«Para unos un “visionario”, para otros “criminal de guerra”. El “sabio” de silueta encorvada, pero todavía reconocible por sus gafas negras de montura gruesa, permanece activo».
Estas revelaciones se suman al historial violento de Kissinger que, desde América Latina hasta el sudeste asiático, estuvo a cargo de brutales intervenciones militares estadounidenses para sofocar revueltas comunistas y expandir la influencia de Estados Unidos en el mundo. Estas intervenciones letales siguen siendo motivo de trauma y sufrimiento para sobrevivientes y familias afectadas. Mientras tanto, este sábado el señor Kissinger celebra su cumpleaños número 100.
El exjefe de la diplomacia estadounidense participó el martes pasado en un homenaje en el muy selecto Club Económico de Nueva York, donde apagó las velas sobre un pastel de chocolate por sus 100 años de existencia.
Kissinger conserva, desde sus oficinas en Nueva York y su consultora Kissinger Associates, una relativa aura entre la élite de Washington y del extranjero, incluso entre demócratas como la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, que un día dijo “confiar en los consejos” de su “amigo”.
Actor esencial de la diplomacia mundial durante la Guerra Fría, este ganador del Premio Nobel de la Paz inició los acercamientos con Moscú y Pekín en los años 70, con una visión pragmática del mundo, una especie de “Realpolitik” al estilo estadounidense.
En una señal de que su visión del mundo apenas ha cambiado, el martes frente a sus invitados estimó que Estados Unidos debe defender sus “intereses vitales”.
“Tenemos que ser más fuertes para resistir a cualquier presión”, dijo.
Incluso sobre la guerra en Ucrania, tema en el que aboga por un alto el fuego. “Llegamos a un punto en el que logramos nuestro objetivo estratégico. La tentativa militar de Rusia de absorber a Ucrania fracasó”.
Pero la imagen del hombre de voz áspera y con el fuerte acento heredado de sus orígenes alemanes sigue más que empañada e inseparable de las páginas más negras de la historia de Estados Unidos, como el apoyo al golpe de Estado de 1973 en Chile o la invasión de Timor Oriental en 1975 y, por supuesto, Vietnam y Camboya.
Para el que quiera conocer todos los cargos que pesan sobre Kissinger, existe, cómo no, el manual que publicó Christopher Hitchens en 2001: Juicio a Henry Kissinger. Hitchens comienza con lo que denomina un “secreto a voces” en Washington, “demasiado trascendental y demasiado horrible para contarlo”. A saber, que Nixon y Kissinger sabotearon de forma deliberada las negociaciones de paz de París del otoño de 1968 (cuando todavía eran ciudadanos particulares, y por tanto, de forma ilegal) y sugirieron a la junta militar de Vietnam del sur que podrían conseguir un mejor acuerdo con un gobierno republicano. Como es lógico, el resultado fue que la Guerra de Vietnam se prolongó más de cuatro años adicionales, y esto dio lugar al bombardeo incesante de Vietnam, Camboya y Laos, a otras 20.000 muertes de estadounidenses y a un incontable número de vietnamitas, camboyanas y laosianas.
Más adelante, Hitchens valora los roles que desempeñó Kissinger en las guerras, genocidios y golpes, incluidos los de Bangladés, Chile, Chipre y Timor Oriental. Acusa a Kissinger de ser “directamente responsable” del secuestro y asesinato del general chileno René Schneider en 1970. Ninguna de las informaciones de las que deja constancia es precisamente nueva, como señala Hitchens al final del libro. Sin embargo, al reunirlos todos bajo un único informe penal (que Harper’s Magazine publicó originalmente en dos partes con el título de “El proceso contra Henry Kissinger” y que luego Verso publicó en forma de libro), probablemente Hitchens fuera la persona que más tuvo que ver a la hora de asociar el término “criminal de guerra” con el nombre de Kissinger.
Christopher Hitchens se preguntó en una entrevista: ¿Cómo explicar que un personaje semejante, que saboteó una democracia, empujó a un país a la guerra, provocó la división de Chipre y está implicado en las horribles matanzas de Timor Oriental, haya recibido el Premio Nobel de la Paz? ¿Alguien tiene la respuesta?
Recordemos a Kissinger cuando parafraseando al escritor alemán Johann Wolfgang Goethe dijo: «Si tuviera que escoger entre la justicia y el desorden, por un lado, y la injusticia y el orden por el otro, escogería siempre el orden»
Al inicio de los años 70, durante el ocaso del gobierno del Presidente Nixon, un documento del Departamento de Estado creado bajo la dirección de Kissinger planteó el crecimiento poblacional de los países del llamado tercer mundo como «un asunto de máxima importancia». Dicho documento es conocido como «El Informe Kissinger» y este habría incluido la siguiente declaración: «Los expertos recomiendan que la política norteamericana, tanto interior como exterior, busque como objetivo la eliminación de unos 2.400 millones de seres humanos en los años venideros».
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