El presidente Andrés Manuel López Obrador durante la inauguración del tramo Izamal-Cancún del Tren Maya.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dio inicio hoy a la obra del tramo Izamal-Cancún del Tren Maya, un proyecto “concebido para reivindicar al sureste del país” y con el que, abundó, también se da paso a una etapa en la que se acabó “la ineptitud, irresponsabilidad e influyentismo y corrupción en la industria de la construcción”.
Luego de que la directora de Ingenieros Civiles Asociados (ICA), Guadalupe Phillips Margain, empresa a la que se concesionó este tramo, informó que el proyecto incluye 520 kilómetros de doble vía férrea y la ampliación a cuatro carriles de la carretera de 224 kilómetros, el mandatario acotó que la compañía no podrá aumentar el precio y el tiempo de construcción pactados.
“Hay empresas irresponsables que han llevado a la cárcel a presidentes de otros países, altos funcionarios, caracterizadas por la irresponsabilidad y la corrupción”, recordó.
El mandatario confió que ICA –que tiene la concesión de la carretera hasta 2052- cumplirá con el presupuesto de 27 mil millones pactado en el contrato.
“Porque ya no hay ampliación, no es de que ‘hicimos mal los cálculos y necesitamos ampliación’. Es precio alzado. Y lo mismo en el tiempo. Tiene que estar terminado en 28 meses. Nada de que ‘llovió mucho y no se pudo trabajar’. Tenemos que terminar en tiempo y en presupuesto. Y claro que se puede. Ahí está el ejemplo de los ingenieros militares, que construyen el aeropuerto Felipe Ángeles”, resaltó.
Además, el presidente resaltó que desde tiempo no se realizaba una inversión como la que se hará con el Tren Maya para el sureste de México, y sobre todo, sin contratar deuda.
Se trata, abundó, de recursos obtenidos “con la nueva política de no permitir la corrupción y cuidar el gasto, de hacer un gobierno austero, sin lujos. Todo lo ahorrado es para este tipo de obras, para devolverle al pueblo lo que por derecho y justicia le corresponde”.
Resaltó que en los 40 años recientes solo creció Cancún y que ahora con el tren, se busca un desarrollo más equilibrado en todo el país y ponderó que en los cinco tramos del tren se crearán 80 mil empleos directos -15 mil solo en el tramo Izamal-Cancún- y en 150 mil en 2021.
El director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, Rogelio Jiménez Pons, dijo que según un informe de ONU Hábitat, con el tren un millón de personas saldrá de la pobreza y el PIB del país crecerá 1.6 por ciento.
“No es solo un tren, sino un proyecto integral para empezar a saldar el adeudo histórico con el sureste. El tren es con la gente, para la gente y de la gente”, declaró.
Por otro lado, el investigador Gerardo Ceballos, del Instituto de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, considera que el proyecto debe contar con tres ejes «muy sólidos», en referencia al ámbito social, al ambiental y al económico. «Si el tren cumple con esas características, será una obra que va a tener beneficios para el país».
Aunque desde el principio de su mandato, y en especial en una comparecencia a finales de febrero en Ciudad de México, ante una nutrida audiencia indígena López Obrador enfatizó que en el marco del desarrollo del Tren Maya escucharía siempre, de manera prioritaria, a los pueblos indígenas.
«Creo que los pueblos originarios, que son la verdad más entrañable e íntima de México, deben ser escuchados y atendidos primero en sus necesidades básicas fundamentales».
Sin embargo, la percepción de las comunidades maya es sensiblemente diferente. «El presidente de la nación ha dicho que el tren va porque va. Entonces, ¿qué dialogo hay con ellos?», plantea Wilma Esquivel Pat, vicepresidenta del centro comunitario U Kuuchil K Chibalom y activista en defensa de los pueblos originarios de la región. «Lo que hacen es promocionar, no están dispuestos a escuchar», añade.
Los propios indígenas son hoy los principales detractores de este proyecto, del que recelan por considerarlo un potencial peligro para su estilo de vida, sus territorios y el medio ambiente. «Nunca hemos dejado de ser un pueblo discriminado», asegura Esquivel Pat. «Pueden comercializar nuestra cultura, pero no nos aceptan por igual, no valoran nuestra cultura más que como un souvenir», añade la activista, convencida de que «esto se va recrudecer con la llegada del tren».
De momento, ya han surgido las primeras acciones. Diversas organizaciones mayas y ambientalistas, tales como la Asamblea de Defensores del Territorio Maya, Múuch’ Xíinbal, o el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible han recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para solicitar que tome medidas cautelares contra el proyecto, argumentando que podría dañar de forma irreparable el acuífero subterráneo de la Península de Yucatán, indispensable para el abastecimiento de agua en los territorios del pueblo maya.
Estas iniciativas no han sido obstáculo para que el presidente López Obrador dé luz verde al Tren Maya, bajo la insistente consigna de la creación de empleo y la reactivación de la economía precisamente en los territorios pertenecientes a los pueblos originarios. Ni siquiera la situación de la pandemia en México, con el semáforo de riesgo epidemiológico en color rojo en la práctica totalidad del territorio, ha logrado disuadirle.
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