«La lucha contra la pandemia corre el riesgo de convertirse en el caballo de Troya de la hipervigilancia permanente del siglo XXI». (Amnistía Internacional Argentina)
El propósito de la oficina, decía la historia, era «centrarse en lo que la agencia se refiere como ‘amenazas asimétricas’ u objetivos militares no convencionales como posibles organizaciones terroristas». En la práctica, esto significaba monitorear las transacciones digitales civiles, o, como lo llamó DARPA, «Conocimiento total de la información». A finales de ese año, el programa fue objeto de una controversia muy pública, con defensores de la privacidad y las libertades civiles que denunciaron su alcance en la vida de los ciudadanos.
Se trataba de poder acceder al «conocimiento total de la información de cada ciudadano estadounidense», escribió el columnista del New York Times William Safire:
“Este no es un escenario orwelliano lejano. Es lo que sucederá con su libertad personal en las próximas semanas si John Poindexter obtiene el poder sin precedentes que busca».
La imagen elegida para representar el proyecto generó diferentes expresiones de protesta.
El logotipo del «Proyecto de Información Total», escribió Annie Jacobsen en su libro El cerebro del Pentágono: Una historia sin censura acerca de DARPA, se convirtió en generador de mucha ira». Esto fue una subestimación: el logotipo, que representaba al Ojo de la Providencia mirando al mundo, era una pesadilla de relaciones públicas que alimentaba tanto las teorías de la conspiración como las críticas.
En el otoño de 2003, un año después de la implementación del proyecto, el Congreso revocó los fondos para la Oficina de Información. Sin embargo, varios proyectos continuaron siendo financiados y simplemente se ejecutaron bajo diferentes nombres.
Un texto de Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, publicado en Infobae dice literalmente:
«En el contexto actual, el miedo global por el contagio de coronavirus está siendo utilizado por innumerables actores públicos y privados para profundizar la recopilación de datos personales con distintos fines: desde la vigilancia masiva hasta la predicción de patrones de consumo. La lucha contra la pandemia corre el riesgo de convertirse en el caballo de Troya de la hipervigilancia permanente del siglo XXI«.
¿Estamos ante la aplicación de una estrategia patológica global de control casi total de lo cotidiano? Cualquiera que sea su respuesta, lo cierto es que corren buenos tiempos para releer a George Orwell, quien escribió su novela 1984 a final de los años 50, imaginando un mundo controlado por un todopoderoso que vigilaba a todos los ciudadanos.
La aparición del llamado Covid-19, ha venido a materializar aquella idea de la Oficina de Información del Pentágono de poder acceder al «conocimiento total de la información de cada ciudadano, no sólo estadounidense, sino del planeta entero.
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