La expulsión de los maestros del Zócalo, entre los aplausos y la celebración inconsciente de cierta zoología radiofónica y televisiva a quienes Jenaro Villamil llama: «Los pinochetistas del micrófono».
por Rubén Luengas
«La violencia es el último recurso del incompetente»
Isaac Asimov
Lo ocurrido ayer en el Zócalo de la Ciudad de México significa para el gobierno de Enrique Peña Nieto, parafraseando a Miguel de Unamuno, vencer porque tiene la fuerza, pero sin convencer porque no tiene la razón.
Escuché la semana pasada los argumentos de algunos de los maestros que acampaban en la Plaza de la Constitución. Una maestra me habló incluso sobre el gran pedagogo brasileño Paulo Freire para quien el acto educativo no consiste en «una transmisión de conocimientos, sino en el goce de la construcción de un mundo común».
Esta maestra humilde de Oaxaca, tenía bien clara la crítica que Freire hiciera sobre la educación bancaria o depositaria. Es decir, el saber como un mero depósito:
«En la concepción bancaria, el sujeto de la educación es el educador el cual conduce al educando en la memorización mecánica de los contenidos. Los educandos son así una especie de «recipientes» en los que se «deposita» el saber. El único espacio de acción posible para los estudiantes es el de archivar los conocimientos y recibir pasivamente la acción del educador. De este modo, a mayor pasividad, con mayor facilidad los oprimidos se adaptarán al mundo y más lejos estarán de transformar la realidad. La educación bancaria es, por tanto, un instrumento de opresión y no de liberación».
La propuesta de Freire es la «Educación problematizadora» que niega el sistema unidireccional propuesto por la «Educación bancaria» ya que da existencia a una comunicación de ida y vuelta, y elimina la contradicción entre educadores y educandos. Ambos, educador y educandos, se educan entre sí mientras se establece un diálogo en el cual tiene lugar el proceso educativo.
Con la «Educación Problematizadora» se apunta claramente hacia la liberación y la independencia, pues destruye la pasividad del educando y lo incita a la búsqueda de la transformación de la realidad, en la que opresor y oprimido encontrarán la liberación humanizándose.
Esta perspectiva humanista de la educación no tiene nada que ver con la perspectiva economista, neoliberal y globalizadora de la llamada reforma educativa que pretende domesticar y amaestrar al alumnado para servirle al dios mercado y de ninguna manera educarle y humanizar para la vida.
La expulsión de los maestros de la principal plaza del país con el uso de la fuerza pública y la presunta participación de militares vestidos de civiles, no fue únicamente la evacuación material y física del espacio para celebrar en él una independencia, actualmente inexistente en México, sino un acción más encaminada a la neo-colonización de las conciencias, a dejar vía libre a la internacionalización de las políticas educativas al servicio de la visión y el avance de los objetivos comerciales de las empresas multinacionales. Visión donde la educación es un negocio que reduce a los maestros a fuerza laboral sin derechos y encargada de vigilar el proceso de producción de mercancías llamadas alumnos que serán desechadas o aceptadas y distribuidas según los requerimientos de la falacia de la autorregulación de los mercados.
La expulsión de los maestros del Zócalo, entre los aplausos y la celebración inconsciente de cierta zoología radiofónica y televisiva a quienes Jenaro Villamil llama: «Los pinochetistas del micrófono», es algo que también debemos ubicar en el contexto de la tendencia mundial a la criminalización de la protesta social. Destaco en ese sentido el comentario dejado en mi página de facebook por Laura Puentes:
«Los que no entienden qué significa lo que pasó hoy en el Zócalo, lo entenderán cuando no tengamos ningún derecho a quejarnos o expresarnos libremente»
Video de entrevista de Rubén Luengas a Jenaro Villamil