Bartolomeo Vanzetti (izquierda), esposado a Nicola Sacco (derecha) en Dedham, Corte Superior de Massachusetts.
No hizo falta que los guardias obligaran a Nicola Sacco a acomodarse en la silla eléctrica. En italiano, su lengua natal, gritó ¡viva la anarquía! y unos pocos minutos después fue declarado muerto por las autoridades. Sin esperar, no había necesidad de hacerlo, Bartolomeo Vanzetti obedeció el mismo destino.
Era la medianoche del 23 de agosto de 1927. El Estado de Massachussets acababa de ejecutar a través del paso de la corriente eléctrica, a Sacco y a Vanzetti, acusados de haber asesinado a dos transportadores de caudales durante un robo a mano armada a una empresa de zapatos.
Medio siglo después el gobernador del Estado, Michael S. Dukakis, redactó una proclamación que liberaba de toda culpa a los dos hombres, acusados de un crimen que no cometieron.
Además de declarar el 23 de agosto como el día de Sacco y Vanzetti, Dukakis proclamó que “la atmósfera del juicio estuvo permeada por prejuicios contra los extranjeros”.
“El juicio y ejecución de Sacco y Vanzetti deben servir para recordar a todos las personas civilizadas la necesidad constante de guardarse contra toda susceptibilidad hacia el prejuicio, nuestra intolerancia hacia ideas no ortodoxas y nuestro fracaso para defender los derechos de las personas que son consideradas como extranjeras entre nosotros”, dijo Dukakis en la proclamación. Además de su condición de italianos, Sacco y Vanzetti eran también anarquistas, y la ferviente intolerancia de la sociedad estadounidense hacia su ideología influyo en la opinión pública y en la sentencia de los jueces.
Casi un siglo después, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reavivado la polémica sobre cómo el extranjero, o lo que se considera extranjero, es percibido en el imaginario colectivo de EEUU.
Pocos son los grupos que no han sido objeto de los dichos del presidente, pero los afroamericanos, los musulmanes y los latinos, sobre todo los mexicanos, se han llevado la mayor parte de los ataques del mandatario.
«Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores”, acusó sin tapujos Trump en su discurso de lanzamiento de su candidatura para las primarias del Partido Republicano en junio de 2015.
“El racismo y la xenofobia es parte de la historia de Estados Unidos”, dice Jesús Peña Muñoz, investigador del Colegio del Frontera Norte. “Siempre está el discurso de que es un país construido por inmigrantes. Pero detrás de eso viene la pregunta de ¿qué tipo de inmigrantes?”
En un momento fueron los asiáticos, los irlandeses, o los italianos entre otros colectividades que sufrieron el estigma del inmigrante.
La situación no ha cambiado desde hace más de 150 años, explica José Valenzuela Arce, investigador del departamento des Estudios Culturales del Colegio del Frontera Norte.
“El prejuicio está presente. Ahora tenemos la exaltación de las voces supremacistas que hacen de la discriminación un recurso para la exclusión. Se han puesto en escena a partir del discurso vociferante de Donald Trump”, dice Valenzuela.
Desde el inicio de la historia de Estados Unidos los mexicanos como los afroamericanos están en el centro del odio racial, explica el investigador.
Pero luego llegó Trump y cambió el panorama.
“Ahora el foco del odio son los mexicanos”, dice Peña. Durante décadas la inmigración hispana fue uno de los receptores de la xenofobia estadounidense, pero luego de varias generaciones presentes en EEUU, algunos miembros de la comunidad han logrado ocupar posiciones de poder, tanto en la política como en otros ambientes. “Ya no es tan fácil culpar a los hispanos. Entonces ahora son solo los mexicanos”, dice Peña.
Tanto para Peña como para Valenzuela, los mexicanos comparten hoy con los musulmanes el puesto de destinatarios del sentimiento anti-inmigratorio.
“Trump visibiliza la narrativa que ya estaba ahí. Pero la mayoría de los estadounidenses no están de acuerdo con la exaltación de los discursos xenofóbicos, racistas y discriminatorios”, dice Valenzuela.
El 22 de agosto en un mitín en Phoenix, Arizona, Trump defendió el trabajo del ex sheriff Joe Arpaio que se convirtió en un polémico símbolo nacional por su lucha contra los inmigrantes indocumentados. Además el mandatario volvió a traer al debate la construcción del muro en la frontera sur del país que debería poner fin a la llegada de inmigrantes del otro lado del río Grande. El jefe de Estado incluso amenazó con cerrar el gobierno federal si no le daban los fondos para construir la pared.
“La tensión va ir en aumento”, dice Valenzuela.