La participación del ejército israelí y de las falanges cristianas libanesas no ha sido juzgada ante ningún tribunal internacional.
En 1982 en las comunidades libanesas de Sabra y Chatila se cometió uno de los crímenes más ruin de todos los registrados en el siglo XX. En su momento ningún gobierno se pronunció o hizo algo efectivo al respecto. No se movilizaron cascos azules, ni hubo ruptura de relaciones diplomáticas con ningún país, tampoco se expulsó a embajador alguno. Es necesario recordar ese hecho, para exigir justicia, castigar a los responsables y en primer lugar, no hacer cómplice a nuestro silencio.
Entre las seis de la tarde del 16 de septiembre y las ocho de la mañana del 18 de septiembre de 1982 (38 horas), en plena guerra civil del Líbano y tras el asesinato del presidente electo Bashir Gemayel, la milicia falangista libanesa atacó los campos de refugiados palestinos ubicados en Beirut, en las poblaciones de Sabra y Chatila, asesinando a cientos de civiles, principalmente niños y mujeres. Los campos estaban bajo la supervisión del entonces Ministro de Defensa Israelí, Ariel Sharon. El crimen perpetrado contra los palestinos, aún carece de un número preciso de víctimas. El gobierno libanés reportó 450 muertos, el gobierno israelí entre 700 y 800 y la Cruz Roja Internacional cerca de 2400. En el reconocimiento de la masacre según los reportes de la ONU, la población palestina fue violada, torturada, mutilada y asesinada.
El gobierno israelí hizo una investigación a través de la Comisión Kahan, creada el 28 de septiembre del mismo año, por el Primer Ministro Israelí Menajem Beguín, encabezada por Yitzhak Kahan En el informe presentado se condenó la participación de las falanges cristianas libanesas, se sencionó la grave negligencia del jefe del Estado Mayor Rafael Eytan, y acusó a Ariel Sharon por faltar a sus obligaciones. Señaló también como responsable a Amos Yaron, encargado de dirigir las acciones en el terreno y de poner el cerco a los campamentos, todo bajo las órdenes de Sharon. El Apéndice B del Informe Kahan no se ha publicado, se presume sobre su averiguación tener datos sobre la verdadera participación del ejército israelí. Tras algunas protestas, Ariel Sharon fue removido de su cargo, no obstante, su trayectoria en el gobierno continuó en los Ministerios de Infraestructura Nacional, Asuntos Exteriores, Vivienda y Construcción, Industria Comercio y Trabajo y Primer Ministro del 2001 al 2006. El informe Kahan revela la cooperación de los Ministros Sharon, Eytan y Yaron con las falanges libanesas. La gran interrogante es por qué ninguno de ellos ha sido juzgado ante ningún tribunal, sí la misma ONU ha declarado los hechos como un genocidio, entendiendo éste como la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.
El 16 de diciembre de 1982 la ONU en la resolución 37/123 sección D, hizo referencia a las disposiciones de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio considerando los acuerdos del Convenio de Ginebra y se dijo: “consternada por la matanza a gran escala de civiles en los campos de refugiados de Sabra y Chatila ubicados en Beirut”. Reconoció la indignación y condena universales causadas por este crimen. Resolvió que los asesinatos consumados fueron un acto de genocidio, el documento puede verse aquí.
La participación del ejército israelí y de las falanges cristianas libanesas no ha sido juzgada ante ningún tribunal internacional. Tras diversos intentos en tribunales de Bélgica y tomando como base el testimonio de los sobrevivientes, se intentó aplicar el Derecho Internacional y llevar el caso con los responsables señalados a la Corte Penal Internacional, todo esto sin éxito. La participación de los mandos militares israelíes no fue inocua, entonces, lo dicho por primer ministro Menajem Beguín pierde toda validez, “En Chatila, en Sabra, unos no-judíos han masacrado a unos no-judíos, ¿en qué nos concierne eso a nosotros?” Véase Jean Genet, Cuatro Horas en Chatila. p. 2. (Traducido por Antonio Martínez, Comité de Solidaridad Causa Árabe). Los sobrevivientes han narrado la participación de los soldados israelíes, han dicho: impidieron la entrada y salida de los campos al poner los tanques como barreras y contribuyeron a limpiar el lugar antes de hacer investigaciones y condenar a los responsables, entrevistados por Robert Fisk para The Independent (“La Gran Guerra por la Civilización”, págs. 1143-1149).
En versión contraria a lo reportado en el informe Kahan, la comisión MacBride, también conocida como Voces múltiples, un sólo mundo -fundada en 1977 con la finalidad de hacer un contrapeso a las posturas unilaterales de los medios de comunicación-, publicó Israel in Lebanon, The Report of the International Commission to enquire into reported violations of International Law by Israel during its invasion of the Lebanon, 28 August 1982 -29 November 1982, Londres, Ithaca, 1983, donde consignó las violaciones a las Convenciones Internacionales ejecutadas por el ejército israelí en el caso de la masacre de Sabra y Chatila, no sólo por cercar la zona, sino por permitir el libre paso de los falangistas y no dar salida a los refugiados, además se le responsabilizó de tener conocimiento del posible daño que se haría a la población civil y los conflictos internacionales generados a partir de ese hecho. Los encargados de este informe mencionan un número de muertos superior a 3000 personas.
En los últimos años las declaraciones de las potencias políticas, económicas y militares del mundo advierten sobre la necesidad de intervenir en diversos países, Siria, Irak y Corea del Norte, por citar algunos ejemplos. Los argumentos de brindar protección a la población civil y evitar inminentes ataques con armas químicas, guerras civiles, dictaduras y todo tipo de desastre militar han sido la justificación para propiciar conflictos armados y desequilibrio en las regiones. La supuesta búsqueda de la paz a través de la intervención militar y las consecuencias de ello, son selectivas. Sobre lo acontecido en las diversas operaciones “preventivas” contra la población civil palestina no hay el mismo interés y las reacciones son mínimas, son enunciativas la mayoría y todas sin efectividad real. El silencio sobre el acontecer diario en Palestina es el arma más letal contra ese pueblo, la normalización del estado de Apartheid en el que viven desde hace décadas debe frenarse ya. Participar de manera activa en la denuncia y apoyo a la causa palestina es un deber humano. Mantener viva la memoria de hechos como lo ocurrido en Sabra y Chatila es recordarles a los palestinos que no están solos y a los opresores que no van a quedar impunes. Seguimos siendo humanos.
Entre Noticias/Agencias