Vicente Fox, del poder al delirio | Por Aleyda Villavicencio (@aleydag)

¿Con qué cara vienen dos ex presidentes que ya le fallaron a México a presentarse como salvadores del país que ayudaron a hundir? Ni siquiera se trata de apoyar a Andrés Manuel López Obrador, dejemos eso de lado. Pongamos esa diferencia en el buró por un momento. Se trata de que para poder hablar de rescatar al país tendrían que tener al menos la credibilidad de que en su momento así lo hicieron, o al menos trataron. Pero, a quién tratan de engañar.

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Más allá de que no simpatizo con los comentarios, ni la ideología de Vicente Fox, el simple hecho de escucharlo repetir las mismas palabras que hicieron que años atrás muchísimos mexicanos le creyeran y le dieran su voto, para luego darse cuenta que resultó la misma porquería de la que prometió deshacernos, me provocan nostalgia.

No es desconocido para nadie que la condición mental el ex presidente Vicente Fox es cuestionable, por decirlo suavecito. Sus declaraciones llegan a sonar delirantes y sus tweets solo confirman que algo en su (falta de) razonamiento no está bien, pues más allá de que tengamos la libertad, políticos y ciudadanos, de expresar nuestras opiniones y descontentos, sería justo, o al menos deseable, que un político de la estatura de un ex presidente tuviera maneras más inteligentes de presentarse como oposición ante la actual administración.

Lamentablemente, no es el caso con ninguno de los dos ex presidentes del PAN que se han dado a la tarea de creerse salvadores del país. Uno creyendo que lo logrará por medio la creación de otro partido político, por si al país le hiciera falta más basura política envuelta en colores distintos pero con el mismo contenido por dentro, y Vicente Fox, convocando a “todas las fuerzas ciudadanas a ponerse de pie y defender al país” de “tepocatas, víboras prietas y demás alimañas”.

Más allá de que no simpatizo con los comentarios, ni la ideología de Vicente Fox, el simple hecho de escucharlo repetir las mismas palabras que hicieron que años atrás muchísimos mexicanos le creyeran y le dieran su voto, para luego darse cuenta que resultó la misma porquería de la que prometió deshacernos, me provocan nostalgia.

Nostalgia por el país que la oposición tuvo oportunidad de transformar y no lo hizo. Nostalgia por las veces que millones de mexicanos de a pie les han creído y llevado hasta el asiento más alto de la administración pública para seis años después, defraudados, buscar las mismas virtudes en otro líder, sin importar el color de su partido. Nostalgia de que la esperanza ha sido siempre la misma, pero el resultado jamás ha sido siquiera cercano al esperado.

¿Con qué cara vienen dos ex presidentes que ya le fallaron a México a presentarse como salvadores del país que ayudaron a hundir? Ni siquiera se trata de apoyar a Andrés Manuel López Obrador, dejemos eso de lado. Pongamos esa diferencia en el buró por un momento. Se trata de que para poder hablar de rescatar al país tendrían que tener al menos la credibilidad de que en su momento así lo hicieron, o al menos trataron. Pero, a quién tratan de engañar.

La oposición, que antes fuera gobierno y mayoría legislativa, creció confiada de que siempre lo serían, de que sus campañas de desprestigio y el condicionamiento de apoyos de los programas sociales, siempre serían suficientes para mantener a la otrora oposición a raya. Presente y vibrante cada seis años, pero nada más. Suficientemente fuerte para aparentar elecciones competidas y democráticas pero nunca lo suficiente para ganarlas, y mucho menos para arrebatarles esa mayoría que hoy los aplasta en las cámaras y los tiene desquiciados.

Los partidos antes gobernantes perdieron todo rastro de ideología partidista, de rumbo político, pues durante sus años en el poder, o al servicio del mismo, se olvidaron de cuidar sus cuadros, su base, y la razón por la que en algún momento fueron fuerza política, sobre todo el PAN. Nada queda ya de lo que en su momento fundó al Partido Acción Nacional.

Morena tampoco tiene cuadros políticos, hay que ser claros en ello, ni siquiera es en realidad un Movimiento. Es sólo el reflejo de un país cansado, muy cansado. La única ventaja política de Morena se llama Andrés Manuel López Obrador, y si lo que dice es cierto, él no tiene intención de reelegirse, por lo que su proyecto de nación, o Cuarta Transformación, tiene muy pocas posibilidades de llegar a serlo o de llegar siquiera a los 10 años. Es sorprendente el nivel de paranoia que alcanzan las élites con la pérdida de espacios de poder aunque sea temporalmente.

No es fácil, pero Acción Nacional tiene seis años para comportarse como una verdadera oposición, si no en los curules, al menos en la opinión pública, como los hizo Lopez Obrador por décadas y miren donde está hoy. Desafortunadamente, a diferencia de Morena, el PAN no tiene ni una sola figura con credibilidad, porque jamás se preocupó por formarlas y los dos representantes que tuvo en el poder se encargaron uno de defraudar al país y el otro de desangrarlo.

Lo mejor que podría hacer Acción Nacional, lejos de aplaudir de pie a un señor que carece de toda congruencia, es buscar ser una oposición inteligente que argumenta, propone y persigue la construcción del país, no “darle en la madre a esta Cuarta Transformación”. ¿Será que no se han dado cuenta que es justo la búsqueda de una transformación la que llevó a Fox a la presidencia y 18 años después a López Obrador?

Cuando la historia se escriba seis o siete años más adelante, no serán las opiniones de ningún actor político las que determinen el lugar que ocupará López Obrador en la memoria colectiva, será él mismo y sus acciones las que lo hagan. Lo mismo que con Fox. No fueron las opiniones de sus oponentes políticos quienes lo han puesto en el basurero de la historia. Tal vez no se ha enterado que fueron sus propias acciones como presidente y ahora sus lamentables declaraciones las que quedarán para la historia como las de un hombre incoherente y resentido, que no solo le falló a toda una generación, sino que se aferra con uñas y dientes a los privilegios que esta administración le ha quitado. Esa administración que, aunque le pese, tiene la mayor aprobación de la historia, y que son justo esos actos radicales de corte con un pasado de dispendios, los que la tienen en posibilidad de ser lo que ni él, ni Calderón estuvieron interesados en representar; una verdadera oposición en el poder.

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Aleyda Villavicencio

 

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