¿Existe acaso en el país una política deportiva integral de Estado sostenida que se ocupe de que los mexicanos vivan la experiencia del deporte generando así que los buenos resultados en competencias internacionales se den por añadidura?
Ah qué caray con el señor Alfredo Castillo, quien es actualmente el titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), y quien dijo en una entrevista radiofónica que el organismo es “una agencia de viajes que lo único que hace es dar dinero a las federaciones”, afirmando también que la responsabilidad del rendimiento de los deportistas depende de las federaciones y no del organismo que encabeza.
Antes de dedicarse a «dar dinero a las federaciones deportivas» y a encabezar esa «agencia de viajes», Castillo fue responsable de la investigación sobre la desaparición de la niña Paulette Gebara Farah, de cuatro años de edad, «encontrada» sin vida a los pies de su cama luego de varios días de búsqueda, cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México y del que Castillo sería nombrado Procurador de Justicia. Luego en 2013 lo hicieron Procurador Federal del Consumidor. Un año más tarde fue designado por Enrique Peña Nieto como titular de la «Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán».
Finalmente el 16 de abril de 2015, Alfredo Castillo dejó los asuntos truculentos y rindió protesta como nuevo titular de la Comisión Nacional del Deporte, en sustitución del otrora clavadista Jesús Mena.
Hasta el momento en ser tecleadas estas lineas, México no había obtenido ninguna presea en las Olimpiadas de Brasil, al respecto, el comisionado señaló que obtener medallas no es su prioridad.
“Mi tema no son las medallas. Para mí lo más importante es llevar a 15 atletas entre los primeros 10 del mundo”, señaló Castillo, quien estudió la licenciatura en derecho por la Universidad Autónoma Metropolitana con especialidad en ciencias penales y Criminológicas, según se puede leer en Wikipedia
Para el periodista de Milenio, Carlos Puig, el problema no es Alfredo Castillo, sino «la manera en que han transado con el dinero público las federaciones».
Lo señalado por Puig, un aspecto más del grave cuadro de coagulación de la corrupción en las arterias de México, sin duda, pero, ¿existe acaso en el país una política deportiva integral de Estado sostenida que se ocupe de que los mexicanos vivan la experiencia del deporte generando así que los buenos resultados en competencias internacionales se den por añadidura?
Entendemos lo que está pasando con nuestros deportistas en Brasil, independientemente de que pudiera alguno llegar a obtener una medalla que proporcione cierta alegría, que estamos ante reflejo del país, de su sociedad y de sus gobernantes. El problema es estructural y de fondo, no sólo en lo deportivo, sino en lo cultural y educativo. Educativo no en el sentido que se ha venido utilizando el concepto durante los últimos años en México, porque en acuerdo total con el psiquiatra chileno Claudio Naranjo, la educación que tenemos y la que nos proponen es una que «roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida”. Naranjo afirma y repite para quien en el mundo quiera escucharlo que “o cambiamos la educación o este mundo se va a pique”.
El fracaso deportivo que estamos presenciando en Brasil es sólo una parte de un fracaso mayor que se explica por la corrupción, sí, que todo deteriora y extermina incluyendo la conciencia individual y colectiva. Como dijera Jean Paul Sartre: «La conciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo conciencia de que la conciencia existe«.
En el fracaso más recóndito e insondable que vive México, está alojada la falta de conciencia sobre muchas cosas, entre ellas sobre el sentido de aquellas palabras olvidadas que pronunció el Papa Francisco en Chihuahua.
“Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza”, explicó entonces el Papa a los mexicanos.
“Hay que invertir en la gente y no en los mercados y en aumentar los capitales«, sostuvo el Papa. “Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días […]. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas”, sentenció el Papa.
En ese contexto hay que ubicar lo que se está reflejando de México en las olimpiadas, pero peor aún, lo que se refleja cada día en la esfera pública de la convivencia cotidiana.
Necesitamos en México una nueva praxis educativa, laboral, cultural que invierta decididamente en las personas, dentro de lo que está lo deportivo entre muchas otras cosas, y lo demás vendría por añadidura.
Claudio Naranjo lo explica de maravilla en este fragmento de una de sus tantas entrevistas.
En lo deportivo, en lo ético, en lo laboral, en lo familiar, en los contenidos de los medios de comunicación y en prácticamente todo, México, dentro de los tiempos aciagos que vivimos en el mundo entero, requiere mucho más que medallas en las competencias olímpicas de Río de Janeiro, pero muy bien habrían caído las preseas en la autoestima y en el ánimo tan alicaído que socialmente se vive en nuestro país.
Rubén Luengas/Entre Noticias