Un hecho que marco la vida y el destino del padre Luis Espinal, fue su participación en una huelga de hambre que duró 19 días junto a otros sacerdotes y a cuatro mujeres mineras, una de ellas la celebre Domitila Chungara.
» Soldado: no estás obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Date cuenta de que es tiempo de que recuperes tu conciencia. En nombre de Dios, pues, en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: cese la represión.»
Fue probablemente este profético llamado lo que termino finalmente con la vida del arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, el 24 de marzo de 1980, hoy hace 33 años. Justo cuando Monseñor Romero celebraba la eucaristía en la capilla del Hospital de la Divida Providencia. El disparo de un francotirador impactó en su corazón poco antes de la consagración.
Tres días antes, la noche del 21 de marzo de ese mismo año de 1980, en el corazón geográfico de América del Sur , en Bolivia, era secuestrado, torturado y asesinado brutalmente con 14 balazos el sacerdote jesuita Luis Espinal, quien fuera, entre muchas otras cosas, parte del grupo fundador de la Asamblea de los Derechos Humanos de Bolivia.»Sus palabras quemaban en tiempos de la dictadura y desataban la ira de quienes no podían contener su intolerancia».
Un hecho que marco la vida y el destino del padre Luis Espinal, fue su participación en una huelga de hambre que duró 19 días junto a otros sacerdotes y a cuatro mujeres mineras, una de ellas la celebre Domitila Chungara, repercutiendo en todo el país y generando una presión insostenible para la dictadura de Hugo Banzer quien llamó a elecciones abriéndole paso así al proceso democrático que se consolidó más tarde.
Resultó que las palabras de Oscar Arnulfo Romero también quemaban en El Salvador: «Si me matan, resucitare en el corazón del pueblo salvadoreño», dijo Mons. Romero quien era un sacerdote conservador, pero que vivió un proceso de identificación profunda con las causas de los desposeídos . Pocas semanas antes de su asesinato se encontraron docenas de candelas de dinamita en una iglesia en la que celebró misa , pero que no explotaron.
Según testimonios de quienes le conocieron, Mons. Romero era consciente de que peligraba su vida, pero se mantuvo fiel, sin esconderse y sin aceptar arreglos con nadie.
El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, aseguró este sábado que el país sigue esperando la «verdad» sobre el asesinato que se le debe «no solo a sus familiares y a la iglesia católica, sino a todos los salvadoreños». Funes aseguró que el criminal que le disparó, «actuó bajo las órdenes de mentes asesinas de la época, de gente que quería callar la voz de monseñor.
Con el asesinato de Romero y la cancelación de los espacios de participación democrática, se le abrió la puerta a la guerra civil que terminó con la firma de los acuerdos de paz en 1992 en el Castillo de Chapultepec de la Ciudad de México. En 1993 una Comisión de «La Verdad» creada por la ONU culpó como responsable intelectual del asesinato al mayor del ejército Roberto D’ Aubuisson , fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien murió de cáncer en 1992.
redacción «Entre Noticias»