Editorial Abril: Conflicto Coreano, ¿historia entre buenos y malos?

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La gran diferencia es que en el Paralelo 38 parecen estar muy lejos de que se escuche la Novena Sinfonía de Beethoven, como se escuchó en Berlín en 1989 por la caída del muro infame y la celebración de la reunificación de Alemania.

por Rubén Luengas

Este lunes la presidente de Corea del Sur, Park Geung-hye, fue tajante al afirmar que «si se produce cualquier provocación contra Corea del Sur o su gente, habrá una respuesta contundente». Park dijo también que toman las amenazas del Norte «muy en serio».

Hace unos días , México le hizo un llamado a Corea del Norte «para que cese sus amenazas beligerantes, que ponen en peligro la paz y la estabilidad en la península de Corea y a nivel internacional». Alemania instó a Corea del Norte a no «jugar con fuego». Francia le pidió abstenerse de provocaciones. Los medios informaban ayer: «Estados Unidos desplegó este domingo aviones de combate a Corea del Sur como parte de los ejercicios militares conjuntos entre ambos países». La mayoría enfatizando la «retórica» bélica que viene del Norte.

Tres días antes Corea del Norte le advertía a la ONU que esos ejercicios conjuntos de Estados Unidos y Corea del Sur colocaban a la Península coreana al borde de «una guerra nuclear» y entonces Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, lamentaba esa «retórica» amenazante norcoreana. Y así en cascada, organismos internacionales, gobiernos de varios países, editoriales en los diarios, en la radio y la televisión han condenado ese discurso beligerante de Norcorea, país que limita al norte con China, al noreste con Rusia, al este con el mar del Japón y al sur con sus hermanos de sangre de Corea del Sur, divididas por el Paralelo 38, la linea que las separa desde 1953 como el resultado de la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. La versión asiática de la cortina de acero en Europa cuyo símbolo máximo fue el Muro de Berlín que dividió a Alemania en oriental y occidental.

La gran diferencia es que en el Paralelo 38 parecen estar muy lejos de que se escuche la Novena Sinfonía de Beethoven, como se escuchó en Berlín en 1989 por la caída del muro infame y la celebración de la reunificación de Alemania.

En la península coreana, donde vive uno de los grupos étnicamente más homogéneos del planeta, en una de las naciones más antiguas de la historia, están muy lejos de escuchar la «Oda a la Alegría» como símbolo de reconciliación. Se escucha en cambio toda esa retórica guerrera, que no es exclusiva de Pyongyang o de Seúl, y que no podrá entenderse si se le aborda desde la óptica manipulada que nos ofrece ya «masticada» y «digerida» la narrativa sobre quiénes son los buenos y quiénes son los malos.

Mientras abundan las publicaciones que pintan el conflicto en blanco y negro, hay análisis que no son tan ampliamente difundidos, pero que bien vale la pena conocer.

El investigador de la Academia de Ciencias de Rusia, Konstantín Asmólov en entrevista con RT, dijo que: «La imagen de Corea del Norte como sucursal del infierno es muy positiva para la parte estadounidense, ya que si Pyongyan sigue con su retórica, eso justifica la presencia militar de Washington en el Lejano Oriente y el sudeste asiático». Pero esa presencia, según Asmólov, no está dirigida contra Corea del Norte, sino «contra Rusia y China». Dijo también que «si Rusia, junto con Cuba, organizara ejercicios militares de la Armada rusa a la vista de Miami en los que practicaran lanzamientos de misiles, la reacción de Estados Unidos también sería drástica».

Por su parte, el presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro, dijo que el conflicto en la península de Corea es un «ajedrez macabro» de EE.UU. para controlar Asia, por ser la región que mueve la economía a nivel mundial. Nicolás Maduro reveló que fue un tema que «estudiamos con (Hugo) Chávez» y que alertaron a los líderes de esa zona del mundo.

La tensión entre las dos Coreas tampoco fue un tema ajeno para el Papa Francisco en su Mensaje Pascual, al hacer un llamamiento para que en la península coreana se superen las divergencias «y se madure un renovado espíritu de reconciliación».

En el 2008 el historiador estadounidense Howard Zinn preguntaba en un artículo: «¿’Ganamos’ yendo a la guerra en Corea? El resultado fue tablas, dejando las cosas como estaban, con una dictadura en Corea del Sur y otra en Corea del Norte. Murieron más de 2 millones de personas-la mayoría civiles-, los Estados Unidos arrojaron napalm sobre niños y 50 mil soldados americanos perdieron la vida».

Ciertamente fue una guerra devastadora, huérfana de vencedores y llena de vencidos que abrió ese abismo tan profundo entre las dos Coreas que prevalece hasta la fecha y parece estar muy lejos de la «reconciliación» que pide el Papa. Muy lejos de que se derrumbe el muro mental, espiritual, y cultural construido por las potencias de la guerra fría en el alma y en la psique del pueblo coreano que aún hoy separado, celebra el 15 de agosto, tanto en Corea del Norte como en Corea del Sur, el Día de la Liberación, después de 36 años de gobierno colonial japonés. Liberación que irónicamente marcó el inicio de la dominación de Corea por la Unión Soviética y los Estados Unidos. Los soviéticos en el norte reprimiendo brutalmente cualquier tipo de oposición a su ocupación, los estadounidenses en el sur colocando en el poder a Syngman Rhee quien utilizó tácticas de terror para eliminar a sus rivales y para aplastar levantamientos populares.

Ese conflicto histórico entre las Coreas, aún no ha terminado, cancelando no se por cuánto tiempo más la posibilidad de ver a los coreanos interpretando la «Oda a la Alegría» en la que se reconozcan como lo que son: «hermanos de sangre».

Hay una frase de Hermann Hesse sobre el odio, que parece describir muy bien lo que las potencias de la guerra fría inyectaron en los habitantes de la península coreana: «Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros».

Crédito foto: laproximaguerra.com

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