El 24 de abril de 1915 comenzaba una operación genocida orquestada por el gobierno de los Jóvenes Turcos, destinada a erradicar a la población armenia y otros grupos de población de la Meseta de Anatolia.
Este mismo jueves desde Ankara convocaron a consultas a su embajador en Berlín y desde el ejecutivo turco afirmaron que esta resolución «afectará seriamente a las relaciones entre Alemania y Turquía».
Después de más de 100 años de las terribles masacres del Imperio Otomano, donde se calcula que fueron llevados a la muerte un millón y medio de armenios, el parlamento alemán reconoció por fin oficialmente estos hechos como “genocidio”, algo que había evitado hacer durante un siglo. En el texto se reconocen estos hechos como «genocidio» y se asume en parte la responsabilidad alemana, en tanto que el país era por entonces aliado del Imperio otomano.
Un genocidio negado y olvidado
El 24 de abril de 1915 comenzaba una operación genocida orquestada por el gobierno de los Jóvenes Turcos, destinada a erradicar a la población armenia y otros grupos de población de la Meseta de Anatolia, región que este pueblo había habitado durante siglos. En el contexto de la crisis del Imperio Otomano y con el objetivo de consolidar una “nación turca” “homogeneizada”, el gobierno emprendió una persecución, expulsión y aniquilación de la población armenia. Solo en Estambul fueron detenidas y fusiladas o deportadas más de 2300 personas. Poco después fueron masacrados todos los hombres armenios que se habían unido al ejército. A continuación, se procedió a la separación de los hombres adultos que quedaban (entre 15 y 20 años y entre 45 y 60 años) de sus comunidades, distanciándolos de sus familias y dejando solos a mujeres, niños y ancianos. El acto siguiente fueron las deportaciones en masa y las masacres.
Obligados a marchar a pie durante semanas, con tan solo un kilo de pan por mes por persona, esas caravanas fueron calificadas como “marchas de la muerte”. En cada “parada” miles de personas eran ejecutadas, violadas, y sus cuerpos lanzados al rio Éufrates. En una segunda fase, los sobrevivientes fueron instalados en campos de refugiados miserables en las cercanías de Alepo (Siria), donde la mayoría murieron de hambre y enfermedades.
Durante todo el siglo XX el genocidio armenio se ocultó y “olvidó” deliberadamente por parte de los Estados europeos y Estados Unidos, y sólo algunos países reconocieron su existencia hace muy pocos años. Israel sigue negando el genocidio armenio. Es que Turquía ha sido en las últimas décadas un aliado clave de “occidente” en una zona estratégica la frontera entre Europa y Asia.
La posición del gobierno alemán y la mayoría de los partidos germanos que votaron el reconocimiento de este genocidio esconde una gran hipocresía. No solo se negaron a hacerlo durante todo un siglo, en función de sus «buenas relaciones» con el Estado turco, sino que votan esta resolución con una mano mientras con la otra reafirman un “acuerdo estratégico” con Turquía para sellar otro genocidio silencioso: la expulsión y la muerte de miles de refugiados a las puertas de Europa.
En la actualidad, aunque la tensión diplomática entre Turquía y Alemania haya crecido considerablemente estos días a raíz de la decisión del Parlamento alemán, la relación entre ambos países sigue siendo privilegiada. El acuerdo entre la UE y Turquía para la expulsión de refugiados, la inyección de 6.000 millones de euros para el gobierno turco y la utilización de las bases turcas para las maniobras de la OTAN contra el Estado Islámico, siguen en marcha.