«El mejor propagandista es aquel que cree sus propias mentiras, asegurándose así de no dejar el engaño al descubierto mediante pequeños movimientos nerviosos o contradicciones». (Steven Pinker)
La noche de ese día, el Reichstag, edificio sede del Parlamento alemán, ardió en llamas proporcionando a los nazis la excusa perfecta para culpar a los comunistas y obligar al día siguiente al presidente Hindenburg a suspender las garantías constitucionales con el conocido como «Decreto del fuego del Reichstag». La policía alemana detuvo en el interior del Parlamento alemán a un joven izquierdista holandés, Marinus van der Lubbe, quien sería guillotinado un año después tras un juicio en el que los líderes comunistas acusados culparon abiertamente a los nazis de haber causado el incendio para disolver el Parlamento y poner en marcha su sistema totalitario.
28 de febrero de 1933
El propio Hitler, quien llegaría a expresar que las llamas del Reichstag «eran una señal divina», se presentó en el lugar de los hechos inmediatamente después de conocerse el incendio y puso en marcha el aparato de propaganda del partido para difundir el miedo ante el supuesto «peligro comunista».
Esa noche, el incendio del Parlamento simbolizó el final del sistema democrático alemán mientras el humo anticipaba el ascenso del partido nazi al poder, que se impondría en las elecciones anticipadas del 5 de marzo, dando paso a la instauración de un Estado totalitario represivo y cruel.
Más allá de si el izquierdista holandés Marinus van der Lubbe fue el autor en solitario o fue manipulado por los nazis para incendiar el parlamento alemán, el atentado fue el pretexto para suprimir derechos constitucionales, perseguir a miles de opositores e imponer un régimen totalitario.
La causa del incendio es el centro de una polémica que sigue hasta la fecha y no hace mucho se conocieron nuevos datos afirmando que miembros de las tropas de asalto de Hitler accedieron al Reichstag a través de un pasadizo secreto desde el palacio del presidente de la Cámara Baja, Hermann Göring, y llegaron al salón de plenos donde habrían preparado el fuego que más tarde van der Lubbe, presuntamente ayudado por un agente nazi, habría prendido.
El proceso judicial
El juez Paul Vogt, designado por la jerarquía nazi, fue el responsable de investigar, instruir el sumario y presentar los cargos contra los acusados. Desde marzo a agosto de 1933, recopiló treinta y dos volúmenes de transcripciones y documentos. Los acusados fueron Marinus van der Lubbe, Ernst Torgler, líder del grupo parlamentario comunista en el Reichstag, detenido cuando iba voluntariamente a la comisaría tras escuchar su nombre en la radio como implicado, y tres comunistas búlgaros que vivían en Berlín, Georgi Dimitrov, Simon Popov y Vassili Tanev, detenidos el 9 de marzo.
22 DE MARZO DE 1933
Al final del juicio, el tribunal emitió un dictamen extenso en el que Van der Lubbe fue declarado culpable y condenado a muerte. Los otros cuatro acusados fueron absueltos al no encontrarse ninguna evidencia creíble. De hecho, fueron elegidos en base a su pertenencia al Partido Comunista, y no sobre pruebas verosímiles. Los nazis asumieron el reto de realizar un proceso al comunismo, confiados en que la mayoría de la población alemana y la prensa aceptarían la necesidad de tomar medidas rigurosas y legales contra todos los que supusieran una amenaza para el orden del país.
23 DE MARZO DE 1933
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