Los impuestos de importación se trasladarán al consumidor, mientras que los ricos prosperarán gracias a la reducción de impuestos.
Las políticas comerciales de Trump han sido sumamente impredecibles durante los dos primeros meses de su segunda presidencia. Los plazos arancelarios se han impuesto y se han retrasado sin motivo alguno, dejando el comercio transfronterizo en la estacada.
Semejante volatilidad era una pesadilla para los inversores del uno por ciento más rico, pero ahora tienen algo de claridad gracias a la inauguración del llamado “ Día de la Liberación ” de Trump: un conjunto integral de aranceles de represalia impuestos a todos los productos importados de socios comerciales que supuestamente perjudican las exportaciones estadounidenses a través de su propio régimen regulatorio.
Pero este grupo de personas con un alto patrimonio neto no tiene motivos para estar nerviosas ni ansiosas. Se prevé que obtendrán ganancias monetarias a largo plazo porque cuentan con los recursos para adaptarse adecuadamente y tomar decisiones financieras que expandan su capital, sin mencionar los beneficios económicos que recibirán de la rebaja de impuestos que actualmente forma parte de la agenda republicana.
Sin embargo, no puede decirse lo mismo de la clase trabajadora. La imposición indiscriminada de impuestos sobre todos los bienes importados constituye un flagrante ataque a su nivel de vida.
Y eso se debe a que la guerra comercial de Trump es una guerra de clases diseñada no para revitalizar la industria manufacturera estadounidense, sino para debilitar los impuestos progresivos.
La administración Trump ha argumentado que la implementación de aranceles es crucial para el inicio de una nueva era de prosperidad estadounidense . La administración espera que su régimen arancelario genere una enorme ganancia inesperada en ingresos fiscales, poniendo billones de dólares a disposición del gobierno federal en los próximos años. El dinero recaudado podrá utilizarse para reducir el déficit y pagar nuestra creciente deuda nacional .
Las arcas del gobierno estarán tan desbordadas de ingresos —según el argumento— que el IRS podría ser abolido y reemplazado por una nueva agencia, el Servicio de Impuestos Externos (IRS ). Los impuestos federales sobre la renta gradualmente se volverán obsoletos y serán arrojados al olvido, para nunca más ser resucitados.
Expertos y observadores ya han refutado muchos de los argumentos fundamentales de Trump y sus compinches. El despliegue no estratégico de aranceles no devolverá la grandeza a la industria manufacturera estadounidense, y las matemáticas no respaldan las desorbitadas estimaciones de ingresos de la administración .
Para impulsar la manufactura nacional, es necesario implementar aranceles dirigidos a industrias con una demanda relativamente baja, pero creciente. Las tecnologías renovables y los vehículos eléctricos son dos ejemplos claros. De lo contrario, los aranceles sobre bienes altamente competitivos inflarán los precios y pondrán a las empresas estadounidenses en desventaja frente a sus competidores extranjeros.
Además, estos impuestos a la importación no serán pagados por empresas ni países extranjeros. Los aranceles serán pagados por ciudadanos y residentes estadounidenses, y encarecerán diversos bienes de consumo importados, lo que ejercerá una mayor presión sobre los presupuestos de los hogares de clase trabajadora. Se estima que el «Día de la Liberación» reducirá los ingresos disponibles del hogar promedio entre 1600 y 2000 dólares. En resumen, no enriquecerá a nuestros ciudadanos .
El aumento de precios puede impulsar las ganancias corporativas si los niveles de consumo se mantienen constantes, pero no hay garantía de que estos ingresos adicionales se inviertan en ampliar la capacidad productiva del país. Las ganancias corporativas se han disparado en los últimos 50 años , y estas ganancias no se invirtieron en la industria nacional, sino que se distribuyeron para financiar salarios excesivos a ejecutivos, pagos de dividendos a los accionistas y recompras de acciones sin precedentes .
Los aranceles, en todo caso, exacerban el problema ya existente de la desigualdad extrema. Cuando la riqueza de los ricos se expanda, utilizarán estos nuevos recursos para extraer más riqueza de la clase trabajadora mediante la adquisición de activos críticos, como viviendas e infraestructuras de las que dependemos , como las centrales eléctricas, a menudo a través de empresas de capital privado y de gestión de activos.
Estas empresas de gestión de inversiones rara vez mejoran la calidad del servicio prestado, pero sí aumentan los precios para garantizar una mayor rentabilidad para sus clientes ricos.
La única manera de revertir nuestro deterioro del nivel de vida y la extrema concentración de la riqueza es gravando a los ricos y aumentando la disponibilidad y accesibilidad de los bienes públicos.
Los aranceles implementados hoy y las futuras rebajas de impuestos no contribuirán en gran medida a cumplir las promesas de Trump de equilibrar el presupuesto, impulsar la inversión en manufactura, aumentar la recaudación fiscal ni crear nuevos empleos con salarios dignos. No beneficia ni beneficia a la clase trabajadora, pero sí transferirá una mayor parte de su riqueza e ingresos, ganados con tanto esfuerzo, a los más ricos.
Fuente: Inequality
Omar Ocampo es investigador del Programa sobre Desigualdad y Bien Común del Instituto de Estudios Políticos.
