E Vaticano siempre evitó pronunciarse sobre esta espinosa cuestión, entendiendo que la decisión de adoptar la pena capital correspondía a los gobiernos de los países.
El catolicismo reconoce, en el mismo artículo, que “durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”.
Ahora, en cambio, «ha quedado claro que no existen excepciones. No hay ninguna autoridad ni persona que pueda, bajo ningún motivo, quitarle la vida a un ser humano. Esto es lo que dice la doctrina católica», sobre el histórico cambio doctrinal. El cambio, divulgado este jueves y fechado 1 de agosto de 2018, entrará en vigor con su publicación en el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore Vaticano, y en el Acta Apostolicae Sedis, que recoge los textos oficiales de la Santa Sede.
No se trata de una simple declaración, sino de un cambio en el Catecismo de la Iglesia católica, el compendio que reúne la exposición de la fe y la doctrina del catolicismo.
La abolición de la pena de muerte es un tema que El Vaticano ha venido gestionando desde hace años ante instituciones como la ONU, siendo una de las prioridades de Francisco, junto con su voluntad de combatir el cambio climático e instar a las sociedades a proteger a inmigrantes y refugiados.
Video publicado en junio de 2016 y los argumentos del Papa Francisco contra la pena de muerte
Recordando en este contexto casos como el de Giordano Bruno
Cientos de personas se reunieron en el Campo de las Flores (Campo dei Fiori) en Roma para ver morir en la hoguera a Giordano Bruno por orden de la Santa Inquisición.
Filippo Bruno, que a los 15 años cambiaría su nombre de pila a Giordano, era un hombre religioso de la orden de los dominicos que también escribía poesías y piezas de teatro, además de dedicarse a la filosofía y la teología.
Nacido en 1548 en Nola, Nápoles, acabó quemado en la hoguera por haber desafiado a la Iglesia e ir en contra de las ideas vigentes en aquel entonces como, por ejemplo, negar que la Tierra era el centro del universo.
La sentencia de muerte la impuso unos días antes de la quema pública el papa Clemente VIII, que le dio a Bruno la opción de renunciar a sus ideas y arrepentirse para salvarse.
Pero, según escritos de la época, Bruno hizo más bien lo contrario.
Cuentan que mientras ardía en la hoguera, todavía tuvo fuerzas voltear la cara para rechazar un crucifijo que alguien le puso enfrente.
En el libro que escribieron David Eliot y Arnold Brody titulado «Los siete mejores descubrimientos científicos de la historia» ya se dice que los problemas de Bruno comenzaron en 1575, cuando el dominico se atrevió a leer los textos prohibidos del filósofo holandés Desiderius Erasmo de Róterdam. Ver publicación completa en BBC Mundo
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