Crece el abismo de la desigualdad económica mundial

Más de la mitad de la riqueza mundial estará concentrada en las manos de sólo el 1% de la población al aumentar con fuerza la desigualdad global durante el próximo año, informó la organización contra la pobreza Oxfam, en un informe divulgado antes de la reunión anual en enero pasado de la élite internacional en Davos, Suiza. Oxfam dijo que los más acaudalados del planeta han aumentado su proporción de riqueza de 44% en el 2009 a 48% en el 2014.

Según el informe de Oxfam, los 80 individuos más ricos del mundo tienen la misma riqueza que el 50% más pobre de la población total, o cerca de 3,500 millones de personas.

Hay una obra artística que expresa muy elocuentemente el efecto criminal que está teniendo en las vidas de millones de seres en el planeta, el rasgo esencial de avaricia que impulsa y domina la globalización neoliberal que nos ha sido impuesta entre palabrería que pretende sonar decente y democrática: The Slave Ship (El barco de esclavos) de J.M.W. Turner, obra que había sido rechazada por la crítica cuando se mostró por primera vez al público en la exposición de la Royal Academy celebrada en 1840, pero obteniendo por otro lado la admiración del escritor, sociólogo y crítico de arte John Ruskin, quien se revelara contra el “entumecimiento estético” y los “perniciosos efectos sociales de la Revolución Industrial”. Ruskin escribió así sobre el cuadro de Turner que convirtiese luego en su propiedad:

“Es un atardecer en el océano Atlántico después de una larga e inclemente tormenta. Pero la tormenta sólo ha amainado parcialmente, de modo que las nubes de lluvia todavía avanzan por el cielo en formaciones rasgadas de color escarlata. Toda la superficie del mar está dividida en dos enormes crestas, ahora muy crecidas; el océano se desplaza con una amplia ondulación, como si su seno se levantase por entero y respirase profundamente después de la tortura de la que ha sido objeto por parte de la tempestad.

Entre las dos crestas marinas, el flamígero atardecer cae sobre el océano cubriéndolo con un resplandor tan intenso como espeluznante. Las olas, que incansablemente sacuden y dividen el mar, se elevan dando lugar a formas oscuras, indefinidas, fantásticas, dejando entre sí oquedades traicioneras de agua arremolinada, ora iluminadas en verde, como lámparas, ora reflejando el color dorado del moribundo sol; para finalmente teñirse desde lo alto, amenazantes, con las imágenes informes de las nubes encendidas que planean sobre ellas, encapotándolas con destellos carmines y escarlatas.

Púrpuras y azules, las sombras inquietantes de las olas huecas se proyectan, enormes entre la neblina nocturna, avanzando como si la sombra de la muerte envolviese el barco del oprobio mientras se debate entre relámpagos y golpes de mar, con sus delgados mástiles describiendo estelas de sangre, batallando para eludir su condena”.

El tema de la obra se basa en una realidad pavorosa conocida como la “Masacre del Zong”, ocurrida en 1781 en el contexto de la práctica del tráfico de esclavos, cuando el capitán de una nave, consciente de que su seguro sólo cubría el pago por los esclavos que perdía en el mar, y no por los que se enfermaban y morían a bordo, ordenó arrojar a los enfermos y a los moribundos. El cuadro de Turner plasma el momento en el que los esclavos empiezan a hundirse.

Detalle de la obra de William Turner

Lo mismo está ocurriendo dentro de la embarcación de la globalización neoliberal donde un uno por ciento tiene más que el resto de la humanidad y millones son arrojados por la borda; ya sean los miles de desahuciados en España, los millones de migrantes aterrados en diferentes partes del mundo por la discriminación, el racismo y la amenaza de la deportación, los niños en situación de calle o explotados en esquemas de esclavitud infantil o los millones que en el paradigma de la dictadura de los mercados y su competitividad, constantemente referida como acción fundamental e indispensable del sistema de “libertad y democracia”, son vistos por una u otra razón, como los desechos, los sobrantes, los que hay que descartar. Los que deben ser arrojados por la borda por ser carga inservible para la rentabilidad máxima que desea seguir a flote sin contratiempos.

Los desechos de la globalización neoliberal

A los que capitanean la embarcación de la globalización neoliberal en la que vamos todos, les mueve el mismo egoísmo, la misma avaricia, la misma ceguera y mezquindad que motivó al capitán del Barco de Esclavos pintado por Turner a arrojar al mar a los enfermos y a los moribundos para poder hacer el reclamo a sus aseguradoras por la pérdida de sus esclavos.

Reflexión Entre Noticias:

«El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría».

(Gibran Jalil Gibran)

Rubén Luengas/ Entre Noticias