Varias personas me han preguntado por el libro que recomendé en el programa Entre Noticias que se transmite los jueves por internet: Amusing Ourselves to Death.Public Discourse in the Age of Show Business (Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del «show business»), del neoyorquino Neil Postman, quien fuera discípulo de Marshall McLuhan.
por Rubén Luengas
«Donde la ignorancia es feliz, es locura el saber»
Aldous Huxley
Varias personas me han preguntado por el libro que recomendé en el programa Entre Noticias que se transmite los jueves por internet: Amusing Ourselves to Death.Public Discourse in the Age of Show Business (Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del «show business»), del neoyorquino Neil Postman, quien fuera discípulo de Marshall McLuhan.
El libro confronta la obra de George Orwell (1984), con la de Aldous Huxley (Un mundo feliz), llegando a la conclusión de que es la de Huxley y no la de Orwell, la que mejor anticipó lo que domina a las personas en nuestra sociedad actual. Según Postman, ocurre que las modernas formas de opresión no provienen de un ámbito exterior ni nos son impuestas de manera violenta, sino que, como Huxley anticipó, «el hombre llegará a amar su opresión y a adorar las tecnologías que anulen su capacidad de pensar».
En la era de la televisión y de la internet, dice Postman, «los estadounidenses son los mejor entretenidos y, probablemente, los peor informados del mundo occidental». Agrega de manera enfática que: «La televisión ha alterado el significado de lo que es ‘estar informado’, al crear un tipo de información que para ser más exactos habría que calificarla de desinformación». Para Postman, hablar de desinformación no significa necesariamente que se trate siempre de información falsa, sino presentada de manera tramposa, engañosa, fragmentada, fuera de contexto,irrelevante, frívola o superficial. Información que «crea la ilusión de que sabemos algo, pero que de hecho nos aleja del conocimiento real.
Neil Postman dibuja una sociedad que camina aceleradamente hacia la estupidez colectiva, en un marco de libertades formales inútiles, plenamente inútiles porque nadie las podrá ejercer por desconocimiento; y junto con Huxley, se pregunta «de qué nos reímos y por qué hemos dejado de pensar».
El libro divertirse hasta morir, no lamenta que la televisión ofrezca entretenimiento, sino que termine presentándonos todos los asuntos como entretenimiento y que sea esta la «supraideología» de todo el discurso televisivo.
En el prólogo de la edición que yo tengo del libro del francés Guy Debord, «La sociedad del espectáculo»,se denuncia precisamente eso:»La espectacularización de la política y de la realidad en general hasta niveles de una proliferación de la obscenidad emocional y del sensacionalismo cínico y escandaloso del reality show».
Ese es justo el contexto en el que muchos ubican, no solo al programa de televisión de Laura Bozzo, sino a muchos otros, incluidos noticieros cuyos formatos están diseñados para entretener con pedazos de realidad, para «llenar butacas», ofreciendo entretenimiento disfrazado de noticia y en cuyas «juntas editoriales» es frecuente escuchar decir a sus diseñadores: «Esa noticia no es ‘sexy’, la dejamos fuera».
Laura Bozzo ha sido acusada desde hace mucho tiempo de ser protagonista de este imperio de lo falso que responde a las demandas del ‘show business. De hacer un uso innoble del dolor y la desgracia en tragedias como el terremoto en Pisco, Perú, o el Huracán Manuel, en Guerrero México, utilizándolas de escenografía para «el montaje histriónico» de un melodrama que pretende vender «una imagen ficticia de salvadora o redentora»
Más allá de la conductora en sí misma y de sus alaridos grotescos contra la acreditada periodista Carmen Aristegui, habría más bien que advertir lo que todo esto significa en el uso impune de la televisión para la deliberada estupidización del mundo y la colonización de las conciencias.
México enfrenta una de las encrucijadas más inciertas de su historia, siendo más que evidente su actual estado de descomposición general. Ante la falta de escrúpulos de quienes permiten que los hogares mexicanos sean inundados de telebasura estridente, propaganda y desinformación, cada persona, según su nivel de conciencia, tiene la opción de actuar y rebelarse, o de lo contrario aceptar aquel famoso pronóstico de que los mexicanos «nunca dejarán de estar jodidos».