La mala fama pública del Instituto Nacional Electoral (INE) no es una cuestión reciente. Esa pésima imagen lo acompaña desde el mismo momento de su fundación. Recuérdese que fue creado por el régimen usurpador de Carlos Salinas de Gortari para simular elecciones libres y democráticas. Siempre ha sido un órgano de la oligarquía para la conservación del poder.
Todos los jefes del INE han sido personeros del régimen: José Woldenberg, Luis Carlos Ugalde, Leonardo Valdés Zurita y Lorenzo Córdova fueron designados por Los Pinos, pero simulando un proceso abierto con la participación de sociedad y ciudadanos.
Personeros del presidente de la república sólo a éste se debían. Y parecía imposible la realización de unas elecciones libres. Hasta que una verdadera insurrección electoral las hizo realidad en julio de 2018. Más de treinta millones de votos no pudieron ser ignorados.
Pero ahora, sin el aval y el respaldo presidencial, el INE parece perro sin dueño. Solo alcanza a dar patadas de ahogado. Con el sentir popular en contra pretende cumplir la función, antes reservada al presidente de la república, de quitar y poner gobernadores y convertirse en supremo elector.
Ha llegado a extremos ridículos, como aplicar sanciones draconianas para faltas veniales y además inventadas. Y hasta el tribunal electoral, ese sí árbitro supremo, ha debido abstenerse de participar en la tentativa del INE de despojar a dos ciudadanos de su derecho a votar y ser votados.
El gerente en turno del INE no ha comprendido que la institución perdió su principal valedor, su sostén, su amo verdadero. Que ya no existe la realidad política que le dio origen y razón de ser.
Lorenzo Córdova y su pandilla están luchando contra el Presidente de la República, contra el Poder Legislativo, contra el Poder Judicial, contra la opinión popular y hasta, internamente, contra buena parte de la propia cúpula de la institución.
El INE no tiene futuro. Fue creado para otras circunstancias, para otra realidad. Nació mal formado, lo que lo hace irreformable. En consecuencia es imperativa la creación de un nuevo organismo para la organización de los procesos electorales.
Es obvio que Lorenzo y su pandilla midieron mal sus propias fuerzas y, peor aún, las fuerzas sociales, éticas, políticas y sociales a las que se enfrentan. El INE contra el país podría ser la fórmula que retrate fielmente el momento actual de la política en México.
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