Prácticamente todas las fronteras del planeta han quedado establecidas como consecuencia de procesos bélicos, o en el mejor de los casos, como resultados dinásticos, sin tomar en cuenta la voluntad de los ciudadanos afectados.
Por Esteban Garaiz:
Si no hubiera sido por Guiseppe Mazzini y Camillo Cavour y sus ejércitos nacionalistas, hoy, en mayo de 2014, la Organización de las Naciones Unidas estaría “sugiriendo” al poder temporal del teocrático Estado de la Santa Sede que se realizaran elecciones libres y democráticas para que los habitantes del tercio central de la Península Itálica, súbditos de Su Santidad pudieran libremente elegir sus autoridades locales. Nunca para que ellos soberanamente decidieran si querían ser ciudadanos italianos o seguir siendo pontificios.
Prácticamente todas las fronteras del planeta han quedado establecidas como consecuencia de procesos bélicos, o en el mejor de los casos, como resultados dinásticos, sin tomar en cuenta la voluntad de los ciudadanos afectados. Empezando por nuestro propio país. Eso de los estados nacionales, es muy relativo.
Se podría aplicar genéricamente a todos los países cuyas banderas ondean en el edificio de la ONU en Nueva York, la expresión de “estados” en busca de nación” que se refirió a las nuevas repúblicas africanas a mediados del pasado siglo XX.
Por otro lado puede uno preguntarse en un frío ejercicio racional, dónde está la lógica de negarle al pueblo soberano el derecho de ser consultado; y de decidir soberanamente según el resultado de la consulta.
En el seno mismo de las Naciones Unidas, una vez más podemos ver cómo para los dirigentes políticos del mundo entero, ahí representados, la estabilidad está por encima de la justicia, o de la democracia, en su escala de sus valores.
El caso de nuestra frontera norte no sólo es producto de una imposición bélica; carga además con la ignominia de una operación mercachifle. En el sur una raya recta artificial separa a primos hermanos mames, jacaltecos o tojolobales: guatemaltecos o mexicanos.
En Europa, la teórica agrupación de los pueblos ibéricos resultó inaplicable para Portugal, que celebra jubiloso la batalla de Aljubarrota en 1385. Podrá alguien preguntarse, en buena lógica, por qué Portugal no forma parte del Reino de España y Cataluña sí, por ejemplo.
Desde la invasión musulmana de la Península Ibérica y a lo largo del proceso de Reconquista, se van consolidando de norte a sur y de manera paralela tres lenguas romances (o sea dialectos del latín): en el oeste (el Finis Terrae) el gallego – portugués, que tiene su esplendor en la lírica medieval y hoy es el idioma oficial de Portugal y de Brasil, además de Angola, Guinea y Monzambique.
En la franja central de la Península prospera el castellano desde la costa cantábrica hasta Andalucía; y desde 1942 se desparrama por toda América, hasta el Oregón.
En la franja oriental mediterránea, desde el Pirineo (a ambos lados), Valencia y hasta las Islas Baleares se consolida el catalán, con gran peso no sólo literario y filosófico sino como vehículo comercial y naviero por todo el Mediterraneo hasta Atenas.
Podríamos preguntarnos por qué Alsacia y Lorena son parte de la República Francesa, o el Tirol del Sur de la República Italiana. Podemos preguntarnos también por qué dos ciudades, enclavadas en la costa marroquí: Ceuta y Melilla son europeas en África. Por qué las Islas Malvinas en los mares de Sudamérica frente a Argentina siguen bajo la bandera británica y además fueron motivo de una estúpida guerra naval con heridas que no cierran. Por qué la paz endeble en Irlanda del Norte, también todavía bajo la bandera británica. Por qué la isla de Karafuto al extremo norte del archipiélago japonés, ahora se llama Sajalín y es parte de la Federación de Rusia en pleno Pacífico Norte.
También podemos continuar las preguntas y cuestionarnos qué razón hay para que Mongolia sea una república “independiente”, cuyos niños aprenden a leer y a escribir su idioma en letras del alfabeto cirílico, que fue la adaptación que hicieron los monjes bizantinos Cirilo y Metodio del alfabeto griego para aplicarlo a las lenguas eslavas, como el ruso o el búlgaro. Y que otra parte considerable de la etnia mongola forme, en cambio, parte de la República Popular China, y ahí los niños escriban el mismo idioma mongol con caracteres chinos.
Quedan muchas más preguntas acerca de naciones y fronteras como la balcanización de los Balcanes. En la desmembrada Federación de Yugoslavia continúa hablándose lo que entonces se llamaba oficialmente (en un equilibrio inestable) “el serbio-cróata es decir el cróata-serbio”. Hoy Serbia y Croacia son dos países independientes (y hasta hostiles) que hablan el mismo idioma hablado (rogando perdón por la útil redundancia). En Serbia se escribe en alfabeto cirílico, como el ruso. En Croacia se escribe con el abecedario latino.