Fue un 30 de enero de 1948, cuando Mahatma Gandhi moría asesinado. Abogado, pensador y político hinduista indio. Aunque fue el artífice de la independencia de la India en 1947, no se le recuerda tanto por ello, sino por su activismo pacífico fundado en la no violencia y en la fuerza de las convicciones, que significó una profunda renovación ética y espiritual del ser humano. Mohandas Karamchand Gandhi, un hombre singular, irrepetible, austero y de absoluta modestia. Sus teorías modificaron la configuración política e ideológica del mundo. Un ejemplo de vida y de lucha.
Había nacido en Porbanda, un remoto lugar de la India, donde la política era sinónimo de corrupción. En este ambiente, Gandhi, introdujo la ética en la política y su ejemplo como forma de vida. Vivió en la pobreza, rechazó el poder político y no concedió prebendas ni a amigos ni familiares. Desde 1918 estuvo al frente del movimiento nacionalista indio. Instauró un método de lucha social comprometido y novedoso: la huelga de hambre. Rechazaba la lucha armada y practicaba la no violencia, como instrumentos para luchar contra el dominio británico.
En el sesenta y nueve aniversario de su muerte, quiero recordar una historia, que por entrañable, merece la pena volver a relatar. Cuando Gandhi estudiaba derecho en la University College de Londres, un tal profesor Peters, le tenía animadversión, pero el joven Gandhi nunca le permitió humillación alguna. Un día Peters estaba almorzando en el comedor de la universidad, cuando el alumno buscando sitio lo encontró a su lado. El profesor, altanero, le dice: —Señor Gandhi, usted no entiende: Un puerco y un pájaro, nunca se sientan a comer juntos—; a lo que Gandhi le contesta: —Esté usted tranquilo profesor, yo me voy volando— y se cambió de mesa.
Otro día, el señor Peters, con ánimo vengativo le interpela: —Señor Gandhi, caminando por la calle se encuentra dos bolsas. En una está la sabiduría y en la otra mucho dinero, ¿cuál de los dos se llevaría usted? Gandhi responde sin titubeo: —La del dinero—. El profesor altivo, con sorna y creyéndose ganador de la contienda floral le espeta: —Yo, en su lugar, hubiera escogido la sabiduría—. A lo que Gandhi respetuoso responde: —Cada uno toma lo que no tiene—. El profesor Peters, histérico, no sabe como poder a alumno tan aventajado, y tras corregir un excelente examen, escribe a pie de página: —«Idiota»— y le devuelve el ejercicio. Gandhi toma la hoja y tras leer la anotación, se dirige al profesor: —Señor Peters, ha firmado la hoja, pero no me puso la nota—. La recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. «Un esfuerzo total es una victoria completa», como quedó demostrado.
Fuera como un pajarillo volandero o como un sabio sin dinero, Gandhi en su vida estuvo a la altura de las circunstancias. Decía las cosas como las sentía. No se dejó humillar, ni por profesor impertinente ni por las circunstancias históricas de la India ni por los acontecimientos del mundo en tensión que le tocó vivir. Vivió 78 años, pregonando la total fidelidad a los dictados de la conciencia, llegando a la desobediencia civil. Quien dijera «Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia», defendiendo la no violencia, murió de forma violenta.
Jugó un importante papel en la independencia de la India. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Gandhi retorna al primer plano político. Su oposición al conflicto bélico era absoluta y no compartía la opinión de Jawaharlal Nehru y otros líderes del Partido del Congreso, proclives a apoyar la lucha contra el fascismo. La decisión del virrey de incorporar el subcontinente a los preparativos bélicos de Gran Bretaña, sin consultar con los políticos locales, clarificó las aguas. Provocó la dimisión en masa de los ministros pertenecientes al Congreso Nacional Indio. Tras la toma de Rangún por los japoneses, Gandhi exigió la completa independencia de la India, para que el país pudiera tomar libremente sus decisiones. Al día siguiente, el 9 de agosto de 1942, era arrestado junto a otros miembros del Partido, lo que produjo una sublevación y revueltas violentas en todo el país. Ésta fue la última vez en la que estuvo en prisión. Era ya un anciano frágil y debilitado cuando salió en libertad en 1944.
Finalizada la guerra, y tras la subida al poder de los laboristas en Inglaterra, Gandhi desempeñó un papel fundamental en las negociaciones que llevaron a la independencia. Durante sus últimos días en Delhi llevó a cabo un ayuno para reconciliar a las dos comunidades enfrentadas. En 1946 el Mahatma vio con horror cómo los antiguos fantasmas indios resurgían durante la celebración del nombramiento de Nehru como jefe de gobierno, que fue el pretexto de los violentos disturbios motivados por la pugna entre hindúes y musulmanes.
«Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino». Lucha constante y coherente con la forma de pensar. «La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo… Dicen que soy héroe; yo débil, tímido, casi insignificante. Si siendo como soy, hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos», dicen que dijo.
«Vive como si fueras a morir mañana; aprende como si el mundo fuera a durar para siempre» y el 30 de enero de 1948, cuando al anochecer se dirigía a la plegaria comunitaria, fue alcanzado por las balas de un fanático hindú, relacionado con grupos ultraderechistas de la India. Godse, el asesino, y su cómplice Narayan fueron juzgados y condenados a muerte. Por el contrario, el que se considera como instigador del asesinato, el presidente del partido Hahasabha, Vinayak Damodar Savarkar, quedó libre sin cargos por falta de pruebas.
«El Mahatma Gandhi ha sido asesinado en Nueva Delhi esta tarde, a las 5:17. Su asesino es un hindú». La India había escapado a una matanza; ya no le quedaba más que llorar. (De Esta noche la libertad). Como dijera Albert Einstein, «quizá las generaciones venideras duden alguna vez de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo». Pero fue: de carne y hueso, de espíritu fuerte y condición comprometida.
«El débil nunca puede olvidar. Olvidar es un atributo del fuerte». Personajes como Gandhi pocos han existido, aunque quizás haya alguno entre nosotros sin dejarse ver
Artículo publicado originalmente en Nueva Tribuna
Victor Arrogante: Profesor. Ayer y hoy militante por la justicia, la igualdad y la solidaridad. Colabora con su opinión en Diario Progresista, Cuarto Poder, Nueva Tribuna, Publicoscopia y muchos otros medios. Es autor del libro «Reflexiones republicanas» publicado por CultivaLibros.
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