destinados a las futuras generaciones para que sepan lo que fue el Holocausto, que preserven los lugares históricos en los que funcionaron los campos de trabajo y exterminio como también condena las manifestaciones de intolerancia y discriminación por motivos religiosos y étnicos.
A partir de enero del 2005, anualmente, muchos de los países integrantes de las Naciones Unidas efectúan ese día, entre ellos la Argentina, actos conmemorativos, a la vez que la Secretaría General del organismo internacional desarrolla un amplio programa en la ciudad de Nueva York y sus inmediaciones, que incluye además del mensaje de su Secretario General y un amplio programa educativo.
Las tragedias del S. XX en el olvido
El escritor francés Olivier Guez, autor de «La desaparición de Josef Mengele», recuerda que cuando era niño sus abuelos rememoraban con frecuencia los horrores de la guerra y el daño «que el hombre es capaz de infligir», pero el fin de esa transmisión se ha llevado consigo la memoria del drama.
Inmerso durante años en el siniestro personaje de Josef Mengele, conocido como «el ángel de la muerte» del campo de concentración nazi de Auschwitz, Guez (Estrasburgo, 1974) reconoce en una entrevista que vive con cierta alarma la caída de ciertos tabúes y el rebrote de la violencia, «hasta hace unos años inimaginable».
«Hay una liberación de la palabra porque la gente no sabe. No ha habido transmisión. Los dramas de la primera mitad del siglo XX están a punto de entrar en la historia y salir de la experiencia», señala Guez, horas antes de cruzar el Atlántico para iniciar una gira por Perú, Chile, Argentina y Uruguay.
Argentina, Uruguay y Brasil sirvieron precisamente de escenario a la huida de Mengele, uno de los más terroríficos criminales de guerra del nazismo, que consiguió escapar de la Justicia y vivir treinta años en el exilio. Le acompañaron la paranoia y la arrogancia, pero nunca la culpa.
Hasta su muerte en 1979 en una playa brasileña bajo la identidad de Wolfgang Gerhard, nunca hubo ni rastro de lamentaciones en los años que vivió, ayudado por amigos y por su propia familia.
Guez prefirió no hablar con los parientes de Mengele para narrar en forma de novela los huecos de su fuga.
«No quise contactar a su hijo. Creo que es alguien con una existencia espantosa. Su vida hasta la muerte del padre me parece imposible de juzgar, conmovedora. Su silencio después, incómodo. Acaba haciendo lo mismo que quienes lo habían apoyado», dice sobre Rolf Mengele, que vive hoy en Múnich (Alemania) y ha tomado el apellido de su mujer para disimular sus raíces.
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