Monseñor Romero: canonizado este domingo por el papa Francisco

Aunque estaba ya canonizado en el corazón de los salvadoreños, el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, alguna vez tachado de comunista, asesinado a tiros en el altar mientras oficiaba misa, es ahora canonizado. Sin duda un importante hito para la religiosidad popular de Latinoamérica, y un acontecimiento especial para el papa Francisco.

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“La palabra queda y ése es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que lo hayan querido recoger”.

«La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es perseguida», dijo el Arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero durante una homilía el 29 de mayo de 1977.

Monseñor Romero fue efectivamente calumniado y perseguido, al grado de haber sido asesinado por un francotirador cuando oficiaba misa el 24 de marzo de 1980, tras haber sido tildado en los últimos años de su vida y aún después de muerto, de “comunista” y “títere manipulado por sacerdotes izquierdistas de la teología de la liberación”. Críticas y acusaciones que le fueron lanzadas por diplomáticos, políticos, religiosos, incluidos cardenales que se oponían a que monseñor Romero fuera, primero beatificado en mayo de 2015 y finalmente canonizado este domingo por el papa Francisco en el Vaticano.

Mientras tanto, feligreses salvadoreños y centroamericanos en general comenzaron a concentrarse este sábado en San Salvador para celebrar la canonización de monseñor Romero.

El desfile de peregrinos comenzó frente a la tumba del religioso ubicada en la cripta de la céntrica catedral de San Salvador y en el hospital La Divina Providencia, en el sector norte de la ciudad.

«Si me matan resucitare en el pueblo salvadoreño» (Marzo de 1980)

 
La tarde de este sábado, unos 5.000 salvadoreños se reunieron en la plaza Salvador del Mundo para participar en la “Procesión de la Luz”, portando farolitos en honor al arzobispo.

La procesión era encabezada por una imagen de Romero montada en un pequeño camión y tras de ella muchos jóvenes que portando carteles y fotos del asesinado arzobispo gritaban “San Romero vive”, mientras en el cielo estallaban petardos.

El presidente Salvador Sánchez Cerén, quien se encuentra en Roma para los actos de canonización, dijo en un comunicado que “se une al júbilo” de los salvadoreños por el “acontecimiento histórico que nos llena de esperanza y felicidad”.

La procesión, animada con diferentes tipos de música, se dirigía a la catedral de San Salvador en donde se realizó por la noche una misa y luego una vigilia a la espera de la ceremonia de canonización que desde Roma sera transmitida por la televisión y será seguida en todas las iglesias del país en pantallas gigantes.

Oscar Arnulfo nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, a unos 160 kilómetros al este de la capital, en el departamento de San Miguel, siendo el segundo de ocho hermanos de una familia formada por Santos Romero, un telegrafista y empleado de correos, y Guadalupe Galdámez.

El domingo 23 de marzo de 1980 monseñor Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada como la causante definitiva de su sentencia de muerte debido a las fuertes denuncias que en ella realizara. Denuncias apegadas completamente al mensaje esencial de los evangelios.

Al día siguiente, un francotirador destruyó su corazón con un certero disparo mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de la Divina Providencia, cerca del centro de la capital salvadoreña.

La Comisión de la Verdad que se creó para investigar los horrendos crímenes cometidos durante el conflicto armado (1980-1992) en El Salvador, señaló al mayor de inteligencia Roberto D’Aubuisson (fundador del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista) como el autor intelectual del asesinato.

Monseñor Romero había proclamado proféticamente poco antes de su asesinato: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño».

Última homilía de monseñor Oscar Arnulfo Romero:

“Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

 

A pesar de la celebración, los salvadoreños lamentan que a 38 años del magnicidio nunca se haya llevado a la justicia a los asesinos del pastor.

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