«Tenemos la obligación de imaginar un mundo mejor» Naomi Klein
Vivimos tiempos aterradores. Desde jefes de Estado que tuitean amenazas nucleares, a regiones enteras arrasadas por desastres naturales, pasando por miles de migrantes que se ahogan en las costas de Europa y por partidos abiertamente racistas que avanzan electoralmente: pareciera que hay muchas razones para ser pesimistas sobre nuestro futuro.
Por poner un ejemplo, el Caribe y el sur de Estados Unidos se encuentran en medio de una temporada de huracanes sin precedentes y son golpeados por tormenta tras tormenta. Puerto Rico –arrasado por Irma y luego por María– no tiene electricidad y la situación podría extenderse durante meses. Además, sus sistemas de agua corriente y de comunicación se han visto muy afectados. Sin embargo, igual que sucedió tras el huracán Katrina, el gobierno brilla por su ausencia. Donald Trump está demasiado ocupado intentando que echen a los atletas que se atreven a hacer visible la violencia racial. Todavía no se ha anunciado ningún paquete de ayudas federales a Puerto Rico. Y los buitres ya sobrevuelan la isla: la prensa sugiere que la única forma que tiene Puerto Rico de volver a tener electricidad es vendiendo las empresas de servicio eléctrico.
Éste es el fenómeno que yo llamo Doctrina del Shock: el aprovechamiento de crisis desgarradoras para introducir políticas que destruyen los recursos públicos y enriquecen aún más a una pequeña élite. Hemos visto este círculo repetirse una y otra vez: después de la crisis financiera del 2008 y ahora en el Reino Unido, donde los conservadores planean aprovechar el Brexit para lograr que se aprueben desastrosos acuerdos corporativos sin debate alguno.
Vivimos en una época en la que es imposible separar una crisis de las otras. Todas son parte de un mismo proceso en el que se refuerzan y se profundizan, igual que una bestia de muchas cabezas que se arrastra por el suelo. Podríamos pensar de la misma manera sobre el actual presidente de Estados Unidos. Es difícil definirlo con pocas palabras. ¿Habéis visto esa cosa horrible que está tapando las cloacas de Londres, el llamado «fatberg»? Trump es el equivalente político de eso. Una mezcla de todo lo que es nocivo en la cultura, la economía y la política, todo junto en una masa auto-adhesiva. Y ahora nos damos cuenta de que es muy difícil deshacernos de ella.
Sin embargo, los momentos de crisis no tiene por qué seguir siempre el camino de la Doctrina del Shock: no tienen por qué convertirse en oportunidades para que los más ricos acumulen aún más. También pueden ser momentos en los que encontremos lo mejor de nosotros mismos.
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