Por Hugo Espinoza Caut.
La irrupción reciente de la candidata socialista Marina Silva tiene en serios aprietos la reelección de la actual mandataria Dilma Rousseff.
El próximo 5 de octubre de 2014 se celebran elecciones presidenciales y legislativas en Brasil. El período oficial de proselitismo ha comenzado, con carteles en las calles, anuncios en la prensa y los candidatos apurando la marcha en tierra derecha.
Si hasta el último mes la victoria parecía asegurada para el oficialista Partido de Los Trabajadores (PT) de la mano de la actual mandataria Dilma Rousseff, hoy el panorama es incierto. Esto debido a la irrupción tardía pero explosiva de la candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), Marina Silva.
En las últimas encuestas, Silva ha desplazado a un tercer lugar al candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, de centro-derecha), Aécio Neves, quien ha pasado de ser el principal retador del oficialismo a tener qu conformarse con un pálido tercer lugar. Durante el último debate televisivo, el candidato del PSDB perdió protagonismo a medida que el eje de la confrontación se mudó hacia Rousseff y Silva. Analistas hablan que Neves llevó a cabo una campaña donde se hizo mucho énfasis en la macroeconomía y que eso afectó su desempeño electoral, ya que muchas veces le hablaba al mercado pero no a la gente.
Las últimas encuestas de cara a la primera vuelta presidencial arrojan un empate técnico entre Silva y Rousseff. Mientras que en la eventualidad de una segunda vulta presidencial entre ambas, la candidata socialista correría con ventaja, lo que pone en peligro los 12 años de hegemonía que tiene el PT fundado por Lula Da Silva en el Ejecutivo brasileño.
Una mujer negra de origen humilde
Silva alcanzó la nominación de su partido luego de la trágica muerte en un accidente aéreo de Eduardo Campos el pasado 13 de agosto. Silva era su compañera de lista. Desde ese momento, su candidatura ha tenido un crecimiento explosivo que tiene dos fuertes razones: las magras circunstancias políticas en las que se encuentra el oficialismo de Rousseff y también en el tipo de carácter y liderazgo que encarna Silva.
Marina Silva es mulata e hija de una familia muy pobre, que trabajaba en el caucho que se obtiene de la salvia de los árboles. Aprendió a leer y escribir cuando ya era una adolescente. Estos orígenes humildes y su carisma han llamado la atención del sector más progresista de la sociedad brasileña, quienes la relacionan con los inicios del ex presidente Lula Da Silva.
La actual candidata socialista fue ministra del Medio Ambiente, y candidata por el Partido Verde hace 4 años, obteniendo un quinto de los votos. Su discurso tiene muchos elementos de protección del medioambiente en un país donde este tema es crítico, debido a la desforestación de la selva amazónica y la producción creciente de biodiesel. Esta es la primera vez que el Partido Socialista Brasileño lleva un candidato propio, porque antes de manera oficial o informal había apoyado la candidatura del PT.
Silva proyecta un tipo de liderazgo que se beneficia de un discurso progresista en el plano económico y medioambiental, y también conservador en los llamados temas «valóricos», dada su participación en una Iglesia Cristiana Evangélica. En ese sentido, tiene un carácter muy similar al del presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Cuando el PSB lanzó su programa de gobierno el 29 de agosto pasado, incluyó propuestas para legalizar el matrimonio homosexual y castigar la homofobia. Los cristianos evangélicos se molestaron, y a pesar de que Silva podría haber ganado una importante votación en los segmentos liberales urbanos, decidió declinar de la propuesta, a las que llamó “un error”.
Un Brasil alicaído
Aparte de la fortaleza del discurso y el liderazgo que propone Marina Silva, su candidatura se ha fortalecido en aras de la vulnerabilidad política en la que se encuentra el PT, con muchos de sus miembros en la cárcel por sendos casos de corrupción.
Aparte, está el problema económico. La economía de Brasil se ha retractado por segundo trimestre consecutivo, poniendo al país técnicamente en recesión económica.
En ese sentido, Marina Silva ha llamado la atención de sendos sectores urbanos que se han sentido afectados por los escándalos de corrupción y los magros resultados económicos, además de todas las protestas previas al mundial de fútbol que terminó de manera embarazosa para la selección de Brasil, lo que provoca un efecto psico-social importante en estos escenarios. Eso sin mencionar que varios de los estadios construídos ahora no tienen uso deportivo, incluso algunos serán condicionados como centros de detención penal.
La economía no pareciera mejorar en el corto plazo, lo que juega en contra de Rousseff. Sin embargo, su experiencia como mandataria y los innumerables mayores recursos con los que cuenta el PT y la coalición oficialista en general podrían aguar a una candidata socialista como Silva que debe demostrar que está preparada para enfrentar los embistes.
Mientras el propio Lula Da Silva ha entrado en el ruedo presidencial atacando a Silva y llamando a los brasileños a preferir a Rousseff, en el PT le indican a la actual mandataria que no polarice su posición con los social-demócratas, y que se preocupe de distanciarse y atacar a los socialistas, en cambio, tratando de mejorar el escenario ante una segunda vuelta presidencial.
Pareciera ser, en este sentido, que el objetivo de Marina Silva es justamente mantenerse en el tope de la ola y no decaer durante este mes que queda de campaña. Lo más probable es que tanto Rousseff como Silva pasen a la segunda vuelta electoral, donde se vence por mayoría simple, y en este escenario el desgaste del discurso juega un papel muy importante.
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