Germán Velásquez nació en Manizales, Colombia, hace 72 años. Ha trabajado durante más de 20 años en la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde coordinó el programa de acceso a medicamentos. Fue crítico con la gestión de las multinacionales farmaceúticas y de la OMS y fue amenazado de muerte en varias ocasiones tras sus informes y declaraciones.
Es licenciado en Filosofía Letras, ostenta un Master en Economía y un Doctorado en Economía de la Salud por la Sorbona de París y cuenta con varios doctorados Honoris Causa, como los de la Universidad de Caldas, Colombia y la Universidad Complutense de Madrid. En 1970, Germán Velásquez dirigió un laboratorio farmacéutico estadounidense en Indonesia.
1989 es uno de los años claves de la historia de un colombiano que puso patas arribas a organizaciones de dimensiones astrales. Ese año ingresó en la OMS, donde estuvo más de 20 años en el departamento que decidía qué medicamentos eran más eficaces y, por ende, esenciales para los sistemas públicos de salud de todo el mundo. No obstante, su postura de defensa del derecho de los países pobres a acceder a todos los medicamentos le acabaría generando una cantidad de problemas y situaciones escabrosas inimaginables cuando llegó al cargo de director del programa mundial de medicamentos de la OMS.
El colombiano fue la cara más visible de la batalla contra las multinacionales dedicadas a la producción y distribución de fármacos. El punto en el que más énfasis hacían estas empresas y que, por ende, más afectaba a los países menos desarrollados eran las reglas que iban introduciendo acerca de la propiedad intelectual. Y esa batalla fue la que más le puso en peligro. Un peligro de muerte.
La batalla que protagonizó Germán Velásquez por el acceso a los medicamentos en un contexto totalmente nuevo comenzó en 1998. Tras una decisión unánime de la asamblea de la OMS, el colombiano comenzó un estudio acerca del impacto de los nuevos medicamentos comerciales sobre la salud y sobre el acceso a ellos, sobretodo en materia de los derechos de propiedad intelectual y el acuerdo sobre los mismos (ADPIC) que mantiene la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Un documento que generó odio y admiración
El informe de Velásquez reveló todas las irregularidades que cometían las empresas farmaceúticas y reflejaba que, a partir de ese momento, los Estados debían cumplir en la protección de los derechos de autor. Además, en el ya conocido como ‘Libro rojo’ de la OMS, descubrió que Estados Unidos recibía 36.000 millones de dólares en cesión de patentes y licencias a otras empresa y pidió que se respetara al Tercer Mundo facilitando el acceso a esos medicamentos.
El ‘Libro rojo’ puso patas arriba a la OMS y a la OMC destapando el entramado de acuerdos transversales y favorables a los países más grandes que existían en un contexto tan serio y grave como es el de la salud. No obstante, el colombiano no logró aplacar a esos actores, sino que los puso más en su contra. Unos días después de la publicación el informe, la OMS empezó a recibir cartas de farmaceúticas, en su mayor parte norteamericanas, pidiendo la cabeza de Velásquez. Madeleine Albright, secretaria de Estados de Estados Unidos pidió su dimisión, pero Gro Harlem Brundtland -directora de la OMS- en aquel momento, respaldó a Velásquez y le dio todavía más poder.
Intimidaciones en forma de amenazas de muerte
A pesar del apoyo y el respaldo de la OMS, Germán Velásquez seguía siendo visto como el diablo a los ojos de las poderosas multinacionales y los estados más potentes. Durante esos años, compaginó su labor en la organización con la cooperación activa con países de África en materia sanitaria. Su labor con el gobierno sudafricano de Nelson Mandela fue aplaudida en todo el continente africano y destronó a la industria farmaceútica de ese lugar.
Pero lo peor, en términos personales, estaba por llegar. El 26 de mayo 2001, estando en un viaje de trabajo en Río de Janeiro, fue asaltado en plena avenida de Copacabana por dos «jóvenes encapuchados» que le robaron la chaqueta, el dinero e incluso le hicieron cortes en los brazos con un cuchillo. Velásquez no le dio mucha importancia y pensó que simplemente era un robo, pero apenas dos días después volvió a ser atacado de manera muy violenta. Esta vez fue en Miami. En Lincoln Road dos hombres armados le amenazaron de muerte y la lanzaron el siguiente mensaje: «Esperemos que hayas aprendido la lección de Río. ¡Deja de criticar a la industria farmaceútica!».
Denunció el acto ante la policía de Miami y se lo hizo saber a la OMS en su sede principal de Ginebra. Pero no quedó todo ahí. Diez días después recibió una llamada anónima durante la noche que le preguntó si «tenía miedo». Velásquez preguntó quién era y el hombre al otro lado del teléfono le recordó el atraco en Estados Unidos con las palabras «Miami, Lincoln Road». La ONU le puso seguridad de inmediato, pero no pudo evitar una tercera amenaza. La misma voz volvió a llamar por la noche a Germán Velásquez y le advirtió que no acudiera a la reunión que iba a tener la OMS con la OMC si no quería ver peligrar su vida.
Esa reunión era clave en el futuro más próximo de la propiedad intelectual de los medicamentos esenciales. A pesar de las amenazas, Velásquez acudió junto a Brundtland. Varios expertos afirmaron que esas amenazas al cafetero seguramente no provendrían de la industria farmaceútica como tal, sino de alguna empresa o grupo de presión.
Decepción palpable con la OMS
Hace algo menos de tres años, Germán Velásquez concedió una entrevista a la Cadena SER en la que explicó cómo vivió esos años de tensión y la deriva de la OMS: «Mi trabajo enfureció a la industria farmacéutica y también a algunos países, como Estados Unidos. La OMS, desafortunadamente, está en un proceso acelerado de privatización. Está entrando en una situación de conflictos, está dejando de tener el rol que jugó siempre».
El colombiano, que dejó huella en la organización, está convencido de que la privatización que está sufriendo la OMS le quita la independencia: «Más del 80% del presupuesto de la OMS son contribuciones privadas o públicas, pero voluntarias, que se concentran en los diferentes países, en la Fundación Bill Gates y en la industria farmacéutica».
La influencia de esa industria, asegura Germán, es totalmente contraproducente: «Cuando un donante, la industria farmaceútica, da dinero, solicitan estar presentes en los comités de expertos de la OMS. Sucedió con la epidemia H1N1 que estaban sentados en el comité que estaba decidiendo si se lanzaba una epidemia o no, evidentemente, (las farmacéuticas) empujaron a que se lanzara la epidemia y se diera una alarma global porque iban a tener un mercado impresionante con el Tamiflu».
Entrevista en la Cadena SER
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