Ambos son neoyorquinos y se conocen hace mucho tiempo, entablando una amistad que incluso llevó a que Hillary Clinton asistiera a la boda de Donald Trump con su actual esposa, Melania Knauss. Por cierto, tanto Trump como su hijo donaron varios millones de dólares a la entonces candidata y luego senadora por Nueva York, en 2002, 2005, 2006 y 2007. Además, los Trump han donado también a la Fundación Clinton.
Ahora parecen estar enfrentados en lo que muchos consideran una carrera presidencial que poco a poco entrega luces respecto de los candidatos que podrían ganar sus respectivas primarias y pasar a la elección general.
Durante la semana pasada se efectuaron los últimos dos debates políticos del año. Entre los republicanos, solamente se nombró al actual presidente Barack Obama como el enemigo ideológico, y a Hillary Clinton como la candidata a vencer en los comicios generales. En el lado demócrata, el único rival republicano que se nombró durante el debate televisivo fue Donald Trump.
En efecto, pareciera que la jerarquía del partido republicano ha perdido la mesura y la incredulidad para finalmente admitir que Trump, con toda su retórica racista y su característica megalomanía, tiene serias chances de alzarse con la nominación presidencial republicana. No en vano, el magnate inmobiliario sigue liderando las encuestas después de un agitado verano y otoño donde la agenda mediática ha navegado desde el estado de la economía a la inmigración, a la seguridad nacional y el terrorismo.
En tanto, la cúpula del partido demócrata castigó duramente a la campaña del senador independiente Bernard Sanders, escolta de Clinton en las encuestas, después de un error computacional de terceras personas que permitió la divulgación de información confidencial que era propiedad de la campaña de Clinton. Por dos días se le negó acceso a la campaña de Sanders a su propia base de datos. El propio candidato Sanders se disculpó por el exabrupto pero fustigó el comportamiento de la Convención del Partido Demócrata, que a todas luces indica la forma en que la jerarquía demócrata protege y espera que la ex primera dama, ex senadora y ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton obtenga la nominación para la elección general.
Sobre la elección general
Hillary Clinton se está preparando para la elección general. Durante el último debate televisivo, indicó sin tapujos que ¨todo el mundo debería amarla¨, en directa referencia a los magnates y personeros de Wall Street que financian su campaña. También prometió no subir impuestos para familias que ganen hasta 200,000 dólares anuales, con lo que limita la posibilidad de expandir ciertos programas sociales ante la eventual falta de financiamiento (como sí han propuesto sus rivales Sanders y O’Malley). La ex senadora por Nueva York no descartó el envío de fuerzas especiales para combate terrestre en Siria e Irak contra el Estado Islámico.
Clinton también tiene un problema con los latinos. Ante la inminente deportación masiva de inmigrantes centroamericanos que llegaron durante el último tiempo al país (según se ha confirmado extraoficialmente), la ex Secretaria de Estado está en una incómoda posición. Por un lado, puede sumarse a las críticas vertidas por Sanders y O´Malley a las deportaciones, y de paso romper su lealtad con las políticas de la administración Obama, o bien evitar un castigo explícito a las acciones de los agentes migratorios y enfrentar la crítica de los activistas y votantes latinos.
Es justamente esta falta de decisión la que indica que la campaña de la ex senadora por Nueva York más bien se mueve con calculadora electoral en mano y no necesariamente por convicciones ideológicas. En suma, Clinton está apelando no sólo a las bases demócratas, sino que está preparando el terreno para la elección general, donde deberá también apelar al voto de centro y a los indecisos.
Por su parte, Trump ha variado su estrategia de atacar a sus contendores republicanos (particularmente, ha detenido sus ataques a Ted Cruz, quien le está pisando los talones según las últimas encuestas) para focalizar sus agresiones verbales hacia Obama y Clinton. Esta semana utilizó una vulgaridad (una referencia fálica) para describir cómo Hillary Clinton terminó siendo derrotada por Barack Obama en las primarias de 2008, en lo que constituye un episodio más de una seguidilla de declaraciones con ribetes misóginos del empresario neoyorquino.
En caso de pasar a la elección general, una reciente encuesta a nivel nacional de la Universidad de Quinnipiac indica que Donald Trump perdería ante Clinton y ante Sanders, presumiblemente por la animadversión que muchos votantes sienten hacia el millonario. Caben dudas, sin embargo, de la capacidad que tenga el candidato(a) demócrata para acarrear votantes el día de los comicios (al final de cuentas, más parece un voto contra la amenaza que encarna Trump que un voto a favor de los demócratas). En cambio, si el representante republicano fuera Ted Cruz o Marco Rubio, la carrera presidencial sería en extremo estrecha y podría definirse hacia cualquier bando, según la misma encuesta.
El tiempo dirá: si el 2015 terminó siendo un año de convulsión política, el 2016 terminará aclarando las aguas, y si tomamos en cuenta que el próximo(a) mandatario(a) probablemente elegirá a varios jueces de la Corte Suprema que tienen avanzada edad, para bien o para mal estas próximas elecciones definirán el tipo de país en el cual viviremos durante las siguientes décadas.
Por Redacción «Entre Noticias»