No era la primera vez que Zimmerman hacía esto: existen testimonios de que había llamado otras 40 veces a las autoridades alertando sobre sujetos “sospechosos” en su barrio. Todas las personas que llamaban su atención, que lo ponían en “alerta”, eran afroamericanos.
George Zimmerman, quien disparó a quemarropa al adolescente de 17 años Trayvon Martin, fue declarado inocente en el juicio en su contra, desatando una fuerte polémica nacional donde la violencia racial adquiere un rol central.
El adolescente afroamericano de 17 años Trayvon Martin fue a la tienda a comprar unos caramelos y un té helado. Volviendo a la casa donde había sido invitado en Sanford, estado de Florida, Martin llamó la atención del vigilante vecinal George Zimmerman, quien llamó a la policía para alertar de un sujeto “sospechoso”.
No era la primera vez que Zimmerman hacía esto: existen testimonios de que había llamado otras 40 veces a las autoridades alertando sobre sujetos “sospechosos” en su barrio. Todas las personas que llamaban su atención, que lo ponían en “alerta”, eran afroamericanos.
En la conversación con las autoridades, se le recomendó a Zimmerman que no persiguiera a Martin, que dejara eso a la policía, pero el vigilante vecinal voluntario no0 hizo caso a esta sugerencia.
Zimmerman estaba armado esa noche fatídica en que persiguió, sin motivo aparente, al joven Martin hasta involucrarse en un encuentro físico con el menor, quien iba desarmado, apenas con la bolsa que contenía sus caramelos y su té helado.
El resultado fue una bala en el pecho del adolescente, y Zimmerman (de origen judío y peruano) llamando a la policía para relatarles la emergencia. Martin falleció en el lugar y tras tomar la declaración del autor del disparo, Zimmerman fue liberado. El argumento entregado es que las leyes de Florida permiten a un ciudadano asesinar a otro si es atacado en su metro cuadrado.
No fue sino por la presión y las protestas sociales que se inició un juicio y se arrestó a George Zimmerman por el delito de homicidio. Incluso el presidente Obama comentó el caso indicando su cercanía con la familia de Martin, ya que de haber tenido hijos varones, “se habrían parecido” físicamente, según indicó el mandatario.
La atención mediática del caso alcanzó niveles estratosféricos, con las principales cadenas del país creando un circo alrededor de cada minucia del juicio, como cuando las autoridades encontraron restos de marihuana en la mochila que Martin usaba para ir a clases (como si eso tuviera algo que ver en el caso de su asesinato).
La defensa de Zimmerman levantó una idea que nunca pudo ser extirpada de la mente del jurado que deliberó el caso: que esencialmente un adolescente afroamericano desarmado representaba un peligro para la seguridad personal del imputado.
Zimmerman fue declarado inocente de los cargos en su contra y ahora se encuentra en libertad, mientras el país debate los alcances del racismo en esta clase de sucesos. ¿Qué hubiera pasado si el muchacho asesinado hubiese sido de tez blanca?, preguntan muchos, argumentando a favor o en contra si vivimos aún en un país hostil frente a sus minorías raciales, si un vigilante vecinal, un policía, o cualquier persona tiene derecho a ahuyentar a otro individuo basado en el color de su piel, en su vestimenta, en las “sospechas” que puede despertar su presencia en un barrio “que no le corresponde”.
Nos hace pensar también en la ley SB1070 de Arizona, defendida por la gobernadora Jan Brewer, que permitiría a las fuerzas policiales detener a cualquier persona de la cual se tenga la “sospecha” de ser indocumentado. “¿Cómo luce un indocumentado según usted?” le preguntaron a Brewer, quien no pudo responder, porque evidentemente se utilizaría un perfil racial, lo cual sería un acto de discriminación que iría en contra de la Constitución de este país y de los más básicos Derechos Humanos.
El caso Zimmerman nos demuestra que en pleno siglo XXI estos derechos no deben darse por garantizados simplemente por estar escritos. Del papel a los hechos hay muchas instancias, muchas personas, sometidas a variadas creencias y diferentes moralidades, haciendo imprescindible que estos casos se discutan en cada casa, en cada plaza, para profundizar la tolerancia étnica y racial en esta sociedad.
Hugo Espinoza Caut / Redacción «Entre Noticias»